San Blas, Obispo y Mártir

3 de Febrero

Martirologio Romano:
San Blas, obispo y mártir, que, por ser cristiano, padeció en tiempo del emperador Licinio en la ciudad de Sebaste de Armenia (Sivas de la actual Turquía) (c. 320).
Etimología:  Blas = Aquel que es tartamudo, de origen latino

Nació en Sebaste (Armenia) en la segunda mitad del siglo III.
Según la tradición fue médico y cristiano ejemplar.

Una figura carismática y querida
Blas de Sebaste (Sebasteli Vlas en turco) provenía de una familia cristiana adinerada, hecho que le permitió estudiar y ejercer como médico. Por su buen hacer profesional, Blas se convirtió en una figura muy carismática, influencia social que utilizaba para predicar el evangelio; su prestigio en la comunidad era tal, que fue ordenado obispo de forma unánime, tanto por el clero como por el pueblo, a una edad muy joven.

Vida eremita
Ejerció como obispo de Sebaste, hasta que la gran persecución de Diocleciano (la última y más violenta persecución cristiana durante el Imperio Romano) le alcanzó y tuvo que “auto exiliarse” y así comenzó a vivir como eremita en una cueva en el monte Argeus, desde donde sanaba y ayudaba espiritualmente a los perseguidos.

Durante su vida como ermitaño estableció un fuerte vínculo con los animales salvajes, que según la leyenda acudían a él cuando estaban heridos con el fin de ser curados. Un día un grupo de cazadores, que buscaban fieras para unos juegos, se encontraron a un grupo de animales rodeando al santo; los cazadores planearon capturar a los animales, pero San Blas percibió sus intenciones y espantó a las bestias. El noble gesto fue apercibido con rencor por los cazadores quienes decidieron capturar a San Blas y entregarlo a Agrícola, de aquella gobernador de Cappadocia.

Curaciones milagrosas y martirio de San Blas
Según cuenta la leyenda en el tránsito desde la montaña al palacio del gobernador, durante el cual San Blas recibió innumerables muestras de afecto, realizaría algunas curaciones milagrosas, siendo especialmente conocida aquella gracias a la cual salvó a un niño de morir ahogado, En efecto, se conoce en su Pasión que mientras llevaban al santo al martirio, una mujer se abrió paso entre la muchedumbre y colocó a los pies del santo obispo a su hijo que estaba muriendo sofocado por una espina de pescado que se le había atravesado en la garganta. San Blas puso sus manos sobre la cabeza del niño y permaneció en oración.
Un instante después el niño estaba completamente sano. Este episodio lo hizo famoso como taumaturgo en el transcurso de los siglos, y sobre todo para la curación de las enfermedades de la garganta; este milagro es el origen de que San Blas sea el patrón de los enfermos de garganta y de los otorrinolaringólogos y explica además la costumbre de bendecir las gargantas en coincidencia con su santoral.

La historia también cuenta que cuando el gobernador se enteró de que el reo era un obispo cristiano mandó que lo torturasen con crueldad, pero San Blas de Sebaste se mantuvo firme y nunca renegó de su fe. El líder romano elevó la apuesta y ordenó que sus carnes fueran desgarradas con un cardador de púas, pero ni con esas consiguió romper la voluntad del preso que acabaría siendo decapitado, dando fin a su martirio e inicio a una devoción por su figura que a día de hoy está muy extendida por Europa y América.

Blas de Sebaste es sin duda una de las personalidades más veneradas del cristianismo, una vida de leyenda que tuvo su marco histórico en el actual territorio de Turquía y que nos recuerda la importancia de esta tierra en la evolución y consolidación de la religión cristiana.

Oración:
Escucha, Señor, las súplicas de tu pueblo, que hoy te invoca apoyado en la protección de tu mártir san Blas: concédenos, por sus méritos, la paz en esta vida y el premio de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 
 Candelabro con dos velas cruzadas, utilizado en la celebración de la bendición de las gargantas en la festividad de San Blas