Santa Crispina, mártir

5 de Diciembre
Nació en Tagora.
Era madre de familia y bastante anciana.
Decapitada en Tebessa o Tebeste, Numidia, Argelia, por mandato del procónsul Anolino durante la persecución de Diocleciano y Maximiano.

Su martirio está documentado por las “Actas de los Mártires”, que no han sido retocadas, y el propio san Agustín dice: "Los perseguidores se volcaron contra Crispina, contra esta mujer rica y delicada: pero ella era fuerte porque el Señor era su protección...

Esta mujer, hermanos ¿hay alguno en África que no la conozca? Fue muy conocida, de familia noble y riquísima. Pero su alma no ha cedido: ha estado el cuerpo ha ser golpeado".
Habían ya martirizado a sus compañeros y le preguntaron: "¿Quieres vivir mucho o morir entre el tormento como tus otros compañeros?
- Si quisiera morir -dijo la mujer- no tendría más que dar mi consentimiento a los demonios, dejando que mi alma se pierda en el fuego eterno".
Martirologio Romano: En Theveste, de Numidia, (actual Tébessa de Argelia), pasión de santa Crispina Thagorense, madre de familia, la cual, en tiempo de Diocleciano y Maximiano, al no querer sacrificar a los ídolos fue decapitada por mandato del procónsul Anolino († 304).

Etimológicamente: Crispina = “de pelo rizado”. Viene de la lenguas alemana

Breve Biografía
Esta mujer tenía mucho dinero e hijos a quien alimentar y educar. Vivía en Tebaste, Africa, al final del siglo III y comienzos del IV.

La gracia de Dios tocó su corazón. Resplandecía ante todos por su virtud y todos, ya en vida, comenzaron a llamarla la "santa". Su salud no era muy fuerte que digamos, pero lo compensaba todo con la fortaleza de su alma. Dios aumentaba la fuerza de su alma como dice el Salmo. Los creyentes en Cristo el Señor la querían y respetaban con cariño profundo.

Era una buena consejera en asuntos cristianos y humanos. Las dos cosas van íntimamente unidas. Las orientaciones que daba, eran acertadas. Todo era paz y felicidad hasta que estalló la décima persecución de Diocleciano. Este hombre estaba ciego y maniático por acabar con todos los nuevos creyentes.

Una de las primeras víctimas -porque era la más conocida- fue santa Crispina.

La llevaron ante la presencia del juez Anulino. Le hizo muchas preguntas. Y más amenazas todavía. Ella no se inmutaba ante nadie. El mismo juez sintió la humillación ante la valentía de esta señora. La atormentó sin cesar hasta dejarla extenuada. Irritado, mandó que la degollaran en Tebaste el 5 de diciembre del año 304.