Siervo de Dios P. José Kentenich




Josef Kentenich
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Sacerdote palotino alemán, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt.
Nacimiento16 de noviembre de 1885
Gymnich, Alemania
Fallecimiento15 de septiembre de 1968​
Schoenstatt, Alemania
Venerado enIglesia católica
BeatificaciónSiervo de Dios, beatificación en proceso.
Festividad15 de septiembre
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BIOGRAFIA Y NOVENA
por M. Kley


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Elegido por Dios

¿De Nazareth puede haber cosa buena? (Jn. 1,46) Así razona la inteligencia humana acerca del origen de Cristo. A quién le sorprende ésto cuando el mundo juzga por las apariencias, por la fama, por el honor, por la posición social, por el rendimiento. Al contrario del mundo, Dios elige con preferencia lo débil, lo pequeño e insignificante. "El es quien realiza obras grandes a través de los más pequeños". Según el Padre Kentenich esta es una ley fundamental en el Reino de Dios.

También en la vida del Padre Kentenich se realiza esta ley, que es confirmada con las palabras del Profeta Isaías: "Jahveh desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre...en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda... Me dijo: Tú eres mi siervo (Israel) en quien me gloriaré" (Is. 49,1-3)

El Padre Kentenich nació el 18 de noviembre de 1885 en Gymnich, Colonia, Alemania. Por dificultades económicas su madre tuvo que trabajar fuera de casa, por lo que el pequeño José creció junto a sus abuelos. Durante su infancia dos veces estuvo en peligro de muerte. Una vez una vaca enfurecida lanzó la canasta en la que reposaba José al arroyo. En otra ocasión cuando tenía tres años se cayó a un pozo, su abuelo que estaba cerca lo alcanzó a ver y llegó a tiempo para salvarlo. Desde pequeño José era muy inteligente e ingenioso, pero también poseía una profunda inclinación a lo religioso. El mismo hizo una oración a la Santísima Virgen en la que le pide, lo ayude a ser siempre puro.

Como su madre no podía preocuparse directamente de su educación, a los nueve años lo llevó al orfelinato de Oberhausen, allí frente a la imagen de la Santísima Virgen se lo entregó para que Ella lo educara. José hizo suya esta consagración y se entregó totalmente a la Virgen. Más tarde él dice, que esto fue una experiencia decisiva de su juventud que marcó profundamente toda su vida. El tomó en serio esta entrega a la Virgen y Ella se manifestó como su Madre y Educadora, como la Medianera de muchas gracias y bendiciones. También agrega, que todo lo sucedido en su vida se lo tiene que agradecer a la Santísima Virgen, y que siempre se sintió y supo dependiente de Ella.

Desde muy temprano Dios despertó en José el deseo de ser sacerdote, ya el día de su primera Comunión se lo dijo a su mamá. A pesar de las dificultades que hacían inalcanzable la meta, José no se desanimó, siguió confiando en la realización de su anhelo. Durante su niñez se interesaba por todo, también hizo travesuras que a veces eran verdaderas hazañas. Un día junto con el hijo del sacristán y su primo, subieron a la torre de la Iglesia parroquial. Ellos pensaron que nadie los observaba, pero el párroco que los había visto, cerró la puerta con llave para atraparlos al salir. Cuando terminaron la expedición y quisieron volver, se dieron cuenta que la puerta estaba con llave pero no golpearon sino que volvieron a subir a la torre y por el entretecho de la Iglesia llegaron a una abertura, junto a una columna del altar por la que se deslizaron; sin que nadie se diera cuenta salieron por otra puerta.

En otra oportunidad se fue con unos amigos al arroyo para probar quien era más valiente y se atrevía a saltar al otro lado. Entre ellos había uno que no se atrevía a saltar y para obligarlo le tiraron la gorra al otro lado. Este juego lo repetía José también en el invierno, cuando el arroyo estaba en parte congelado, cayéndose muchas veces al agua. Cuando llovía le gustaba ponerse bajo el agua que caía por las canales de los techos, llegando a su casa completamente mojado.

José ante todo amaba la libertad, no podía soportar que lo obligaran a hacer algo, por eso no le gustaba ir al Kindergarten. Una vez cayó al pozo y lo sacaron inconsciente; tenía el rostro pálido y no daba señales de vida. La enfermera no sabía como hacerlo reaccionar, de repente se le ocurrió decirle "José pronto estará bien, podrá ir al colegio y allí recibirá un santito". Esto lo hizo reaccionar, abriendo los ojos dijo: "Yo no voy al Kinder, yo no quiero ningún santito".

También su amor por la verdad y la justicia eran en él muy marcados. Un día en la escuela cuando su profesora creía que José no había hecho sus tareas, sino que otra persona se las había hecho, se defendió con todas sus fuerzas hasta que se supo la verdad. La prima de José había limpiado el borde de la pizarrita, donde estaba escrita la tarea y había borrado algunas palabras y para que su primo no se diera cuenta las había escrito ella misma de nuevo. En sus años de estudiante le gustaba mucho caminar y después llenaba sus cuadernos con las descripciones de sus paseos. También hizo poesías o discursos para las celebraciones del colegio.

Su anhelo de Dios era muy fuerte, muchas veces renunciaba a alguna alegría natural por un bien más alto. Más tarde él mismo dijo de sí: "Hay personas que desde niño son tan sobrenaturales que, desde los primeros años lo puramente natural no les llama la atención. Todos sus impulsos están dirigidos hacia lo Eterno, a lo Infinito, hacia Dios... Yo puedo decir que así fue el proceso de mi vida personal...La secreta tendencia del ser no pudo ser satisfecha en ninguna parte. El amor íntimo, personal no quiso entregarse en ningún otro lugar, sino sólo en Dios..."

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Conducido por Dios

El Padre J. Kentenich entró a los catorce años al colegio de los Pallotinos en Ehrenbreitstein, su gran anhelo era ser misionero en Africa. Dios acompañó al P. Kentenich y no lo dejó nunca sólo, lo preparó para su tarea a través de muchos sufrimientos, soledad interior, crisis espiritual. Durante sus estudios de Filosofía sufrió una dura crisis que lo llevó a un estado de escepticismo que ponía todo bajo la pregunta: ¿Qué es verdad? Muchas veces pensó que si seguía en ese estado se iba a volver loco. Pero la Santísima Virgen, que en las dificultades siempre lo había ayudado, lo sacó de ese estado.

El reconoció que María es la persona totalmente armónica, plena de Dios que por su fe dominó y venció la vida en cada situación y comprendió al mismo tiempo que ese era el camino, su camino que debía seguir. José renovó con gran confianza la consagración que había hecho a los nueve años y se entregó a Dios con fe ciega; así pudo seguir su camino como María y con María sin vacilar porque se supo conducido por Dios. Como contraregalo a esa entrega, Dios le dio una fe sencilla, filial, inconmovible que llegó a ser símbolo de su personalidad

El 8 de julio de 1910 fue ordenado sacerdote en Limburgo. La meta de su futura vida sacerdotal la expresó en el recuerdo de su primera Misa:..."que todos los espíritus se unan en la verdad y los corazones en el amor..." por este fin arriesgó todas sus fuerzas. Por su salud no pudo ser enviado a la misión del Camerún, sino que fue nombrado profesor de latín y alemán en Ehrenbreitstein. El vio en esto la conducción de Dios y puso todas sus fuerzas en la realización de su tarea. Desde las primeras clases supo despertar el interés de sus alumnos, a los que trató siempre como amigos y colaboradores. Comenzó sus clases con la frase: "Ahora queremos trabajar juntos. Les voy a exigir mucho, pero también ustedes pueden exigir de mí el máximo. Así vamos a hacernos buenos amigos este año..." ¡Cuánta responsabilidad hay detrás de esas palabras, pero también qué llamada al trabajo personal de los alumnos!

Uno de sus alumnos contó más tarde: "Las clases fueron inolvidables. Ellas formaron la vida de algunos alumnos. No eran sólo clases con las instrucciones acostumbradas sino que eran una amplia actuación de todas las fuerzas espirituales y morales de cada alumno, de todo el curso en una competencia libre, noble y disciplinada". A pesar de las grandes exigencias que el Padre Kentenich se hizo a sí mismo y que hizo a sus alumnos, permaneció como el educador auténticamente humano. Esto lo demostraba por ejemplo para Navidad cuando sus alumnos llegaban a verlo a su pieza, él les regalaba galletitas.

Después de trabajar en Ehrenbreitstein fue nombrado en octubre de 1912 Director Espiritual del nuevo Seminario en Schoenstatt, donde más tarde fundó la obra de Schoenstatt. Allí se puso a entera disposición de los jóvenes, regalándoles toda su confianza, pero especialmente su corazón. Siempre ayudó a los jóvenes y les dió consejo cuando llegaban a contarle sus problemas y dificultades. De esta manera comprobaron que lo que el Padre Kentenich les dijera una vez era realidad: "Yo quiero hacer de Madre para ustedes". Los estudiantes se dieron cuenta que los valoraba y trataba como personalidades. Supo guiar sus impulsos de libertinaje por el recto camino y los entusiasmó por la verdadera libertad, la libertad de la personalidad. Esta meta despertó la generosidad y la libre colaboración, superando así la crisis de autoridad que había surgido al comienzo. Uno de los jóvenes contó: "El Padre causó en nosotros una profunda impresión. Entre los estudiantes nunca se escuchó una crítica contra él. Nosotros le teníamos mucha confianza, escuchábamos sus conferencias con gusto y más tarde las analizábamos. El era simplemente el guía que comprendía a los jóvenes y nosotros éramos sus entusiastas seguidores.

El Padre Kentenich enfermó gravemente, estuvo al borde de la muerte. De nuevo aquí se hizo evidente la ley; Dios crea sus obras de la nada. Cuando él supo que el médico le había dado -sólo dos meses de vida- se puso de nuevo a trabajar porque como él mismo lo dijo, quería "hacer muchas cosas para la gloria de Dios y salvación de las almas". Más tarde recordando el diagnóstico del médico decía bromeando: -los dos meses aún no han pasado--. En este tiempo surgió en el Padre Kentenich una idea predilecta que no lo dejó tranquilo y que más adelante llegó a ser el origen de Schoenstatt. La causa de esta idea fue un artículo que apareció en al diario sobre Bartolo Longo, abogado italiano, quien había creado un Santuario Mariano en la ciudad de Pompeya. El Padre Kentenich vio en este hecho una señal de la Providencia y meditó largamente sobre él. "¿No podría suceder algo semejante también en Schoenstatt?" Después de mucho meditar y rezar llegó a la conclusión de entregar todas sus fuerzas para que la pequeña Capilla dedicada al arcángel San Miguel, con la ayuda de los estudiantes, llegara a ser un lugar de gracias de la Santísima Virgen. Su anhelo era que la Santísima Virgen "estableciera aquí su trono, repartiera sus tesoros y obrara milagros de gracia".

El 18 de octubre de 1914, en la primera plática que el Padre Kentenich dirige a los estudiantes les propuso su secreta idea predilecta, su audaz pensamiento, que ellos debían realizar a través de una seria y auténtica aspiración a la santidad. Algunos estudiantes hicieron suyo el audaz pensamiento del Director Espiritual y con él se entregaron a la Santísima Virgen en Alianza de Amor. Llevaban sus "contribuciones" al pequeño Santuario y se lo entregaban a la Santísima Virgen para que Ella realizara milagros de gracia en los corazones y renovara el mundo; así vivían ellos el "Nada sin Tí, nada sin nosotros". Para ello aprovechaban cada ocasión, tanto las cosas pequeñas e insignificantes de cada día, como también lo más extraordinario que sucedía durante el tiempo de guerra. Esta fue para ellos según el Padre Kentenich "una poderosa misión para el pueblo, un fuerte retiro dado por Dios".

La Alianza que los estudiantes sellaron es el fundamento de Schoenstatt. Sin saberlo los estudiantes llegaron a ser colaboradores de esta obra de Dios. La pequeña Capilla pasó a convertirse en un lugar de gracias de María, en el centro de un movimiento de renovación para la Iglesia y para el mundo actual. El Padre Kentenich no vio inmediatamente el fruto de la Alianza de Amor que hoy vemos en Schoenstatt. La semilla sembrada germinó lentamente bajo la tierra. El Padre la cuidó con paciencia y nunca perdió la esperanza en que ella brotaría y produciría abundantes frutos.

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Enviado por Dios

En los años siguientes se fue viendo más claramente que la misión que Dios diera al Padre Kentenich era ayudar a solucionar a través de su ser paternal sacerdotal, el problema que el hombre actual tiene frente a Dios. La Santísima Virgen lo educó para ello e hizo de él un reflejo del Dios Misericordioso, haciéndolo participar de su ser y actuar de Padre. Esta fue para muchas personas su gran experiencia.

Algunos sacerdotes han escrito:

"Si puedo caracterizar la persona del Padre Kentenich con una frase entonces quisiera decir: él es un reflejo, un transparente clásico y singular de Dios Padre. Desde la juventud parece haberse apropiado del método de Dios. En muchas ocasiones se hacía la pregunta, ¿cómo lo haría Dios?, entonces, hagámoslo también así".

El Padre Kentenich nos mostró al Padre en sus palabras... pero también lo experimentamos a él mismo como Padre. Hace años se escribió que es tan necesario el --renacer del Padre-- para sanar el descobijamiento sicológico y espiritual del hombre. Para nosotros el Padre ha nacido en Schoenstatt. Muchas personas que conocieron al Padre Kentenich quedaron impresionados de su ser, de su bondad, de su amor y sabiduría. El sabía interpretar y aplicar las verdades sobrenaturales de una manera nueva más vital. Sobretodo supo mostrar la verdadera posición de la Santísima Virgen en la obra de la Salvación. Quien lo escuchaba en sus pláticas se daba cuenta que su educación no era fruto de los libros, sino que era la inspiración recibida de Dios. "...El oído en el corazón de Dios, la mano en el pulso del tiempo..." así buscaba la voluntad de Dios para realizarla en la misión que recibiera.

Personas de distintos países dan testimonio de cómo experimentaron al Padre Kentenich en su carácter de guía profético y sacerdotal. Algunos testimonios:

"En el Padre Kentenich se destacó su carácter sacerdotal profético que tuvo la tarea de dar orientación en un tiempo caótico e inseguro y de desenmascarar y superar los signos del tiempo (nacionalsocialismo, ateísmo). Ayudó a toda una generación de sacerdotes, entre los años 1920 al 1940, a que comprendieran el tiempo, a que fueran capaces de creer en su propia misión y de realizarla conscientemente".

"Uno no podría sustraerse a la fuerza de irradiación de esta personalidad sacerdotal, de este educador bendecido por Dios... Sin Schoenstatt, sin la Mater ter Admirabilis, sin el Padre Kentenich... mi vida profesional, familiar y personal no hubiera tenido el desarrollo seguro y recto que tuvo..."

Muchos sacerdotes y laicos pertenecen a las distintas ramas de la Obra de Schoenstatt. Ellos experimentaron que el Padre Kentenich hablaba con autoridad, tenía el poder de entusiasmarlos para que siguieran a Cristo; los sabía entusiasmar por el ideal de la Santidad a través de la Alianza de Amor con María. Quien conoció al Padre Kentenich cambió su vida. Dos pequeños hechos a los que se pueden agregar muchos más lo demuestran:

"...su bondad y cercanía actuaron en mí de una manera tan marcada que comencé a realizar lo mismo que él..." "Desde que conozco al Padre Kentenich veo las cosas de la vida diaria con otros ojos. A través de él he profundizado en la fe y desde que lo conocí he adquirido una nueva relación con Dios, como Padre..."

El Padre Kentenich condujo siempre a todos los que llegaron donde él hacia el Santuario de la Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt. "Sin cesar nos llamó el Padre del barullo del mundo a ese punto central, a esa inconmovible roca que es el Santuario, nosotros llegamos a ser como él uno con esa roca. Allí... él ofreció y preparó el trono a la Santísima Virgen... para que Ella se manifestara y revelara a nuestro tiempo, y a los siglos futuros..."

El Padre no evitó nunca los riesgos en la realización de su misión. Dio conferencias y retiros en y fuera de Schoenstatt. Después de la segunda guerra mundial viajó a distintos países llevando el mensaje de la Alianza de Amor con la Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt. Día tras día y a menudo hasta muy tarde en la noche trabajó para la Obra de Schoenstatt. Se regaló enteramente a Dios y a los hombres. A pesar de haber vivido tan ocupado, con tanto trabajo, nunca dio la impresión de una persona apurada e impaciente. Era una persona tranquila que tenía tiempo para todos y cada uno. Poseía la capacidad de adaptarse fácilmente a cada situación, a cada persona. Después de haber observado al Padre, una profesora contó: "Muchas veces fue ejemplo de sencillez y respeto en el trato con personalidades eclesiásticas y civiles, pero también con el pueblo sencillo, con los niños en el colegio. Se adaptaba a todas las situaciones con plena libertad y naturalidad al mismo tiempo que su persona irradiaba lo sobrenatural y conducía hacia Dios"

Ante cada necesidad estaba dispuesto a ayudar porque nada fue para él demasiado pequeño e insignificante. Muchas señoras que lo conocieron, experimentaron su ayuda comprensiva. Una mamá relató más tarde: "El Padre Kentenich comprendía cada necesidad como un padre. Hacía suyas mis necesidades y siempre estaba dispuesto a ayudarme. Su comprensión al compartir el dolor de una madre me impresionó tan profundamente que me ayudó a superar mi situación. Tenía la impresión que el podía penetrar en mi alma y que me comprendía totalmente. Siempre cuando golpeaba a su puerta, sabía que sería recibida".

Un padre de familia en EE.UU donde el Padre trabajó como Párroco de los alemanes contó: " Para mí como hombre, el Padre Kentenich era... el Sacerdote en el cual yo como adulto veía el rostro de un Padre. Podíamos bromear juntos, era un amigo para mí. Quería mucho a mis hijos. Yo me sentía impulsado a hacer algo por él..."

Una vez durante un viaje llegaron a una aldea donde vivía un campesino que había tenido muchas desgracias en su establo. Al escuchar esta noticia el Padre Kentenich sintió la necesidad de ayudar y se dirigió inmediatamente al lugar. Después de muchos años la esposa del campesino recordaba: "Todos estuvimos con el Padre Kentenich en nuestro establo. El rezó y bendijo todo siempre de nuevo. Nosotros estábamos profundamente conmovidos por esta oración y bendición. Hasta el día de hoy nunca más hemos sufrido desgracia en el establo..."

¿De dónde recibía el Padre Kentenich la fuerza para entregarse tan abnegadamente al servicio de los hombres? El lo dijo sencillamente una vez: "El 18 de octubre de 1914, la Santísima Virgen puso a mi disposición su corazón maternal... a Ella le agradezco todo". Ella que fue creada por Dios como transparente de su amor y bondad, como --imán de los corazones-- para llevar a los hombres al corazón de Dios, formó al Padre Kentenich como reflejo de su propio ser, como transparente del amor paternal de Dios.


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Probado por Dios

Cada persona que ha sido escogida por Dios es marcada con la cruz. Esto también sucedió en la vida del P. Kentenich. El aceptó el sufrimiento con valentía y siguió a su Maestro porque sabía que la cruz de la vida es una gracia que significa fecundidad para el Reino de Dios. Así lo dijo una vez: " Todo el sufrimiento que Dios nos envía tiene sólo un sentido y es: que a semejanza de la Santísima Virgen tomemos la tarea de vida del Salvador y a través de la cruz pongamos el mundo nuevamente a los pies del Padre. Al igual que la Santísima Virgen nosotros somos hijos de la cruz y por la muerte de Cristo llegamos a ser predilectos del Padre".

Al Padre Kentenich amó la cruz. Vio en ella un gran valor, una prueba del amor de Dios, que soportó por su obra a la que regaló toda la fuerza de amor y de vida. En un tiempo difícil el Padre escribió: "Para mí cruz y sufrimiento, desprecio, oprobio, deshonra y renuncia....es lo más valioso, son los regalos de más valor que el amor del Padre me envía para que yo me asemeje al Salvador y en El, atraiga de manera especial la complacencia del Padre".

El 20 de setiembre de 1941 el Padre Kentenich fue hecho prisionero por la policía secreta del tercer Reino, llevado a la cárcel y más tarde al campo de concentración de Dachau, porque refiriéndose al signo nazi (que era una cruz) había dicho: "nosotros nos mantenemos firmes, fieles a la cruz de Cristo". Desde la prisión escribió que se sentía como un caminante que por fin ha llegado a la tierra de sus anhelos, de sus tranquilos sueños... Cuando se le presentó la oportunidad de ser liberado del campo de concentración la rechazó porque había visto que la voluntad de Dios era que siguiera ese duro camino. A un sacerdote prisionero le dijo: "en Dachau me necesitan" y "nunca antes en mi vida he sido tan feliz como aquí".

La celda donde estaba prisionero el Padre Kentenich fue para muchos hogar donde recibían consejo, ayuda y comprensión. Mas de algún guardia llegó donde el Padre a buscar consejo y fuerzas. También algunos prisioneros fueron llevados allí para que él los ayudara a soportar su situación, que muchas veces era ser llevado al campo de concentración. El fue para todos simplemente "el Padre" que ayudaba a cada uno.

Un sacerdote que compartió con él la estrecha celda de la prisión, está feliz y agradecido de haber vivido "con un Santo". Considera esta vivencia como una de las gracias más grandes que ha recibido en su vida. En Dachau el Padre Kentenich dominó las dificultades del campo con una gran firmeza de carácter y una inquebrantable fidelidad a sí mismo. Un compañero de prisión dio testimonio de él: "El estar junto al Padre Kentenich nos causó desde el principio una gran impresión... Siempre de nuevo teniamos que admirarlo. Yo llegué al convencimiento: este es el primer hombre que tú has encontrado que es verdaderamente un hombre. Esto es un carisma...".

Otro prisionero cuenta: "Ya en mi primer encuentro con él, en el campo de concentración, constaté con gran alegría que el Padre Kentenich seguía siendo la personalidad clara y fuerte que siempre fue. No se le pudo quitar la plenitud de sus valores interiores porque él no entregó nada. Su vida interior fue siempre la fuente que le dio las fuerzas para conformar su vida. Cuando se lo dije, me contestó sonriendo: "Me pueden quitar todo, la barba, la libertad exterior. Más, no entrego. Y conscientemente pongo la más fuerte resistencia frente a las tendencias de nivelación y despersonalización del campo. Nunca queremos rendirnos..."

Un testimonio narra: "Una vez en el tiempo de mayor hambruna, cuando no se podía enviar ningún paquete al campo de concentración, ví al Padre Kentenich, que seguramente tenía tanta hambre como nosotros, compartir con su cohermano un trozo de pan". A pesar de las deprimentes situaciones del campo de concentración, alrededor del Padre reinaba tal atmósfera de alegría que uno de sus compañeros de prisión pudo decir: "A través de la presencia del Padre Kentenich el infierno de Dachau se convirtió para nosotros en cielo". Esto llegó a ser realidad porque el Padre luchó frente a todos los acontecimientos por una actitud de fe en la Divina Providencia, por una filiación frente a Dios. Tenía una confianza tan inconmovible que permaneció libre interiormente y acercó a sus compañeros de prisión cada vez más hacia Dios. Algunos de ellos escribieron más tarde: "El hablaba y vivía como si estuviera viendo lo sobrenatural. Cuando nos sucedía alguna desgracia siempre podía repetir: "Dios es Padre, Dios es bueno, bueno es todo lo que El hace. El nos mostró metas y caminos que nosotros antes no habíamos visto".

"Tenía una gran confianza en la Santísima Virgen, aún en las cosas más pequeñas de la vida diaria. Una vez cuando no se podían recibir paquetes con alimentos y éstos disminuían cada día, el Padre Kentenich no se preocupó en lo más mínimo. Sus palabras fueron siempre: "no se preocupen, la Madre de Dios no nos abandonará. Pero no dejen de rezar... y efectivamente la confianza nunca fue defraudada".

"También en otras situaciones nos animaba siempre de nuevo: "recen, recen y recibirán" y nosotros hemos recibido. En nosotros influyó tan fuertemente esta seguridad que él tenía aún en las cosas más pequeñas que también nos entregamos totalmente a la Santísima Virgen". Un sacerdote polaco confesó: "Sus palabras nos dieron mucha fuerza... hemos comprendido que somos instrumentos de Dios y que participamos de los sufrimientos de Cristo. Nuestros sufrimientos soportados por amor pueden ayudar a enriquecer el mundo...". Si el Padre Kentenich no se ha conquistado el cielo, entonces tampoco lo hemos conquistado nosotros.

El Padre Kentenich salió del campo de concentración el 6 de abril de 1945. Inquebrantable regresó a Schoenstatt a trabajar como antes en su Obra. Pero Dios le tenía una cruz más pesada aún que debía soportar. La Iglesia lo separó de la Familia de Schoenstatt, de su Obra. Durante catorce años permaneció viendo la Obra de su vida en peligro. A semejanza de lo que Abraham hizo con su hijo Isaac en el antiguo testamento, así el Padre colocó también "al hijo de su corazón", a la Obra de Schoenstatt sobre el altar del sacrificio. Sin amargura siguió su vía crucis y mostró de esta manera su amor a la Iglesia. Soportó con tranquilidad todas las dificultades y pruebas hasta que Dios le mostró el término de su destierro.

"Yo conocí al Padre Kentenich en Roma en uno de los momentos más difíciles, pude admirar su inmensa tranquilidad y su plena confianza en la Divina Providencia. No puedo olvidar las palabras que él dijera aquella vez: "Yo siempre estoy alegre en las manos de la Santísima Virgen". Nunca escuché de él una palabra de indignación. Siempre reflejó un gran amor".

Después de una audiencia con el Papa Paulo VI, volvió a Schoenstatt para Navidad de 1965. Allí continuó trabajando por su Obra.

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Bendecido por Dios

Pocas veces una vida sacerdotal ha sido tan abundantemente bendecida por Dios como la del Padre Kentenich. El vio como a pesar de todas las dificultades la Obra se extendía cada vez más. La Alianza de Amor que selló con María el 18 de Octubre de 1914 en la Capillita de San Miguel, llegó a ser fuente de bendición para todos los que se ha incorporado y consagrado a la Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt.

Actualmente existen Santuarios en todos los continentes y muchas personas han experimentado allí las bendiciones que la Santísima Virgen regala. Un padre de Familia escribió desde Francia: "Tuve la oportunidad de constatar que en distintas partes del mundo existen Santuarios que han sido constuídos como en Schoenstatt, y en los cuales reina la sinceridad de corazón frente a nuestra querida Señora, la Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt. ¡Cuántos caminos recorridos, cuántas pruebas desde la fundación! Pero siempre ha permanecido y se ha confirmado el lema: "quien sirve a María, nunca perecerá..." Al ver los resultados de la Obra de Schoenstatt se puede decir que la Mater mira la Obra del Padre Kentenich con agrado. Es un hecho que nuestra querida Señora aceptó a este fundador. Por eso no me asombraría si fuese reconocido como Santo..."

Lo que el Padre Kentenich dijera en el año 1929, no fue sólo la expresión de su mayor anhelo sino que fue también la promesa que se ha ido realizando en la historia de Schoenstatt: "A la sombra de este Santuario se codecidirán esencialmente los destinos de la Iglesia y del mundo por siglos". A través del Santuario y de la Santísima Virgen el Padre llegó a ser en cierto modo fuente de bendición para la Iglesia y el mundo. Una mamá que conoció al Padre en Milwaukee como Párroco de los alemanes, contó de manera muy sencilla: "¿Sabe usted qué es lo mejor que tenemos en Estados Unidos? Es nuestro Párroco. Dios es muy bueno, en realidad nosotros estamos bien en Estados Unidos... Pero lo mejor que tenemos en el momento... nos ha llegado de Alemania, es nuestro querido, bondadoso y buen Padre y Párroco".

Los últimos tres años de la vida del Padre Kentenich, estuvieron marcados por una extraordinaria fecundidad. Daba una impresión tan sobrenatural que todos podían sentir su cercanía de Dios. Los que lo conocieron lo experimentaron como transparente de Dios Padre. Un sacerdote escribió impresionado: "El brillo y la figura de este hombre admirable y sacerdote digno es cada vez más grande y clara... La Divina Providencia misma parece estar actuando aquí de manera evidente. Indiscutiblemente se ha mostrado "la mano de Dios" en la Obra fundada por este sacerdote. Con una mirada retrospectiva vemos cómo la semilla ha brotado maravillosamente, todo bajo la mirada y las manos maternales de la Santísima Virgen".

A menudo y con agrado el Padre Kentenich bendecía tanto a niños como a jóvenes, parejas de novios y casados. Matrimonios que no tenían hijos llegaban hasta él a pedir su bendición. Más de alguna vez la oración del Padre regaló a estos hogares los hijos deseados. Los obispos y sacerdotes que llegaban para conocer al Padre Kentenich no se iban sin recibir de él su bendición. Se tenía la impresión que su persona y su bendición elevaban al mundo sobrenatural, uniendo el cielo con la tierra. Un matrimonio escribió: "Lo que más nos impresionó de su persona fue su unión con el mundo sobrenatural... Reflejaba a Dios Padre. Para él, el mundo sobrenatural era una realidad. Esto se podía palpar en su conversación, en sus gestos, en su mirada, simplemente en todo... Cuando nos despedimos de él, ambos tuvimos la misma impresión, estuvimos en contacto con el mundo sobrenatural, estuvimos con un mensajero de Dios".

El domingo 15 de setiembre de 1968, fiesta de los siete Dolores de la Virgen, el Padre Kentenich celebró su primera y última misa en la Iglesia de Adoración en el monte Schoenstatt. El -Ite Misa est- Id ahora yo os envío, fueron las últimas palabras del Padre y Fundador para su Familia. En la sacristía se quitó los ornamentos, saludó a los sacerdotes que lo habían acompañado durante la misa, bendijo algunos rosarios que estaban sobre la mesa y permaneció unos momentos en oración. Repentinamente se desplomó sobre la mesa. Los dos sacerdotes lo sujetaron y lo recostaron lentamente sobre el suelo, donde exhaló su último suspiro. El Padre y Fundador partió a la Eternidad tan sencillo como lo fue durante su vida. Fue sepultado en la sacristía de la Iglesia, en el mismo lugar de su muerte.

Un sacerdote al comparar la Iglesia de Adoración con un Castillo de Dios dijo: "...se debe ver como Coronación, como símbolo del carácter indestructible de la Obra del Padre Kentenich, la que aún antes de su muerte pudo completar. Lo que el Padre Kentenich sembró entre lágrimas y sacrificios, lo llevó como valiosa cosecha al granero de la Eternidad...

Las palabras esculpidas sobre su tumba, DILEXIT ECCLESIAM - Amó a la Iglesia, son el resumen de su vida y de su Obra. Yo lo venero como al "Santo" de nuestro tiempo. Que su ejemplo nos sirva de estímulo y que su intercesión ayude a nuestra Santa Madre la Iglesia"



Carta del Padre Kentenich

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"Permanezca siempre unido al corazón de la Santísima Virgen. Ese es su lugar. Allí encuentra tranquilidad, seguridad y confianza victoriosa en todas las situaciones.

Haga el bien donde pueda y vea en todo la mano bondadosa del Padre que guía su vida según un sabio plan de amor.

Recuerde siempre la sencilla verdad: Dios es Padre, Dios es bueno, bueno es todo lo que él hace. Si conserva ésto, domina la vida y llega a ser fuente de bendición para muchos" J.K.

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Acabas de leer la vida del Padre José Kentenich. Seguramente muy emocionado/a intentarás de aquí en más y por siempre a través de la oración, contar con su ayuda intercesora. La Novena que sigue te acercará a conocer y vivenciar más profundamente al Padre Kentenich, quien desde la Eternidad, en la compañia de Dios Padre y de la Santísima Virgen, velará por todas tus necesidades e intenciones. Si tu corazón ha sentido la humildad de su fuerza intercesora, por favor, colabora con la causa de su beatificación y canonización, (ver detalles al final de esta página) enviando tu valioso testimonio, vía e-mail al Secretariado del Padre Kentenich en Alemania. Gracias por tu plegaria y tu compromiso cristiano.

sekretariat.pjk@t-online.de





NOVENA
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El lugar donde reposan los restos del P. José Kentenich, Padre y Fundador de la Obra de Schoenstatt se ha convertido en un lugar de oración y de gracias. Peregrinos de todo el mundo lo visitan. Innumerables personas confían en su poder de intercesión. Las muchas peticiones escuchadas confirman la realidad de su ayuda en pequeñas y grandes necesidades de la vida. La presente novena nos posibilitará la vinculación espiritual con su persona.

El P. José Kentenich supo tener una gran sensibilidad para los problemas humanos. Si nos acercamos a él y le confiamos en la oración nuestras penas y problemas, podremos experimentar su auxilio paternal. Si nuestras peticiones no fuesen escuchadas, se trata seguramente de que nuestras necesidades están previstas de otra manera en los planes de amor de Dios. No tendríamos por qué desanimarnos, antes bien, deberíamos aprender a descubrir en la cruz, la misteriosa y sabia manifestación del amor del Padre.

El gran anhelo del P. José Kentenich fue acercar a los hombres a la Santísima Virgen. Su misión podría resumirse en las palabras: "proclamar el misterio de María". Este misterio se halla íntimamente unido al misterio de Cristo y de la Santísima Trinidad. El rol de María en el plan de salvación es colaborar con Cristo en toda la Obra de la Redención, desde la Anunciación hasta el fin de los tiempos. A través de esta novena entraremos en contacto con María, hablaremos de su persona y de su misión. Nuestra meditación se detendrá en ciertos textos bíblicos marianos, especialmente en aquellos que supieron acompañar el itinerario espiritual del P. José Kentenich. Su recuerdo nos dará muchas sugerencias para la vida y nos conducirá a una oración más personal con Dios.



Día primero

Escuchando el saludo del Angel

El relato de la Anunciación nos dice que "el Angel entró en la Casa de María y la saludó diciendo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc. 1,28). Luego de escuchar este mensaje, María pronunció su "sí" al plan de Dios con absoluta libertad y disponibilidad. A partir de ese instante fue Madre de Dios. Más adelante recibió otros mensajes no ya por intermedio de ángeles, sino a través de personas y circunstancias: el mandato del Emperador Augusto, la profecía de Simeón sobre aquella espada que atravesaría su corazón... Descifró también las intenciones de Herodes en el asesinato de los niños inocentes. Y así como Herodes otros hombres actuaron sin misericordia en su vida, pero, todos los sucesos fueron para Ella, como en la Anunciación, saludos de Dios. Su respuesta, el "sí" permaneció inconmovible.

Si contemplamos la vida al P. José Kentenich, descubriremos también esta actitud de disponibilidad obsequiosa. Su lema era: mantener "el oído en el corazón de Dios" para poder escuchar, como María, los mensajes del Señor. Todo lo creado, una persona, un hecho, una situación, etc. se convertían en un "pequeño profeta", que traía un mensaje del cielo, una manifestación de los planes y deseos de Dios. Su capacidad para captar los signos de los tiempos le ayudó a descubrir en los duros golpes de la vida, la mano del Padre. Pronunció su "sí", tanto cuando estos saludos traían la alegría de un regalo, como también en la experiencia del dolor.

Oración:

Padre Eterno, muchas veces me encuentro en situaciones difíciles. A menudo me rebelo ante el sufrimiento. Me cuesta concebirlo como tu mensaje, que me indica el ideal y me conduce a él. Por la intercesión del P. José Kentenich, ayúdame a descubrir en los acontecimientos dolorosos, tu mano paternal. Haz que los comprenda como saludos de tu amor.

Padre, deseo profundizar mi vinculación contigo, porque sé que Tú lo esperas de mí. Quisiera pronunciar un "sí" dispuesto, como María, como el P. José Kentenich. Puedes utilizar mis sufrimientos para el bien de los hombres. Confío que sabrás escuchar mis ruegos. Amén.

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Día segundo

Entonando el cántico del Magnificat

Mi alma glorifica al Señor... pues ha mirado la pequeñez de su esclava. (Lc. 1,47) Este es el canto de la Virgen que desborda de alegría. Su gran humildad es la condición de su singular privilegio. A pesar de todo, se reconoce totalmente dependiente de Dios. Ante El, Ella experimenta plenamente su contingencia, su nada.

El P. José Kentenich se asemejó a María, vivió la humildad y el servicio sencillo y modesto. No buscó su propio bien, sino la gloria de Dios. Cada éxito lo remitió nuevamente al Padre y cada elogio lo elevó hacia lo alto. La recompensa que Dios suele dar al corazón humilde es su gracia y su amor, los que a su vez se transforman en una alabanza a Dios, en un Magnificat. Quienes conocieron al P. Kentenich constataron su felicidad e íntima alegría. Era una alegría contagiosa y atractiva que supo despertar entre sus hijos un verdadero reino de alegría. Durante 14 años tuvo que permanecer separado de su Familia, lo que fue una prueba para su humildad, sin embargo, nada enturbió su confianza alegre. Al encontrarse nuevamente en Schoenstatt afirmó no haber conocido ni un solo segundo, lo que es la tristeza. Como María, entonó el Magnificat, transformando toda su vida en un himno de alabanza al poder y a la bondad de Dios.

Oración:

Padre Eterno, como muchos hombres soy a veces orgulloso, pero el sufrimiento me derriba del trono de la vanidad y de la glorificación propia. Sé que el reconocimiento de mis debilidades despertará tu misericordia de Padre y tu generosidad.

En tu sabiduría elegiste a los pequeños, por eso, alegremente te canto mi Magnificat. Por la intercesión del P. José Kentenich, muéstrame tu misericordioso amor paternal, ante el cual me siento un niño pequeño. Te lo pido, Padre, si es que así lo has dispuesto en tu Providencia llena de amor. Amén.

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Día tercero

Con el niño en sus brazos

María es la Madre de Dios. Ese es su mayor privilegio y el título más hermoso que posee. El niño que dio a luz y que lleva entre sus brazos con maternal cuidado, es el Hijo de Dios, el Redentor del mundo. Ella está a su lado sirviéndole. Bajo la Cruz permanece de pie y escucha las palabras que Jesús dirige a Juan, y en él, a todos los hombres: "He ahí a tu Madre". En ese momento María fue constituida nuestra Madre. Ella sigue actuando en la Obra de la Redención, y lo hará hasta que ésta alcance su culminación, es decir, hasta el fin de los tiempos. Su corazón lleno de amor es expresión de su ser de Madre y de su actuación maternal.

En su vida, el P. José Kentenich no sólo transparentó muy hondamente la paternidad de Dios, sino que hizo cercana también la maternidad de la Santísima Virgen. Su ayuda se dirigió a todos los hombres, niños, ancianos, jóvenes y adultos, los que experimentaron su preocupación y dedicación generosa y llena de amor. Fue un educador paternal y maternal. Los que se confiaron a él experimentaron su fuerza plasmadora, junto con el cobijamiento en su corazón. Cuando cumplió 25 años de sacerdote, confesó que María le había regalado su corazón maternal. Con él cumplió su misión.

Oración:

Padre eterno, Tú le regalaste a tu Hijo Jesús a María, como Madre. También me la regalaste a mí. Poseo la mejor de las madres. Lo que Ella fue para tu Hijo y lo que hizo por El, quiere ser también y hacerlo hoy, mañana y siempre para todos sus hijos. Tú le regalaste un corazón maternal cálido, bondadoso y rico en creatividad. ¡Qué alegría y felicidad nos embarga al saber que Ella nos contempla con amor, porque somos sus hijos! También Ella conoce mis pequeñas y grandes preocupaciones. Por la intercesión del Padre Kentenich las coloco en sus manos, sabiendo que Ella las presentará a Jesús y en El a Tí, Padre, y con la seguridad de que Tú siempre escuchas a María. Amén.

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Día cuarto

Con una espada atravesando su corazón

María es la Reina Dolorosa. Su corazón fue traspasado por siete espadas. Por eso, no nos puede extrañar que muchas personas recurran a Ella, para encontrar en su corazón alivió a sus sufrimientos. La razón que explica el por qué muchas personas sufren tanto en su vida, hay que buscarla en el misterioso plan de amor del Padre, que invita a algunas almas a compartir más de cerca el destino de su Hijo Jesús, destino de dolor y cruz. María repitió muchas veces su "sí", su "hágase en mi según tu palabra" de la Anunciación. La vemos aceptar silenciosamente la voluntad del Padre en aquellos momentos cuando espadas dolorosas penetraron en su corazón.

También el P. José Kentenich asumió el sufrimiento en su vida. Supo descubrir en él, el signo con que Dios confirmaba su acción apostólica y le regalaba bendición. Su historia podría llamarse también un "vía crucis", con noches oscuras y abismos profundos. El solía decir que Dios muchas veces le exigió "saltos mortales" para el entendimiento, la voluntad y el corazón. Una espada especialmente dolorosa se clavó hondo en su alma cuando Schoenstatt fue probado. Se trataba del "hijo de su corazón". Pero también aquí triunfó la fidelidad crucificada.

Oración:

Padre Eterno, muchas veces mi vida es atravesada por cruces y espadas dolorosas. ¡Cuánto me cuesta aceptarlas! En esos momentos regálame la gracia de creer en tu amor. Enséñame a descubrir que a través de esas cruces y sufrimientos, Tú me envías un mensaje y me demuestras una predilección especial, queriendo educarme al heroísmo silencioso. Quisiera recordar entonces, que mis penas me unen íntimamente a tu Hijo y que son fuente de fecundidad para la salvación de muchos hombres.

Ayúdame a que, como el P. José Kentenich, permanezca firme en el dolor y confíe siempre en Tí, pues mi destino se halla en tus manos. Creo firmemente que por su intercesión me enviarás lo mejor para mí. Amén.

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Día quinto

Bajo la irrupción del Espíritu Santo

En el Cenáculo, unida a los apóstoles, María implora la venida del Espíritu Santo. Y cuando el Consolador, Aquel que Jesús había prometido, llega el día de Pentecostés como huracán y en forma de lenguas de fuego, María se hallaba en medio de los discípulos. Es la Reina de la joven cristiandad, la Madre de la Iglesia. Desde aquel primer Pentecostés, Ella sigue implorando para la Iglesia la venida del Espíritu, con su fuego de amor. Entre sus obligaciones maternales está el implorarnos los dones del Espíritu Santo "la fuerza de lo alto" para sus hijos.

El P. José Kentenich quiso desde un comienzo congregar a sus seguidores en torno a María. Por eso el Espíritu Santo pudo obrar tan maravillosamente en Schoenstatt, creando, especialmente en medio de tiempos difíciles, una Obra de renovación dentro de la Iglesia y para el mundo. Con gran sabiduría supo introducir a sus seguidores en el mundo de la fe. Su testimonio poseía la fuerza convincente del que vive lo que enseña. Con la fuerza del Espíritu Santo se jugó por entero por aquello que creía y ofreció su vida y su honra por el Reino de Dios. Ya que toda su confianza estaba anclada en Dios, pudo conservar la alegría y la paz, aún en los momentos de mayores pruebas de su vida. Como una pluma que se agita al más leve impulso del viento, así su alma, movida por el hálito del Espíritu, estuvo siempre dispuesta a captar y a realizar los más pequeños deseos de Dios.

Oración:

Padre Eterno, por la intercesión de María, a quién el P. José Kentenich sirvió, envíame el Espíritu Santo. Haz que su presencia me invada plenamente, despertando en mi interior una confianza inconmovible en Tí.

Padre, Tú eres quien me conoce, me sostiene y me ama. A Tí te pertenezco. Profundiza en mí la fe en tu sabiduría providente, entonces ya nada podrá amargarme y podré superar cualquier dolor. Sí, Padre, como el P. José Kentenich, en la fuerza del Espíritu Santo, creceré por medio del dolor y éste llegará a ser para mí, causa de bendición. Amén.

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Día sexto

Aplastadora de la serpiente

En el Libro del Génesis se habla de la Mujer, la Vencedora que aplastará la cabeza de la serpiente. Y en el Apocalipsis, San Juan nos la muestra combatiendo contra el Dragón. Ella es la enemiga del demonio. Jamás éste tuvo parte en Ella. María es la Inmaculada, la sin pecado original y libre de toda culpa personal.

El P. José Kentenich se consagró a María cuando tenía sólo 9 años. Desde entonces, la Virgen tomó en sus manos la educación de su vida. El la saludaba tres veces al día con la siguiente oración: "Dios te salve, María, por tu pureza conserva puros mi cuerpo y mi alma; ábreme apliamente tu corazón y el corazón de tu Hijo".

María no desoyó tales súplicas. Con su ayuda, él pudo superar las argucias del demonio y creer en el mundo sobrenatural. Siendo aún joven, sufrió una gran crisis personal, pero, como siempre, en la entrega filial a María encontró la ayuda, la respuesta y la fuente de su libertad interior.

Durante el tiempo de Nacionalsocialismo el P. José Kentenich fue encarcelado en Coblenza y llevado luego al campo de concentración de Dachau. Su obra fue amenazada. Nuevamente fue la confianza y la entrega a María, la fuerza que le permitió superar todas las dificultades. Su lema era: "Ella vencerá". Y Ella venció siempre. También solía afirmar: "la Madre cuidará perfectamente". Y en verdad lo hizo así. En la cercanía de María supo compenetrarse de su ser, siendo para muchos un ejemplo de pureza, bondad y fe.

Oración:

Padre Eterno, con profundo respeto contemplo a María, la Aplastadora de la serpiente, la Vencedora del Maligno. Con alegría me inclino ante Ella, y con Ella lucho contra todos los enemigos de Dios.

Quisiera consagrarse a su persona, como lo hizo el P. José Kentenich, para así tomarme firmemente de su mano y dejarme conducir por Ella a Tí. Ella tiene el poder que Tú le diste, de conducir a los hombres a tu corazón, y es generosa en regalar sus gracias, por eso, puedo cultivar una sana despreocupación, abandonándome totalmente a su conducción maternal. Amén.

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Día séptimo

Revestida de sol

Esta es otra imagen del Apocalipsis: "Una gran señal apareció en el cielo, una mujer vestida de sol" (Apoc. 12,1). María es la luz que resplandece en la oscuridad del tiempo. Ella nos ha dado a Cristo, el Sol de Justicia, y toda la luz del Sol de Cristo se refleja en Ella. Es la imagen ideal de la personalidad configurada en Cristo, la llena de gracia, en la que no penetró el pecaddo, el "hombre nuevo". También nosotros por el Bautismo fuimos incorporados a Cristo, la Luz Eterna, llegando a ser los hijos predilectos del amor del Padre. Y sin embargo, nos quedan aún las consecuencias del pecado original, la inclinación al mal y la debilidad de la voluntad. Nuestra tarea consistirá siempre en la aspiración constante por superarnos e ir hacia lo alto. Dios nos regala para esto su gracia auxiliante. Por eso, podemos confiar sencillamente en que nosotros también llegaremos a ser hombres configurados en Cristo, personalidades resplandecientes, como María.

En la persona del P. José Kentenich podemos ver a un hombre que alcanzó este ideal en gran medida. Su meta fue educar hombres nuevos, que en medio del mundo e impulsados por la libertad interior y el amor magnánimo, lleven una vida anclada en Dios, al servicio de su Reino. Quienes lo conocieron en el campo de concentración afirman de él, que era un hombre muy humano y a la vez, totalmente compenetrado de Dios. Tenía una fe única y una confianza sin igual. Así lo definió un prisionero. Sabía iluminar y mantener la luz de la fe en otros. Era portador de esperanza para los desalentados. En cada persona veía lo positivo que tenía y lo alentaba a realizar su originalidad. Su amor actuó en todos como un sol cálido y vivificante.

Oración:

Padre Eterno, por el Bautismo puedo llamarme tu hijo. En Cristo fuí llamado a ser un "hombre nuevo". María es para mí, modelo de este ideal. Si me uno a su persona y crezco en su ser y en su vida, me asemejaré a Ella y me compenetraré más de Cristo. Por la intercesión del P. José Kentenich, dame la gracia de vivir totalmente conforme a tu voluntad, animado de libertad interior y de un amor magnánimo. Así mi vida será también, desde hoy, causa de bendición para otros. Amén.

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Día octavo

Coronada de Estrellas

San Juan ve a María adornada con 12 estrellas. Es la Reina junto a su Hijo Jesucristo, el Rey del Universo (Apoc. 12,1). El poder en su Reino es el amor. Todos los que le entregan su confianza, experimentan su poder de Reina y su servicio abnegado. Es la Reina de misericordia.

Durante su vida, el P. José Kentenich acostumbraba coronar innumerables imágenes de la Santísima Virgen, pregonando así su realeza y misericordia. Cual "caballero de la Reina" le consagró su vida, y en su amor se hacía más y más semejante a Ella. Una cierta dignidad se manifestaba en todo su pensar, hablar y actuar. Sobre todo en su amor. Todo el que llegaba a él era considerado "hijo del Rey", a quien se debía tratar, por lo tanto, con respeto y amor. Esta nobleza lo caracterizó siempre, incluso en la cárcel de Coblenza y en el campo de concentración de Dachau. Dios dispuso que en el momento de su muerte, hubiese en la Iglesia de la Adoración muchas coronas, que él bendeciría después de la Santa Misa, para ser regaladas más tarde a la Santísima Virgen. Antes de que él pudiera hacerlo, Dios lo llamó junto a El. En una de las liturgias que se celebraron en torno a su ataúd, se recordó entonces aquella frase del Apocalipsis: "Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida" (Apoc. 2,10)

Oración:

Padre Eterno, Tú coronaste a María con una corona de gloria, concediéndole un inmenso poder. Por eso el P. José Kentenich, en los momentos difíciles de su vida, la coronaba una y otra vez, pidiéndole que manifestara ese poder.

También yo reconozco la realeza de María. Con el P. José Kentenich le ofrezco espiritualmente una corona, y confío firmemente en su intercesión, pues Tú le concedes todo lo que Ella te pide. Como un sencillo regalo de coronación, le ofrezco mi disponibilidad a llevar con resignación las dificultades y preocupaciones de la vida. Ella transformará mi sufrimiento en bendición, y logrará que yo mismo sea cada vez más su reflejo, glorificando así tu nombre, Padre. Amén.

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Día noveno

Transfigurada junto a Dios

María fue llevada en cuerpo y alma al cielo y vive en una comunión muy íntima de amor con el Dios Uno y Trino. Todo su ser halló una plenitud maravillosa en la transfiguración. María es la realización de la promesa de Dios a la humanidad. Nosotros, al incorporarnos al Cuerpo Místico de Cristo, somos coherederos de su gloria, pero estamos aún en el tiempo de la prueba, de la espera. Confiamos en "la gloria que se manfiestará en nosotros" (Rom. 8-18). Sin embargo, nuestro caminar debe ser en el cielo.

El P. José Kentenich indicaba muchas veces hacia ese ideal. Anheló construir en la tierra una "colonia del cielo", una tierra santa, penetrada enteramente por Dios. Los Santuarios de Schoenstatt en todo el mundo, están destinados a originar torrentes de bendiciones que penetren la tierra y capten el corazón de los hombres. El P. José Kentenich vivió totalmente de la fe en la realidad de lo sobrenatural. Era aquel que veía "más allá" de este mundo. Con su vida indicaba hacia Dios y atraía a los demás a la cercanía de El. Pero no por eso descuidaba la realidad concreta. Todas las dificultades y sufrimientos los supo interpretar a la luz de lo sobrenatural. Dios confirmó plenamente su presencia especialísima en la vida del P. José Kentenich, a través de los acontecimientos que rodearon su muerte, en la Iglesia de la Adoración, después de la celebración de la Eucaristía, sellando así una vida de entrega a su servicio. Quien visite el lugar de su muerte, donde se halla su tumba, experimenta la bendición de Dios.

Oración:

Padre Eterno, quisiera vivir con María y como el P. José Kentenich, plenamente en el mundo de la fe, pero, me cuesta tanto. Ayúdame, por su intercesión, a serte fiel en medio de este mundo sin fe. Concédeme la gracia de superar las adversidades y verlas bajo tu luz. Que sepa sobrellevarlas con tu fuerza. Entonces, todo sufrimiento me acercará a Tí y mi vida podrá desarrollarse en el cielo. Amén.

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Oración por la beatificación del Padre José Kentenich

Querida Madre y Reina Tres veces Admirable de Schoenstatt:

Te agradecemos que nos hayas regalado en el Padre José Kentenich un reflejo de la bondad y misericordia del Eterno Padre Dios. Durante toda su vida, ese corazón paternal no tuvo otro anhelo de amarte y regalar amor a las personas que Tú le confiaste, ayudándolas eficazmente en todas sus dificultades. Con la fe en la Divina Providencia, creemos que, desde la eternidad, continuará su misión de ser Padre y Guía de los que se confían en El. Por eso te pedimos que te glorifiques a través de él y nos escuches en nuestras necesidades, hagas que se realicen milagros físicos y de transformación interior y nos concedas la gracia que confiadamente te pedimos. Danos la conformidad con lo que Dios disponga y la salvación eterna. Concede pronto al Padre José Kentenich el honor de los altares para Gloria del Dios Trino. Amén.

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Secretariado P. José Kentenich
fuente: http://www.schoenstatt.de



Testimonios, informes, intenciones de oración/oraciones escuchadas.
Continuamente se registran casos de personas que logran llegar a Dios a través de la amistad con el P. Kentenich. Lo que impresiona profundamente a esas personas, al punto de sentirse interpeladas por Dios, es a veces es un libro, a menudo son folletos con propuestas de oración, o bien una imagen o una palabra de él. El Secretariado valora mucho todas las cartas recibidas en las que se informa sobre tales experiencias.

Numerosas son las cartas, llamadas telefónicas o mensajes por fax que han llegado hasta ahora. Muchos encomiendan sus intenciones al P.Kentenich y piden el apoyo de la oración. El equipo del Secretariado hace suyas esas intenciones en la oración personal y comunitaria. Todos los sábados, a las 17 hs., se celebra en la Iglesia de la Adoración una Santa Misa por todas las intenciones que se hayan comunicado.

La comunicación de oraciones escuchadas es un acto de gratitud para con el P. Kentenich. Tales testimonios y ejemplos de vida sirven también de aliento para otros. Asimismo contribuyen a la promoción de la canonización.

Todas las cartas son tratadas confidencialmente. Se publican solamente cuando los autores así lo solicitan; pero tampoco en este último caso se da a conocer ni el nombre ni el domicilio. Sin embargo las cartas deberían ser auténticos documentos y, por lo tanto, estar provistas de dirección, fecha y firma.

Dirección postal:
Secretariado P. José Kentenich
Berg Schönstatt 7
56179 Vallendar/Alemania

Telefon: 0261/6404-410
Telefax: 0261/6404-407
Correo electrónico: sekretariat.pjk@t-online.de

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Proceso de Canonización del Padre José Kentenich


Padre José Kentenich
1885 - 1968
Fundador del Movimiento Internacional de Schoenstatt

Etapas fundamentales que pertenecen a un proceso.
El proceso de beatificación y canonización del P. Kentenich fue abierto el 10 de febrero de 1975, en la ciudad de Tréveris.

Sobre la comunidad de quienes viven en este mundo, y de quienes viven ya en la contemplación de Dios, la Iglesia dice lo siguiente: "Cuando consideramos la vida de los fieles seguidores de Cristo, recibimos un nuevo impulso para buscar la ciudad futura. A la vez se nos señala un camino plenamente confiable por el cual, cada uno según su estado y condiciones de vida, puede alcanzar, a través de las vicisitudes terrenales, la perfecta unión con Cristo, vale decir, la santidad".

De ahí la importancia de hacer que brille en todo su esplendor el don que Dios nos hace en los santos y las personas de vida santa. Y eso es lo que ocurre en una canonización. La canonización que realiza la Iglesia es, en primer lugar, un acto de reconocimiento. La Iglesia reconoce que la persona en cuestión ha llevado una vida según los valores evangélicos y por lo tanto puede ser también un modelo para una vida basada en el evangelio. En el caso de los fundadores de comunidades religiosas, la canonización entraña asimismo la aprobación de su fundación, de su obra, a la cual se reconoce como fruto de una inspiración divina.


P. Ángel Strada, postulador en el causa de la canonización del Padre José Kentenich


Informe sobre la causa de canonización del Padre Fundador


La periodista Patricia Navas entrevistó al Padre Ángel L. Strada para la agencia de noticias española Veritas. El postulador de la causa de canonización de José Kentenich asegura que el Papa Benedicto XVI valora positivamente al fundador del movimiento apostólico de Schoenstatt, aunque no intervendrá en la tramitación del proceso.
El P. Angel Strada informa en esa entrevista sobre el actual estado del proceso y lo que está todavía por hacer.

¿Cuál es el estado actual del proceso de canonización del fundador de Schoenstatt?

El proceso fue iniciado en la diócesis de Tréveris el 10 de febrero de 1975, siete años después de la muerte del Padre Kentenich. En el transcurso de estos treinta años se ha reunido gran cantidad de signos de la fama de santidad. Millares de personas, radicadas en 87 países de los cinco continentes, han certificado que recurren a su intercesión o se guían por su ejemplo de vida. Los numerosos escritos publicados fueron examinados por cuatro especialistas en teología, quienes han manifestado que en ellos no se encuentra nada contra el dogma y la moral de la Iglesia. Más de un centenar de testigos han prestado declaración ante el tribunal eclesiástico. Esto es de particular importancia, dado que el objetivo del proceso es la verificación de la heroicidad de vida y de virtudes del siervo de Dios. Los testigos son interrogados sobre los recuerdos y vivencias que tuvieron en el contacto directo, en muchos casos durante decenios, con el Padre Kentenich. Pueden manifestarse a favor o en contra, plantear sus interrogantes, presentar documentación, etc.

En los últimos años el trabajo se concentró en la recolección y evaluación de los escritos no publicados: cartas escritas por él o dirigidas a él, documentos personales, conferencias y retiros no editados, etc. Una comisión de peritos en historia de la Iglesia y en archivos ha sido la responsable de dirigir la tarea. La gran cantidad de estos escritos ha demandado mucho tiempo y energías. En más de 110 archivos eclesiásticos y civiles se requirió documentación. Tanto para los archivos como para los testigos se tomó en consideración los lugares donde el Padre Kentenich vivió o desarrolló su actividad pastoral: Alemania, Roma, Suiza, Estados Unidos, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Sudáfrica. Una vez que la comisión de historiadores acabe su tarea, lo que está previsto para los próximos meses, faltarán muy pocos trámites para la finalización de la etapa diocesana del proceso. Seguirá después la etapa definitoria en Roma. Es imposible predecir cuándo llegará a su fin. Entre otros motivos porque se requiere un milagro para la beatificación. Y nadie puede "organizar" un milagro, sólo se puede implorarlo.

¿Cuáles son los principales obstáculos que están alargando el proceso?

Treinta años de duración no es necesariamente un tiempo demasiado largo para la causa de beatificación de un confesor. Las causas de los mártires, en general, demoran menos y no se les exige un milagro. No hay que utilizar como medida causas como las de la Madre Teresa de Calcuta o la de Mons. Escrivá de Balaguer, las que por diversos motivos demoraron relativamente pocos años. En el caso del Padre Kentenich ha influido su larga vida de 82 años, la enorme cantidad de documentación, su confrontación con el nacionalsocialismo y los casi cuatro años de prisión en el campo de concentración de Dachau, las dificultades que tuvo con su propia comunidad de los Padres Pallottinos, los catorce años de separación de su fundación impuestos por el entonces llamado Santo Oficio, las propuestas pastorales y teológicas que hizo anticipando el Concilio Vaticano II, etc. Muchos de estos temas han exigido una larga y exhaustiva investigación.

Hubo además dificultades en la tramitación del proceso mismo. Se lo inició cuando se encontraba vigente la antigua legislación, la cual cambió en 1983 y obligó virtualmente a un nuevo comienzo. La diócesis de Tréveris demoró varios años en nombrar sucesor del primer delegado episcopal, quien murió repentinamente. El sucesor sufrió diversas enfermedades, lo que le impidió una plena dedicación. Además hasta ahora no se ha producido ningún milagro por intercesión del Padre Kentenich. La apertura de un proceso de milagro normalmente influye para la aceleración del proceso de virtudes.

¿Cree que la nacionalidad alemana del Papa puede ayudar a agilizarlo?

Benedicto XVI conoce la personalidad y la obra del Padre Kentenich. De hecho, en el sur de Alemania donde él vivió su juventud, buena parte de su actividad docente y de su ministerio episcopal, el Movimiento de Schoenstatt cuenta con muchos adherentes en el clero y en el laicado. Una muestra de su positiva valoración es lo que escribió en octubre de 1989 prologando una novena dedicada al Padre Kentenich: "El Papa Juan Pablo II en su primera visita a Alemania, señaló al Padre Kentenich como un "insigne sacerdote en la historia reciente". De su vida, de su palabra y de su vida surge una luz radiante capaz de orientar en el camino. En su sarcófago está grabado el lema que lo guió, lo formó y con el que él modeló a muchos: "Dilexit ecclesiam" ("Amó a la Iglesia"). Quiera María, la Madre de la Iglesia por quien él siempre se dejó ayudar, protegernos y ampararnos. A través de su fiel servidor el Padre José Kentenich quiera abrir a muchos el camino del amor a la Iglesia para que un nuevo vigor y una nueva alegría de la fe inunden a nuestro pueblo y a nuestra tierra".

Pienso, sin embargo, que el Papa no intervendrá en la tramitación del proceso. Lo mejor es que el mismo se desarrolle de acuerdo a todas las exigencias de la ley canónica, sin ningún tipo de excepciones o de privilegios.

¿Cuál sería el beneficio para la Iglesia?

"Los santos, también los anónimos, son el mayor éxito de la Iglesia" ha dicho recientemente el Cardenal Lustiger. En efecto, ellos son la demostración clara de que los valores del Evangelio son realizables y no se reducen a una mera declaración de buenos principios o a ideales inalcanzables. Cristo anunció que su misión era darnos vida, y vida en abundancia. ¿Puede creerse en tal vida si en nadie y nunca se ha manifestado poderosa? En la vida de los santos se hace visible la fuerza transformadora de la gracia. Sus personalidades son muy diferentes, lo mismo que sus misiones particulares y sus contextos culturales. Pero tienen en común el seguimiento incondicional de Cristo. De muy diversas maneras nos abren accesos al evangelio y con su ejemplo nos impulsan a vivirlo. La Iglesia se beneficia cada vez que puede mostrar a alguien que refleja con transparencia el amor, la solidaridad, la veracidad, la bondad, la sencillez de Jesucristo. Ella no debe reducir su mensaje al anuncio de verdades de la fe o de normas de moral sino que sobre todo debe mostrar ejemplos convincentes de vidas conformes al evangelio. "La vida se enciende en la vida", afirmaba el Padre Kentenich. ¡Cuánto debemos a Pablo de Tarso, a Francisco de Asís, a Teresa de Ávila, a Ignacio de Loyola...! ¡Pero también cuánto debemos a testigos sencillos que con sus palabras y obras nos transmitieron la fe! Una iglesia sin los santos - los famosos y los anónimos - sería una Iglesia empobrecida. Por supuesto que es necesario evitar una "inflación de canonizaciones" y que la cantidad es algo secundario. Y sería de desear sobre todo la canonización de cristianos contemporáneos, en especial de laicos. En este sentido son de destacar el proceso del arquitecto español Antonio Gaudí, del político francés Robert Schuman, del ingeniero chileno Mario Hiriart, del padre de familia brasilero Joao Pozzobon.

¿Cuáles han sido las aportaciones originales del Padre Kentenich?

"Los santos son la respuesta de arriba a las preguntas de abajo", dijo alguna vez Hans Urs von Balthasar. Hoy tenemos muchas preguntas porque estamos inmersos en un tiempo de cambios acelerados, profundos, globales. Los aportes del Padre Kentenich son muchos, pero uno de ellos es precisamente la aceptación de los desafíos planteados por el mundo actual. "La mano en el pulso del tiempo, el oído en el corazón de Dios", así define su persona y su acción pastoral. No se refugió en la queja por los males actuales, no alimentó la nostalgia por tiempos pasados, no anunció futuros utópicos. Como fundador del Movimiento de Schoenstatt procuró educar para la libertad, para que cada persona tome conciencia de su originalidad y sea sujeto de su propia historia en apertura al Dios de la vida y en solidaridad con los demás. Por esto mismo denunció el peligro de la masificación. Y desde muy temprano se opuso al régimen de Hitler, lo cual le significó tres años y ocho meses de prisión en el campo de concentración de Dachau.

Otro aporte significativo consiste en la valoración de los vínculos humanos como caminos para llegar a un profundo vínculo con Dios. "El hombre más sobrenatural debe ser el más natural" proclamaba para alentar la vivencia de un cristianismo capaz de integrar lo humano y lo divino. Ya en 1920 predicaba que el santo de hoy es el santo de la vida diaria. La fe no es algo separado de la vida familiar, el trabajo, la amistad, las preocupaciones económicas, el arte y la política. Es preciso construir puentes entre la realidad cotidiana y la realidad sobrenatural. Capacitar para el encuentro con el Dios de la vida y de la historia fue la gran pasión del Padre Kentenich. Su propia experiencia y los largos años de acompañamiento espiritual de miles de hombres y mujeres lo llevaron a la creación de una pedagogía y de una espiritualidad aptas para el tiempo actual.

La figura de María ocupa un lugar destacado en las aportaciones del Padre Kentenich. Porque nadie como Ella ha dado ejemplo mayor de seguimiento de Cristo en medio de las circunstancias de la vida diaria, nadie entre los redimidos tuvo mayor apertura a los deseos del Padre Dios, nadie fue tan solidaria con sus semejantes. El encuentro con María es encuentro con los valores que hoy son necesarios para un testimonio cristiano creíble y auténtico. El Padre Kentenich estaba convencido - al igual que Juan Pablo II - de que María tiene la misión de imprimir los rasgos de Cristo en los corazones de los hombres y en las culturas de los pueblos. Por eso desde joven selló un pacto de amor con Ella y se puso a su entera disposición. María lo educó en el seguimiento de Cristo y se encargará de que sus aportaciones a la Iglesia sean fecundas.


Diferentes maneras de contribuir con el proceso:
Orar pidiendo un buen transcurso del mismo.
Vivir y anunciar el carisma del P. Kentenich.
Distribuir material informativo y textos de oraciones.
Comunicar relatos testimoniales, oraciones escuchadas e intenciones de oración.

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