Circuncisión del Señor


1 de Enero

Fuente: infocatolica
Isaac García Expósito

El día uno de enero, según el calendario vigente, se celebra la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Esta fiesta es uno de los ejemplos con lo que los arqueólogos bugninistas procedieron en la Sagrada Liturgia.

En los Misales anteriores a la reforma de Juan XXIII, el día uno de enero se celebraba la fiesta de la Circuncisión del Señor, por lo menos desde el siglo VI.

En la liturgia de dicho día confluían tres fiestas a la vez:
1º.- Era la que se denominaba en los Sacramentarios antiguos con el título de «En la Octava del Señor», ya que hace ocho días que nació el Señor. Muchos de los textos de la liturgia del día son de hecho las de Navidad.

2º.- Una fiesta dedicada a la Santísima Virgen. Una segunda misa se celebraba antiguamente este día en Santa María de la Antigua, en el foro, cuya dedicación, posiblemente fuese el día de hoy. Un recuerdo de dicha fiesta subsiste en la fiesta, por ejemplo en las oraciones de la misa, los salmos y las antífonas de vísperas. En las anteriores se canta la maternidad de la Virgen y son muy bellas. Un ejemplo es la tercera antífona del salmo de vísperas que dice así:

Rubum quem víderat Móyses incombústum, conservátam agnóvimus tuam laudábilem virginitátem: Dei Génitrix, intercede pro nobis.
Reconocemos, ¡oh María!, que siempre se ha conservado intacta tu gloriosa virginidad, como la zarza que vio Moisés sin consumirse. Madre de Dios, intercede por nosotros.

3º.- La fiesta de la Circuncisión, propiamente. Fue Moisés (Jn 7,22) el que impuso en nombre de Dios este rito purificatorio a todos los israelitas varones en el octavo día de su nacimiento. La circuncisión era una figura del bautismo, por el cual, el hombre es espiritualmente circuncidado. En el tercer nocturno del oficio de lectura, dice San Ambrosio: «Veis cómo toda la Ley Antigua fue imagen del futuro: porque la circuncisión significa la expiación de los pecados. El que es circuncidado espiritualmente, por la poda de sus vicios, es juzgado digno de las miradas del Señor».
Además, ésta fue la primera sangre que vertió el Salvador para lavar con ella nuestras almas y, por otra parte, así la Iglesia nos infunde como hemos de cercenar todo vicio incipiente en nosotros, como queda reflejado perfectamente en la oración Secreta y en la Postcomunión:

Secreta:
Munéribus nostris, quaésemus, Dómine, precibúsque sucéptis, et caeléstibus nos munda mystériis, et cleménter exáudi. Per Dóminum nostrum…
Señor, habiendo ya aceptado nuestras ofrendas y oraciones, purifícanos por estos celestiales misterios y óyenos benignamente. Por nuestro Señor Jesucristo….

Poscomunión:
Haec nos commúnio, Dómine, purget a crímime: et, intercedénte beáta Vírgine Dei Genitríce María, caeléstis remédii fáciat esse consortes. Per eúmdem Dóminum nostrum…
Purifíquenos, Señor, esta comunión de todo pecado, y por intercesión de la bienaventurada Virgen, y Madre de dios, María, nos haga participantes del remedio celestial. Por el mismo Señor….

Esta fiesta pasó al Misal de Juan XXIII con el nombre de la Octava de Navidad, aunque el contenido fue el mismo. ¿Se estaría apuntando a lo que vino después?

Los novusordistas dan como justificación del cambio, la recuperación de una fiesta antigua que había desaparecido con el tiempo. Como ha quedado reflejado arriba, lo único que borró el tiempo fue el nombre, porque tanto el propio del Oficio Divino, como la colecta y la Estación a la Basílica de Santa María la Mayor – no a otras Basílicas romanas dedicadas a Nuestro Señor -, fue conservado.

La hermosa oración colecta dice así:
Deus qui salutis aeternae, beatae Mariae Virginitate foecunda, humano generi premia prestitisti: tribue quaesumus ut ipsam pro nobis intercedere sentiamus, per quam meruimus autorem vitae sucipere Dominum nostrum Jesum Christum, filium tuum. Qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritu Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum.

Oh Dios, que por la fecunda virginidad de la bienaventurada Virgen María, procuraste al género humano la gracia de la salvación eternal: haznos sentir la eficacia de su intervención, por la cual nos fue dado recibir al Autor de la vida, a nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quienco contigo vive y reina….
Como se puede comprobar, la Virgen María nunca fue excluida de la fiesta de la Circuncisión, lo que sí ha ocurrido al contrario.

Esta fiesta litúrgica de la Circuncisión es muy importante desde el punto de vista doctrinal. La primera consideración que podemos hacer procede de las lecturas que se hacen en el segundo nocturno del oficio de Maitienes, donde el Papa San León Magno dice:
La lectura que se hace en el Segundo Nocturno, el Papa San León Magno,

En una y otra naturaleza se halla el mismo Hijo de Dios, que asumió lo que nos pertenece y no abandonó lo que le es propio. Renovó al hombre en el hombre y permaneció en sí mismo inmutable. La divinidad que Él tiene de común con el Padre no sufrió ningún detrimento de su omnipotencia, ni la condición de siervo hizo violencia a la condición de Dios.

La Circuncisión del Señor es un hecho importante para probar Su naturaleza humana, ya que fue Él mismo el que recibió la circuncisión, la Persona del Hijo de Dios, no un fantasma ni un cuerpo asumido. La sangre que fluye es realmente Su Sangre, substancia que tomó de la Santísima Virgen.

Por otra parte, que el Señor fuera circuncidado es importante ya que se unen el Nuevo y el Viejo Testamento, el antiguo sacrificio y el nuevo sacrificio eucarístico, el cordero pascual y el Cordero de Dios. Cristo, el Niño profetizado por Isaías (7,14), cumple con la Antigua Ley, llevándola a su plenitud: esto es precisamente lo que enseña la Iglesia apuntando a Cristo como judío. La consecuencia es tremenda: los judíos no tienen su propio mandamiento vigente.

Igualmente es muy importante la relación que hay entre el signo de la Circuncisión del Señor, y el sacramento del Bautismo, como afirma San Ambrosio en la cita de más arriba.

Finalmente, cerrando la fiesta como un todo, la Virgen María, presente en los misterios esenciales de nuestra salvación: Nacimiento, Circuncisión y Muerte del Señor.

¿Y qué más nos enseña la Iglesia con esta fiesta? Pues que el Bautismo no se puede diferir, como ocurre hoy en día, donde los niños casi juntan el Bautismo con la Comunión.

La Liturgia y el dogma están unidos. A la vista de todo lo anterior, se comprende el interés que ha puesto el Santo Padre en la recuperación del Usus Antiquior. La Liturgia no es un mecano, sino un árbol que está vivo, que crece y se desarrolla, que debe ser podado también.

El arqueologismo es muy peligroso, además de dañino; un ejemplo es la Fiesta de la Circuncisión del Señor. Se ha olvidado todo lo añadido por la Liturgia viva de la Iglesia, orillando elementos de mucha profundidad no sólo litúrgica, sino teológica y antropológica.

Los que hemos nacido bajo el novus ordo, si no es por la acción del Papa Benedicto, habríamos perdido el contacto con la Liturgia viva de la Iglesia.

Queda una cuestión que dejo abierta para los lectores. Visto lo que se apuntaba ya desde los tiempos de S.S. Pío XII, donde empezaron las primeras modificaciones en la Liturgia, ¿sería bueno volver a los tiempos anteriores a Pío XII y, desde aquí, renovar la Liturgia teniendo en cuenta lo bueno y lo malo sucedido desde entonces?


Fuente: Leamos la Biblia

Habiendo llegado el octavo día, en que el Niño había de ser circuncidado, fue llamado Jesús (Lc. 2,21)
La circuncisión era el signo de la alianza dado al pueblo de Dios, obligado a toda la Ley, y destinado a participar en las promesas mesiánicas. Significaba, además participar de circuncidar el corazón con sus malos afectos y concupiscencias, para llegar a la vida eterna.

El Niño – Dios, legislador y jefe del Antiguo Testamento, estaba sobre esta ley positiva. Pero, no habiendo desdeñado la "forma de esclavo" en la encarnación, quiere llevar ahora la nota servil del pecado sobre su divina carne, como habría de cargar más tarde con la pena del mismo. Concebido de Espíritu Santo, que lo santifica todo; unido en persona al Hijo de Dios, que es el Santo de los Santo por esencia, no necesita ser circuncidado. Pero, siendo el Mesías, que realiza todas las figuras y promesas antiguas, se presenta como verdadero hijo de Abraham; honra la Ley, que era el camino hacia Cristo, sujetándose a ella para "cumplir toda justicia" (Mt. 3,14), dando el maravilloso ejemplo de perfecta obediencia y humillación, a fin de hacernos libres de ese yugo de servidumbre. Por su sangre debe ser nuestro Salvador. Esta poca sangre que derrama obliga a Dios a todo lo demás; con ella empieza a comprar el inefable nombre de Jesús. Para hoy cuadran mejor las palabras de fray Luis de León, Al Nacimiento

Noche feliz do estaban mano a mano. Bailando al son del llanto del Nacido, ángeles y pastores juntamente.

Las humillaciones de la circuncisión fueron compensadas por la gloria del nombre que recibió el Infante: Jesús, que quiere decir: "Jehováh salva", "Dios es salvación", "Salvador

No es por azar, ni por tradición de familia, ni por corazonada del hombre; sino por la intimación del Padre celestial, transmitida por el arcángel: Y le llamarás su nombre: Jesús.

Nombre eficaz que expresa en compendio la obra y oficio de Cristo, su naturaleza y destinación en provecho de los hombres. Otros personajes israelíes habían llevado ese nombre; pero únicamente el Cristo realiza lo que su nombre significa; pues Él es el que ha de salvar a su pueblo librándole de sus pecados (Mt 1, 21) ; con lo cual queda bosquejada la índole espiritual del reino mesiánico: destrucción del pecado y florecimiento de la santidad. Es, pues Jesús, el nombre propio, persona y completo, de Hombre – Dios. Resuena en la cuna y brilla en la cruz a la confluencia de las naciones. Sobre todos los nombres preclaros que los profetas le dieron, Él escogió el nombre que expresa toda la clemencia de un Dios misericordioso e inspira a los pecadores la máxima confianza de salvación. Habitando en Él todas las riquezas de la Divinidad, "de ninguna de sus grandezas se precia ni hace nombre sino de nuestra salud" dice fray Luis de León. "El nombre de Jesús está en todos los nombres que Cristo tiene, porque todo lo que en ellos hay se endereza y encamina a que Cristo sea perfectamente Jesús. Jesús es su ser, Jesús con sus obras, Jesús es su nombre, esto es, piedad y salud". Leed todo el sabrosísimo capítulo de Jesús en Los nombres de Cristo, que es imposible extractar, y sería atrevimiento alternar en su galanura, digna de Platón, y de más alcances que los Diálogos griegos. 

Oportunísimo se le pone el nombre augura en la ceremonia rígida. Se hace digno de él y de su gloria, pues comienza a comprarlo con el inefable precio de sus primicias de sangre, cuya efusión "a borbotones", en el Calvario será la causa de salud eterna para todos los que le obedecen (Hebr. 5,9). Ya puede proclamar San Pedro, al hacer la apología de su eficacia, en la curación del cojo de nacimiento, delante de Sanedrín protervo, que no se ha dado otro nombre a los hombres debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos (Act. 4,12). Por eso se considera venturosos de revelarlo al mundo, de ser sus heraldos y testigos, y de "padecer contumelia por el nombre de Jesús". En el libro de los Hechos de los Apóstoles y en las Epístolas vibra el más emocionante poema del nombre de Jesús. San Pablo lo repite más de doscientas veces en sus escritos. Todas las bendiciones están vinculadas en este nombre, que es para nosotros un verdadero sacramental: consuelo, eficacia en la oración, victoria en las tentaciones, luz, medicina, alimento, vida eterna. Por lo que toca al Salvador mismo, es el instrumento de su gloria; por su medio se le tributa toda case de honores, y el poder de los milagros que se suceden en el mundo ilumina este nombre magnífico. Y es, finalmente, la recompensa gloriosa de la humillación de la cruz, de manera que aún hoy, a este nombre, que está sobre todo nombre, se doblan todas las rodillas, en el cielo, en la tierra y en los infiernos (Filip. 2, 10).

Los paganos celebran el 1º de enero la alborotada fiesta de las "Estrenas" o de los "Regalos", por los que se cambiaban entre familiares y amigos, en felices augurios de año nuevo. Las danzas callejeras degeneraban en vituperables orgías. Los Santos Padres levantaron su voz porfiadamente, y , para amparar a los fieles contra aquel turbión de locuras, instituyeron una festividad, en algunas partes precedida de ayuno. Esta celebración se interpretó diversamente desde su origen. Ya en el siguió VI las Galias conmemoraban en ella la Circuncisión del Señor.

En Roma tomó carácter de octava de Navidad, para equiparar a la Pascua o Pentecostés, únicas entonces, decoradas con este breve ciclo de magnificencia.

En otras partes se daba especial relieve a la Maternidad de María que campea admirablemente, como pimpollo auroral en Adviento, y como realidad espléndida en toda la conmemoración navideña.

Por fin, en el siglo IX, la Iglesia Romana, aceptando el sentido de la liturgia galicana, estableció universalmente la fiesta de la Circuncisión del Señor.

La primitiva fiesta de la Circuncisión del Señor desdobló su riquísimo contenido al instruirse aparte, en el siglo XVI, la Conmemoración del Santísimo Nombre de Jesús.

Sus orígenes contrastan con la placidez del oficio litúrgico. Un nombre arrebatado, vibrante, y a la vez ungido, lo sintetizan todo: San Bernardino de Siena, observante franciscano. Epoca trepidante, de transición, la de Cuatrocientos. Violentos contrastes de religiosidad popular y de corrupción de los "intelectuales". Chocan dos mundos: la síntesis cristiana del medievo con la mentalidad clasista, rebelde y corruptora, de falso Renacimiento.

Lorenzo Valla, "verdadera ave precursora de la borrasca", expuso el programa radical: Sobre el placer (1431), Beccadelli, con sus delicados cuanto procaces versos, recela toda la abominación que alienta en aquel Renacimiento literario libertino. Poggio y cien otros que juegan alegremente a la revolución, precipitan todas las tendencias disolventes que tendrán más tarde un nombre sintético: Lutero y seguidores se enfurecen, atrevidos libelistas, contra las ordenes mendicantes, porque de ellas salen los voceros de la genuina reforma, bajo la dirección de los Papas, los cuales, sin miramientos humanos, descubrían sus llagas y las cauterizaban briosamente.

Italia, empero, produjo, contra la caricatura de Valla y de Poggio, una falange de predicadores populares, cuya poderosa eficacia admiran aún hoy día los no creyentes. Bernardino de Siena es reverenciado por todos como dechado y caudillo. Un día San Vicente Ferrer pronosticó que Bernardino sería el continuador de su obra. Efectivamente, recorre el humilde franciscano toda la Italia, más embrutecida durante la ausencia de los Papas a causa del destierro de Aviñón y del deplorable cisma de Occidente.
 Por todas partes, luchas contra el Imperio y contra la Iglesia; guerras de ciudad contra ciudad; banderías civiles, güelfos y gibelinos, matanzas, odios, saqueos... Ahi, serva Itaia, di dolore ostello, - Nave senza nocchiero in gran tempesta... Todo en el ardiente misionero es vivo: declamación, gesto, aspecto ascético, que recordaba a San Francisco; imágenes, refranes, toda la vida del dialecto sienés, todo, con gran dignidad, bulle en las prediche volgari de un condottiero espiritual, que sólo admite parangón con aquella otra genial compatricia suya, Santa Catalina de Siena. 

Las multitudes no cabían en las iglesias, y en despoblados le oían hasta treinta mil oyentes. A diferencia de Savonarola, estuvo por encima de los partidos que dividían ciudades y pueblos. Los fieles clamaban a grandes sollozos: "¡Misericordia!" Se hacían grandes hogueras – brugiamientos della vanitá – donde eran echados montones de objetos de adorno y de superstición.

Y las ciudades se reconciliaban con pactos de paz. "Creíamos ser ya todos santos", dice el ingenuo cronista de Viterbo. Por ventura ninguna otra edad ofrece ejemplos tan extraordinarios de conversiones como aquel siglo.

¿Cuál era el secreto de Bernardino? Al entrar en una ciudad, le precedía el estandarte del monograma de Jesús, IHS, rodeado de doce rayos con una cruz por remate. Lo solía fijar en el púlpito, y después del sermón lo presentaba a la veneración de los fieles. A veces sacaba una tabla con el mismo monograma muy visible, para que el pueblo invocase al dulcísimo nombre. Así como Valla había asestado, en vano, sus "diálogos" contra el monacato ahora Poggio lanza sus sarcasmos contra aquellos "jesuitas". Los humanistas, por su parte, denuncian al Papa la "innovación herética, con sabor de idolatría".

 Pero Martín V, que dio solución satisfactoria al gran cisma de Occidente y que alentaba y protegía a los santos varones suscitados para regenerar la Iglesia, después de maduro examen, autorizó a Bernardino para llevar el "triomphal standardo", le hizo predicar en Roma por espacio de dos meses y él mismo quiso presidir una procesión donde con el clero glorificó el santísimo nombre de Jesús, cantando sus sabrosísimas letanías. El monograma se escupió en altares y en los muros de iglesias y en los mismos de Consejo.

Murió el Santo en 1444. El pinturicchio escribió, con razón, en uno de los admirables frescos de Santa María de Araceli, representando varios pasajes de la vida del Santo, aquellas palabras de Jesucristo que explican también la abnegada actividad de San Bernardino: Padre, he anunciado tu nombre a todo el mundo (Jn. 17,6)

Clemente VII concedió la fiesta a los Frailes Menores en 1530, y en 1721 Inocencio XIII, cediendo a la devoción popular, la declaró fiesta universal para toda la Iglesia.

Al fundirse las tres corrientes litúrgicas mencionadas en una celebridad, la dejaron penetrada y perfumada de sus respectivos significados.

El carácter fundamental del oficio de día es una manera de contemplación de conjunto en el establo de Belén; una síntesis, que , repitiendo los mismos conceptos de Navidad – y también los mismos Himnos -, añade el nuevo misterio, la Circuncisión de Cristo, quien por primera vez se ofrece Víctima por nosotros.

"Ad prohibendum ab idolis" se intitula la misa de hoy en el sacramentario Gelasiano; y con un sentido de la realidad punzante en aquellos días y con el acierto de "adaptación de los textos bíblicos", tan frecuente en la liturgia se repite en la capítula de Laudes y en la epístola de la misa, la de San Pablo a Tito (2, 11 – 15), que ha sido un tema con variaciones en los "tiempos" de Adviento y Navidad: La gracia de Dios Salvador nuestro nos enseñó a renunciar a la impiedad y a los deseos del siglo...

Esta es la circuncisión del corazón y el anuncio de que somos justificados por la fe de Abraham (Lecc. I Noct.) San León Magno insiste en el misterio de la Encarnación con sus fórmulas inmortales, que han venido a ser clásicas en la materia (Lecc. II Noct.); y San Ambrosio, a su vez, expone cómo en la circuncisión de aquel "Parvulillo", "sometido a la Ley, para granjearse a aquellos que estaban bajo la Ley", "se prefiguraba la futura expiación de toda culpa" (Lecc. II Noct.).

Pero sobre todo, son de un subido valor literario, ungido de piedad romana la serie de Responsorios de Maitines, y las antífonas de Laudes, dedicadas a cantar en todos los matices las gratulaciones de la "Doncellita que hermoso de entre los hijos de los hombres"; a "Aquel que yacía en el pesebre y brillaba en el cielo". EN alguno de estos Responsorios van incrustados versos de Sedulio – la estrofa cuarta del Himno de LAUDES – y hexámetros extralitúrgicos del Paschales Carmen, algo despojados de su forma métrica para adaptarse mejor a las antiguas melodías: "Templo de Dios de pronto fue – ungido el pecho púdico; - y, sin viril consorcio, - concibe al Niño – Dios y Rey". Esta innovación fue el germen de los ingenuos, y harto exuberantes a la postre, Oficios en verso medievales (P. Wagner).

Los tres Himnos de este Oficio, extractados del Iubius de Nomine Iesu, se atribuyen, con razón, a San Bernardo († 1153) Efectivamente, parecen eco de las Lecciones del II y III Nocturnos del mismo Santo y un desahogo de su enamorado corazón.

La corriente mística que, arrancando de San Bernardo, templó las barbaras magnificencias de carolingias y los heroísmos de las Cruzadas, había de desembocar en el Franciscanismo, más puro que alborada florentina. Un mismo movimiento de amor y una pasión tierna por la Humanidad de Cristo, envolvía la piedad nueva de los siglos medios. El Homo Christus Iesus de San Pablo y de San Agustín adquiría una intimidad humilde, ingenua, profunda, y como un aire de familia. Un vino nuevo que tiene todo el regusto de los odres añejos de la tradición.

San Agustín tiene un nombre que le orienta en sus fluctuaciones críticas para llegar a su "dulzura felicísima y segura", Jesús. "Su madre puso en sus tiernos labios la miel sabrosa de Jesús, mezclada con la primera sal de catecúmeno. " Cuando el Hortensius de Cicerón le despertó el estudio acérrimo de la sabiduría, una cosa echa de menos en aquel libro: " Nada por sabio, por elegante, por verídico que fuese, era capaz de retenerle sin el nombre de Jesús". Si le "embrujan" los maniqueos, es porque "recubrieron con el delicioso vocablo de Jesús y del Paráclito, los bordes de su copa como miel emponzoñada." Desengañado de ellos, hubiera confiado su alma atormentada a los académicos, "si hubiesen puesto en sus pestilentes libros el salutífero nombre de Jesús". Y, no obstante, los himnos del melifluo Doctor, no distan menos de Prudencio, de San Ambrosio y San Agustín que del mismo Virgilio

La esclavitud de Jesús nos ha hecho libres. Caminemos, pues, no en el espíritu del temor servil, sino en la libertad amorosa y confiada de los hijos de Dios.

La circuncisión es, además, figura del bautismo, diciendo el Apóstol: Hemos recibido la circuncisión espiritual de Cristo, siendo sepultados con Él por el bautismo, y con Él resucitamos a la vida de la gracia por la fe, perdonándonos graciosamente todos los pecados (Col. 2,11 – 13).

Al entrar, pues, en el año civil, renovemos las promesas del bautismo. Año nuevo, vida nueva, dice el refrán del pueblo. ¡Vida nueva en Cristo, que es de ayer y de hoy y del futuro sempiterno!


Fuente: Wikipedia

Circuncisión de Jesús es la denominación de un episodio evangélico (Lucas 2, 21)1​ y un tema iconográfico relativamente frecuente en el arte cristiano. Trata de la circuncisión que se efectuó a Jesucristo.

La circuncisión es la ablación ritual del prepucio (el de Cristo se denomina Santo Prepucio, y es una de las reliquias cristianas más preciadas). La ley mosaica, por mandato divino, prescribe: «Serán circuncidados a los ocho días de nacer todos vuestros varones de cada generación». El evangelista Lucas cuenta cómo se cumplió esta ley a los ocho días del nacimiento de Jesús; en un acto en que también «le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuera concebido» (en referencia al episodio de la anunciación).

Posteriormente cuando se cumplieron los días de la purificación (Lucas, 2, 22), se produjo la presentación de Jesús en el Templo.

La circuncisión en los Evangelios apócrifos
De entre los evangelios canónicos solo Lucas lo refiere. Los evangelios apócrifos son mucho más pródigos en información en este sentido. Así, el Pseudo-Mateo especifica el sacrificio realizado como pago de la ceremonia, y en el Evangelio árabe de la infancia -un evangelio apócrifo muy tardío- se narra cómo tras la circuncisión de Jesús, la matrona de María guardó el prepucio en una jarra de alabastro llena de nardos, un conservante, y se la dio a su hijo, perfumista de profesión pidiéndole que guardase bien la jarra y no la vendiese aunque le ofrecieran trescientos denarios. El Evangelio armenio de la infancia ofrece otra versión, según la cual el niño sangró durante la operación, pero sin que se produjese corte alguno.

Celebración
En el calendario romano general, el día 1 de enero se celebraba la festividad de la Circuncisión de Cristo hasta la reforma del Calendario en 1960 por el papa Juan XXIII, que dio a la celebración litúrgica el nombre de "Octava de Navidad". En la actualidad se celebra como Solemnidad de Santa María, Madre de Dios.

En el Líbano hay unos dulces, denominados awwamaat, que se consumen en esta festividad.

Representaciones en el arte
Las representaciones de la circuncisión de Cristo aparecen en el arte hacia finales del siglo X. Suelen formar parte de una secuencia de episodios del ciclo de la vida de María o del ciclo de la vida de Cristo. Es muy común verlo en retablos. Generalmente se muestran tres personajes: María, Jesús y el ministro o mohel que realiza la operación con un instrumento cortante especial. En el siglo XIII aumentó el número de personajes con la figura de José y algunos sacerdotes. A partir del siglo XIV aparecen esporádicamente representaciones que muestran la escena como un acto de crueldad: el ministro tiene cara feroz y los padres de Jesús están atemorizados, con características antisemitas propias de la época.

Bibliografía
Duchet-Suchaux, Gaston y Pastoureau, Michel. La Biblia y los santos. Alianza Editorial. ISBN 84-206-9478-9

Referencias
Lucas 2,21 Génesis 17,9-14

«Circuncisión del Niño: Cuando se hubieron cumplido los ochos días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno», LUCAS, 2; 21. Sagrada Biblia, Nácar-Colunga.

«El sexto día entraron en Bethlehem, donde pasaron el séptimo día. El octavo, circuncidaron al niño, y lo llamaron Jesús, como lo había denominado el ángel antes de su concepción. Cuando se cumplieron, según la ley de Moisés, los días de purificación de María, José condujo al niño al templo del Señor. Y, como el niño había sido circunciso, ofrecieron por él dos tórtolas y dos pichones». Evangelio del Pseudo-Mateo, XV; 1. Evangelio árabe de la infancia, 5. Santos Otero, Aurelio de: Los evangelios apócrifos. Edición crítica y bilingüe. Madrid, 1996. ISBN 84-7914-044-5. Página 305.

«Y, cuando el niño tuvo ocho días de edad, José dijo a María: ¿Cómo obraremos con esta criatura, puesto que la ley ordena hacer la circuncisión a los ocho días del nacimiento? Y María le dijo: Procede como te plazca en ese asunto. Y José marchó con sigilo a Jerusalén, y trajo de allí un hombre sabio, misericordioso y temeroso del Señor, que se llamaba Joel, y que conocía a fondo las leyes divinas. Y llegó a la gruta, donde encontró al niño. Y, al aplicarle el cuchillo no resultó ningún corte en el cuerpo de aquel. Ante este prodigio, quedó estupefacto, y exclamó: He aquí que la sangre de este niño ha corrido sin incisión alguna. Y recibió el nombre de Jesús, que le había sido impuesto de antemano por el ángel». Evangelio Armenio de la Infancia, XII, 2; véase esta edición online de los evangelios apócrifos.