8 de Diciembre
Nació el 29 de Octubre 1832, en Nobol, arquidiócesis de Guayaquil (Ecuador) el día de San Narciso.
Sus padres eran agricultores y buenos cristianos. La fecha de su bautismo es desconocida.
Contaba con 7 años cuando recibió el sacramneto de la Confirmación de manos de Mons. Francisco Javier de Garaicoa, primer Obispo de Guayaquil, el 16 de Septiembre de 1839, dentro de las fiestas patronales del Señor de los Milagros de Daule.
A los 15 años aprendió el oficio de costurera que ejerció a domicilio y en las familias vecinas. Desde muy joven recibió como don del Espíritu Santo, un gran amor a la Oración: dejaba a menudo los juegos y los amigos para retirarse a su habitación o junto a un árbol de guayabo en la hacienda familiar, para orar.
Pasó su vida en familia, dedicada a las tareas domésticas y a la costura, creando una admósfera de caridad, alegría y paz entre sus cuatro hermanos y sus cuatro hermanas.
Siendo niña perdió a su madre. Así, ella tuvo que encargarse de la crianza y educación de sus hermanos menores. En esos años conoció la vida de Santa Marianita de Jesús, quien apenas había sido beatificada poco tiempo antes, y a quien imitará con su vida, hasta tal punto que uno de sus directores espirituales escribió “basta leer la vida de Santa Marianita para conocer las virtudes de Narcisa”.
De esa época de su vida se recuerda su caridad, su alegría, su gran amor por la oración y la gran importancia que le daba a la dirección espiritual.
Cuando tenía 18 años muere su padre, y ella emigra a Guayaquil. Allí trabaja como costurera y comienza a dirigirse con Luis Tola, quien después será obispo de Portoviejo.
En la catedral de Guayaquil, y antes en la parroquia de Daule, dedicó mucho tiempo al apostolado, especialmente a los niños, a quienes les enseñaba catecismo. También trabajó con jóvenes abandonadas y refugiadas en la “Casa de las Recogidas” y visitaba a los enfermos y moribundos. Después se trasladó algún tiempo a Cuenca para atender a Monseñor Amadeo Millán, quien era su director espiritual, y que había contraído tuberculosis.
En 1867, cuando fallece monseñor Millán, regresa a Guayaquil, a la “Casa de las Recogidas”, donde, junto con la Beata Mercedes de Jesús Molina, enseña costura a las niñas huérfanas.
Algunos de sus directores han destacado el amor que ella tenía a Jesús en la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Cuando vivía en Guayaquil perteneció a la Asociación Piadosa de Hijas de María, cuyo programa consistía en la práctica de las virtudes cristianas a imitación de María y en las obras de apostolado y de caridad.
En 1868 se trasladó a Lima (Perú) para continuar la dirección espiritual con el sacerdote franciscano Pedro Gual, quien poco después partió para Roma. Por esto tuvo que comenzar a dirigirse con el p. Manuel Medina, de quienes son la mayoría de los escritos que nos han llegado sobre ella. Este sacerdote, previendo un posible proceso de beatificación, los hizo corroborar con la firma de un Notario Público.
En Lima vivió en el Convento del Patrocinio como huésped o como pensionista, nunca como religiosa, ganándose el sustento con las labores de su propia mano.
En Septiembre de 1869 se inicia su última enfermedad. En los últimos momentos de su vida los dolores de su enfermedad se hicieron muy intensos, pero ellas los soportó heroicamente, abandonándose a la voluntad de Dios, y ofreciéndose como víctima por la conversión de los pecadores. Falleció el 8 de Diciembre después de haber comulgado.
Fue beatificada por San Juan Pablo II el 25 de Octubre de 1992 y canonizada el 12 de Octubree de 2008 por el Papa Benedicto XVI.
Sus milagrosas intercesiones
Para su beatificación
Juan Pesántez Peñaranda es un hombre solitario. Nunca se casó y tampoco conoce sus orígenes familiares porque a los nueve meses fue regalado a una pareja en Gualaceo, la que a los 10 años abandonó para ir a trabajar en las bananeras de Pasaje, en El Oro.
Allá fue donde se golpeó la frente con un tallo de plátano, lo que le originó varios tumores, que luego se comprobaron eran cancerosos. Pero en 1967, tras repetidas intervenciones quirúrgicas que no le ayudaron a superar el mal que padecía, recibió “la sanación de Narcisita”, dice, mientras limpia los pasillos del colegio La Inmaculada, de Guayaquil, donde trabaja por más de tres décadas.
Tenía algo más de 20 años y muchos le decían que pida un milagro.
Pero él no creía. “Solo tenía fe en un Dios lejano”, dice, y cuenta que un día, mientras estaba en el hospital Luis Vernaza, se le acercó un policía quien le sugirió que le escriba a “Narcisita, que era milagrosa, pero le dije que no creía en eso y me quedé dormido”.
Sin embargo, mientras descansaba tuvo un sueño. Ahí habló con ella y le dijo: ‘Narcisita, si es de curarme, ¡cúrame!, sino ¡llévame!’. “Y me respondió ‘te vas a curar. Anda ponle una velita a la Virgen’. Cuando me desperté conté a todos que me iba a sanar, pero la mayoría pensaban que la enfermedad me había vuelto loco”
Para sorpresa de todos, la curación fue real, una comisión médica del Vaticano revisó el caso de Pesántez y en 1991 lo calificó como “un milagro de curación de Narcisa de Jesús”.
Cuenta que tras la sanación, su fe en Dios creció. Llegó a ser de la corriente carismática, actualmente no participa ya de ese grupo pero su fe no a claudicado, va regularmente a misa y visita con frecuencia la iglesia San José, en Guayaquil, donde estaban los restos de Narcisa cuando él superó el cáncer.
Para su canonización
Edermina Victoria Arellano Plúas, que para el 2008 tenía 20 años, y estaba por terminar sus estudios de colegio, Luego desea trabajar como secretaria.
Ella vive en Nobol, donde aprendió el oficio de corte y confección, pero no se imagina vivir dedicada a la costura como lo hiciera Santa Narcisa de Jesús Martillo, a quien, dice, debe la vida.
La joven que, según la Iglesia, recibió un milagro de la sierva, tras la reconstrucción de sus genitales externos, se considera una devota de la Beata, aunque no intenta seguir sus pasos.
Edermina se imagina en una oficina contestando llamadas y manejando el computador, y no descarta casarse y tener hijos.
Canonizada por Benedicto XVI, 12
de Octubre 2008, en la Plaza de San Pedro
Nació el 29 de Octubre 1832, en Nobol, arquidiócesis de Guayaquil (Ecuador) el día de San Narciso.Sus padres, don Pedro Martillo Mosquera y doña Josefina Morán, eran agricultores y buenos cristianos. La fecha de su bautismo es desconocida.
Contaba con 7 años cuando recibió el sacramento de la Confirmación de manos de Mons. Francisco Javier de Garaicoa, primer Obispo de Guayaquil, el 16 de Septiembre de 1839, dentro de las fiestas patronales del Señor de los Milagros de Daule.
A los 15 años aprendió el oficio de costurera que ejerció a domicilio y en las familias vecinas. Desde muy joven recibió como don del Espíritu Santo, un gran amor a la Oración: dejaba a menudo los juegos y los amigos para retirarse a su habitación o junto a un árbol de guayabo en la hacienda familiar, para orar.
Pasó su vida en familia, dedicada a las tareas domésticas y a la costura, creando una admósfera de caridad, alegría y paz entre sus cuatro hermanos y sus cuatro hermanas.
Siendo niña perdió a su madre. Así, ella tuvo que encargarse de la crianza y educación de sus hermanos menores. En esos años conoció la vida de Santa Marianita de Jesús, beatificada poco tiempo antes, y a quien imitará con su vida, hasta tal punto que uno de sus directores espirituales escribió “basta leer la vida de Santa Marianita para conocer las virtudes de Narcisa”. De esa época de su vida se recuerda su caridad, su alegría, su gran amor por la oración y la gran importancia que le daba a la dirección espiritual.
Cuando tenía 18 años muere su padre, y ella emigra a Guayaquil. Allí trabaja como costurera y comienza a dirigirse con Luis Tola, quien después será obispo de Portoviejo. En la catedral de Guayaquil, y antes en la parroquia de Daule, dedicó mucho tiempo al apostolado, especialmente a los niños, a quienes les enseñaba catecismo. También trabajó con jóvenes abandonadas y refugiadas en la “Casa de las Recogidas” y visitaba a los enfermos y moribundos. Después se trasladó algún tiempo a Cuenca para atender a Monseñor Amadeo Millán, quien era su director espiritual, y que había contraído tuberculosis. En 1867, cuando fallece monseñor Millán, regresa a Guayaquil, a la “Casa de las Recogidas”, donde, junto con la Beata Mercedes de Jesús Molina, enseña costura a las niñas huérfanas.
Algunos de sus directores han destacado el amor que ella tenía a Jesús en la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Cuando vivía en Guayaquil perteneció a la Asociación Piadosa de Hijas de María, cuyo programa consistía en la práctica de las virtudes cristianas a imitación de María y en las obras de apostolado y de caridad.
En 1868 se trasladó a Lima (Perú) para continuar la dirección espiritual con el sacerdote franciscano Pedro Gual, quien poco después partió para Roma. Por esto tuvo que comenzar a dirigirse con el p. Manuel Medina, de quienes son la mayoría de los escritos que nos han llegado sobre ella. Este sacerdote, previendo un posible proceso de beatificación, los hizo corroborar con la firma de un Notario Público.
En Lima vivió en el Convento del Patrocinio como huésped o como pensionista, nunca como religiosa, ganándose el sustento con las labores de su propia mano.
En Septiembre de 1869 se inicia su última enfermedad. En los últimos momentos de su vida los dolores de su enfermedad se hicieron muy intensos, pero ellas los soportó heroicamente, abandonándose a la voluntad de Dios, y ofreciéndose como víctima por la conversión de los pecadores. Falleció el 8 de Diciembre después de haber comulgado.
Aspectos para destacar de su vida:
Si bien se pueden destacar varios aspectos de la vida de la beata Narcisa, entre ellos el don de milagros y de profecía, queríamos hacer hincapié solamente en dos: su espíritu de penitencia y de oración y la fidelidad a la dirección espiritual.
La fidelidad a la dirección espiritual: ella valoraba mucho la dirección espiritual. Siempre tuvo un director espiritual y seguía sus consejos, y consideraba la dirección espiritual como uno de los medios más eficaces para llegar a la santificación. Hasta tal punto la valoró que cuando ya no tenía director espiritual en Guayaquil, viajó a Lima, en donde falleció, para poder continuar con la dirección espiritual.
La penitencia: al igual que Santa Marianita de Jesús,enamorada de Cristo crucificado quiso reproducir en su cuerpo los tormentos del Señor en su pasión para ser una imagen perfecta de Él. Su último director espiritual escribe “sus mortificaciones fueron rígidas: siempre estaba vestida de cilicio, diariamente se daba disciplina de sangre, tenía 8 horas de oración diaria ... llevaba constantemente en su cuerpo la crucifixión del salvador por los intensos dolores que experimentaba. Todas las noches hacía cuatro horas de oración coronada de espinas que le penetraban la cabeza, colgada de una cruz sembrada de algunos clavos. Dormía en el suelo sobre unas puntas de acero que tenía preparadas al intento”. Este es uno de los tantos testimonios acerca de las penitencias que la beata Narcisa hacía.
Algunos extractos de la homilía de beatificación del papa Juan Pablo II
“Narcisa de Jesús Martillo Morán, joven laica nacida el siglo pasado en Nobol, es presentada hoy por la Iglesia como un modelo de virtud, especialmente para tantas mujeres de América Latina que, como ella, tienen que emigrar del campo a la ciudad en busca de trabajo y sustento...”
“En esta joven ecuatoriana que sólo vivió 37 años entre continuas mortificaciones y duras penitencias corporales, encontramos la aplicación constante de la sabiduría de la cruz en cada circunstancia de la vida. Ella estaba firmemente persuadida de que el camino de la Santidad pasa por la humillación y abnegación, es decir, por el sentirse crucificada con Cristo...”
“La espiritualidad de Narcisa de Jesús está basada en el escondimiento a los ojos del mundo, viviendo en la más profunda humildad y pobreza, ofreciendo al Señor sus penitencias como holocausto para la salvación de los hombres”
Los santorales antiguos señalaban el 29 de octubre la festividad de San Narciso, Obispo de Jerusalén. Por lo tanto, no creemos errar al afirmar que Narcisa nació el 29 de octubre de 1832. Desgraciadamente, por más que se ha buscado, no se ha encontrado su fe de bautismo, único documento que confirme esta intuición.
Narcisa de Jesús perteneció a una rancia y cristiana familia campesina. Fue su padre, don Pedro Martillo Mosquera quien después de vivir unos pocos años en unión libre, costumbre muy habitual hasta el día de hoy entre los campesinos, contrajo matrimonio a los 28 años de edad con doña Josefa Morán y juntos procrearon 9 hijos.
Sobresalió como uno de los principales vecinos del Recinto San José, en "los parajes de Nobol" del cantón Daule. Dotado de una clara inteligencia y de espíritu de trabajo, logró amasar una apreciable fortuna. Analfabeto, como la mayoría de los campesinos de su época, supo desempeñarse con agilidad y natural ingenio en los negocios.
El desahogado patrimonio familiar que llegaron a poseer se debió, ante todo, al esfuerzo personal de ambos, unido a herencias recibidas con las que formaron el haber de la sociedad conyugal. Su hija Narcisa contaba dos años de edad cuando fue nombrado "Teniente Corregidor de Nobol, el 30 de diciembre de 1834 y nuevamente "el 25 de diciembre de 1835 fue electo Teniente de San José".
Parece que la muerte prematura de su madre (36 años) reforzó su naturaleza ya de por sí dada al recogimiento y al silencio interior. Es una niña que le gusta la soledad activa de la oración.
Su primer templo fue la naturaleza, que con voces místicas, la invitaba continuamente a la plegaria y al retiro. Así se iba perfilando la personalidad de la joven Narcisa en una vida de mujer campesina, trabajadora, entregada a los demás y con experiencia de Dios en la oración.
Pasó su niñez y juventud en el campo, creciendo sana y laboriosa en contacto con la naturaleza y conociendo las necesidades y las penurias de los pobres campesinos.
Desde 1972 los restos permanecen en su pueblo natal, Nobol. |
Su cuerpo incorrupto es trasladado desde Perú a Guayaquil, el 30 de Abril de 1955 por su sobrino nieto Miguel Martillo Ronquillo que trajo de Lima sus restos por las Aerolíneas Panamá.
Primero estuvieron depositados quince días en la iglesia del Santísimo Sacramento en Pío Montúfar y Manabí, después pasaron a un pasadizo situado a un costado de la iglesia de los jesuítas de San José, expuestos a la veneración de los fieles.
En 1972 se realizó su traslado secreto a Nobol y el 83 le construyeron una cripta a pocos pasos.
Y ahora permanece en su pueblo natal.