Santas Perpetua y Felicidad

7 de Marzo

Hoy celebramos a Perpetua y Felicidad, mártires, valerosas madres y grandes amigas

Cada 7 de marzo, la Iglesia universal celebra a las santas Perpetua y Felicidad, mártires de la fe en Jesucristo, ambas nacidas en Cartago, ciudad del norte de África anexada al Imperio, en el siglo II.

Estas extraordinarias mujeres entregaron la vida con valor inusitado, ese que aparece cuando la fe y el amor son profundos. Ellas dieron testimonio patente de que la confianza en Dios es capaz de suscitar auténticas hazañas por amor.

Por eso, en memoria de su sacrificio, conseguido mientras ejercían el don de la maternidad, también honramos y pedimos por todas las madres del mundo. Convocadas al martirio, estando en una situación de absoluta vulnerabilidad, se aferraron a la gracia divina y vencieron al dolor y la muerte. Con ellas, la Iglesia exclama “¡Dónde está, muerte, tu victoria!” (1Cor 15,55).

Todos hemos escuchado los nombres de Perpetua y Felicidad. Con seguridad lo hemos hecho cada vez que asistimos a Misa y se ha leído la Plegaria Eucarística n°. 1 del Canon Romano, o cuando cantamos las Letanías de los Santos. No obstante, lo que solemos saber sobre ellas es poco o nada.

Perpetua y Felicidad son patronas de las madres, particularmente de dos modos: Felicidad lo es de las madres embarazadas que dan a luz en condiciones difíciles, y Perpetua, de las madres lactantes. Las razones estriban en que Felicidad se encontraba embarazada cuando fue apresada, y Perpetua era madre de un bebé lactante. Su delito fue ser cristianas.

Perpetua fue una joven perteneciente a una familia rica e influyente de Cartago. Se había convertido al cristianismo gracias a la predicación de un santo diácono de nombre Saturo. Acusada ante las autoridades imperiales de profesar el cristianismo, fue arrestada junto con su esclava Felicidad (Felícitas) y otras tres personas más, todas sirvientes de su casa.

Felicidad, aún teniendo la condición de esclava, era cercana en edad a Perpetua y había entablado con ella una auténtica amistad. La conversión de su señora le abrió también a ella las puertas del conocimiento de Cristo. A través de Perpetua, Felicidad conoció el amor de Dios y el sentido de la verdadera libertad. Las dos conversas trascendieron las diferencias sociales y llegaron a reconocerse como hermanas, hijas de un mismo Padre celestial.

El martirio
Los días de la acusación a Perpetua y Felicidad eran los de la persecución organizada por el emperador Septimio Severo. Ambas comparecieron ante el gobernador de Cartago, amigo del padre de Perpetua. Este, en consideración a dicha amistad, intentó disuadirlas de abrazar el cristianismo y animarlas a que adorasen a los dioses romanos.

Perpetua y Felicidad se rehusaron a tal sometimiento y fueron condenadas a morir en el anfiteatro.

De acuerdo a las actas de Perpetua y Felicidad, la denominada Passio (La pasión de las mártires Perpetua y Felicidad), ambas fueron arrojadas primero a las fieras -un grupo numeroso de vacas salvajes- para que mueran a golpes; sin embargo, las bestias no lograron acabar con ellas.

Después, heridas y agotadas, se acercaron la una a la otra, se dieron el beso de la paz en Cristo, y fueron sujetadas para ser decapitadas a manos de los verdugos.

La tradición recoge la escena según la cual Felicidad murió de un certero tajo en el cuello, mientras que Perpetua, ante el yerro del verdugo, tuvo que ser rematada en la garganta, a pedido e indicación de la propia santa. El hecho se ha convertido en símbolo de valor y entrega generosa. El martirio tuvo lugar hacia el año 202.

ORACION
¡Perpetua! ¡Felicidad! Nombres gloriosos y proféticos,
que vienen como dos estrellas brillantes de marzo,
saliendo sobre nosotros sus rayos de luz y vida.

Movidas por tu amor,
vencieron los tormentos y la muerte
y superaron la furia del perseguidor,
concédenos, por su intercesión,
crecer siempre en ese mismo amor divino.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que contigo y el Espíritu Santo vive y reina en unidad,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.

Mártires, sufrieron en Cartago, el 7 de Marzo del 203, junto con tres compañeros: Revocato, Saturnino y Segundo. Los detalles del martirio de estos cinco confesantes de la Iglesia Norte Africana ha llegado hasta nosotros gracias a una descripción genuina y contemporánea, y es uno de los acontecimientos más conmovedores de la gloriosa lucha de los mártires en los tiempos antiguos. Por un decreto de Séptimo Severo (193-211) se prohibía a todos los súbditos del imperio, bajo severas penas, convertirse al cristianismo. 

A raíz de este decreto, cinco catecúmenos de Cartago fueron capturados y llevados a prisión. Ellos fueron Vibia Perpetua, una joven casada de noble cuna; la esclava Felicidad; su joven compañero, también esclavo, Revocato; también Saturnino y Segundo. Pronto Saturo, quien deliberadamente se declaró cristiano ante el juez, también fue encarcelado. El padre de Perpetua era pagano; su madre, sin embargo, y dos de sus hermanos, eran cristianos, uno de ellos catecúmeno; un tercer hermano, el niño Dinocrates, había muerto como pagano.

Después de su arresto, y antes de que fueran llevados a prisión, los cinco catecúmenos fueron bautizados. Los sufrimientos de la vida en prisión, los intentos del padre de Perpetua de inducirla a la apostasía, las vicisitudes de los mártires antes de su ejecución, las visiones de Saturo y Perpetua en sus calabozos, fueron exhaustivamente puestas por escrito por estos dos últimos. Poco después de la muerte de los mártires, un cristiano añadió a este documento un relato de su ejecución. 

La oscuridad de su prisión y la atmósfera opresiva producían temor en Perpetua, cuyo terror se veía incrementado por la ansiedad que sentía por su pequeño hijo. Dos diáconos, sobornando al carcelero, lograron llegar hasta los prisioneros y aliviar, en cierta forma, sus sufrimientos. También la madre de Perpetua, y su hermano aun catecúmeno, los visitaron. Su madre llevo a Perpetua a su pequeño hijo, ya que se le permitió alimentarlo y mantenerlo en prisión junto a ella. Una visión, en la que Perpetua se ve a si misma ascendiendo por una escalera que llegaba hasta verdes praderas, donde pastaba un rebaño de ovejas, le confirmó que se acercaba su martirio.

Pocos días después el padre de Perpetua, al escuchar el rumor de que el juicio de los prisioneros cristianos pronto tendría lugar, visitó nuevamente la prisión y le suplico, por lo más sagrado para ella, no traer esta desgracia a su nombre; pero Perpetua se mantuvo fiel a su fe. Al día siguiente tuvo lugar el juicio de los seis confesores, ante el Procurador Hilariano. Los seis confesaron resueltamente su Fe Cristiana. El padre de Perpetua, llevando en brazos el hijo de esta, se le acercó nuevamente y trató, por ultima vez, de inducirla a la apostasía; el procurador también razonó con ella, pero fue en vano. Ella se rehusó a hacer un sacrificio a los dioses para la protección del emperador. 

El procurador, por lo tanto, sacó al padre por la fuerza, momento en el cual él fue azotado. Los cristianos fueron condenados a ser despedazados por bestias salvajes y dieron gracias a Dios por ello. En una visión, Perpetua vio a su hermano Dinocrates, que había muerto a los siete años, que parecía estar apenado y enfermo, pero luego estaba feliz y saludable. En otra aparición, se vio a ella misma luchando con un salvaje etíope, a quien venció, lo que le indicó que ella no estaría luchando contra bestias salvajes, sino contra el Demonio. Saturo quien también escribió sus visiones, se vio a si mismo y a Perpetua transportados por cuatro ángeles hacia un hermoso jardín del Este, donde se encontraron con otros cuatro cristianos norteafricanos que sufrieron martirio durante la misma persecución, estos eran Jocundus, Saturnino, Artaius y Quinto. También vio en su visión al Obispo Optatus de Cartagena y al sacerdote Aspasius, quien pidió a los mártires que se reconciliaran entre ellos. Mientras tanto, se acercaba el festival por el cumpleaños del Emperador Geta, ocasión en que los condenados cristianos se enfrentarían a las bestias salvajes en los juegos militares; por ello, fueron transferidos a la prisión del campamento. El carcelero Pudens había aprendido a respetar a los confesores, y permitió que otros cristianos los visitaran. También ser permitió el acceso al padre de Perpetua, quien trató nuevamente, de manera infructuosa, de pervertirla.

Segundo, uno de los confesantes, murió en prisión. Felicidad, quien al momento de su encarcelamiento, contaba con ocho meses de embarazo, pensaba que no se le permitiría sufrir martirio junto con los demás, ya que la ley prohibía la ejecución de una mujer embarazada. Afortunadamente, dos días antes de los juegos dio a luz a una niña, que fue adoptada por una mujer cristiana. El 7 de Marzo, los cinco confesantes fueron llevados al anfiteatro. 

A petición de la muchedumbre pagana, primero fueron azotados; luego, un jabalí, un oso y un leopardo se colocaron frente a los hombres, y una vaca salvaje frente a las mujeres. Heridos por los animales salvajes, se dieron uno a otro el beso de la paz, y fueron pasados por la espada. Sus cuerpos fueron enterrados en Cartagena. Su día de fiesta fue solemnemente conmemorado incluso fuera de Africa. Así, los nombres de Felicidad y Perpetua ingresan al calendario Filocaliano, es decir, el calendario de los mártires venerados públicamente en el siglo IV en Roma. Posteriormente, se construyo una magnifica basílica sobre su tumba la Basílica Mayor; que la tumba estaba efectivamente bajo esta basílica, fue comprobado con posterioridad por Pere Delattre, quien descubrió allí una antigua inscripción con el nombre de los mártires.

La fiesta de estos santos aun se celebra el 7 de Marzo. La descripción en latín de su martirio fue descubierta por Holstenius, y publicada por Poussines. Los capítulos iii-x contienen la narración y las visiones de Perpetua; los capítulos xi-ciii las visiones de Saturo; los capítulos i, ii, y xiv-xxi fueron escritos por un testigo ocular poco después de la muerte de los mártires. En 1890 Rendel Harris descubrió una narración similar en griego, la que publicó en colaboración con Seth K. Gilfford (Londres, 1890). 

Varios historiadores sostienen que este texto griego es el original, mientras que otros sostienen que los textos griego y latino son contemporáneos; pero no hay duda de que el texto latino es el original y el griego es solamente una traducción. 

Que Tertuliano es el autor de estos Hechos es una aseveración sin pruebas. La afirmación de que todos o algunos de estos mártires eran montanistas también carece de pruebas; al menos, no hay indicación de ello en los Hechos.

HOLSTENIUS, Passio SS. MM. Perpetuae et Felicitatis, ed. POSSINUS (Roma, 1663);
RUINART, Acta sincera martyrum (Ratisbon, 1859), 137 sqq.;
Acta SS., March, I, 633-38;
HARRIS y GIFFORD, The Acts of Martyrdom of Perpetua and Felicitas (Londres, 1890);
ROBINSON, The Passion of S. perpetua in Texts and Studies, I (Cambridge, 1891),2;
FRANCHI DE'CAVALIERI, La Passio SS. Perpetuæ et Felicitatis in Röm. Quartalschr., supplement V (Roma, 1896); Bibliotheca Hagiographica Latina, ed. BOLLANDISTS, II, 964;
Analecta Bollandiana (1892), 100-02; 369-72; ORSI, Dissertatio apologetica pro SS. Perpetuae, Felicitatis et sociorum martyrum orthodoxiâ (Florencia, 1728);
PILLET, Les martyrs d'Afrique, Histoire de Ste Perpetua et de ses compagnons (Paris, 1885);
AUBÉ, Les actes des SS. Felicite, Perpétue et de luers compagnons in Les chretiens dans l'Empire Romain (Paris, 1881), 509-25;
NEUMANN, Der ramische Staat und die allgemeine Kirche, I (Leipzig, 1890), 170-76, 299-300;
ALLARD, Histoire des persecutions, II (Paris, 1886), 96 sqq.;
MONCEAUX, Histoire litteraire de l'Afrique chrétienne, I (Paris, 1901), 7 0-96;
DELATTRE, La Basilica Maiorum, tombeau des SS. Perpetue et Félicité in Comples-rendus de l'Académie des Inscriptions et Belles-Lettres (1907), 516-31.

J.P. KIRSCH Transcrito por Michael T. Barrett Dedicado a JoAnn Smull Traducido por Sara Ward S