San Juan Macías-18 de Septiembre


Perfil Biográfico
Hoy se celebra a San Juan Macías, el portero “ladrón del purgatorio”

REDACCIÓN CENTRAL, 18 Sep. 15 / 02:07 am (ACI).- “El portero de un convento es el espejo de la comunidad”, dijo una vez San Juan Macías al referirse a su servicio en el convento. Su fiesta se celebra cada 18 de septiembre y es llamado el “ladrón del purgatorio” porque rezaba mucho por los difuntos.

San Juan Macías nació en España en 1585. Siendo niño, quedó huérfano de padre y madre y quedó bajo el cuidado de un tío suyo que lo hizo trabjar como pastor. Más adelante se embarcó para el “Nuevo Mundo” y pasó por Cartagena, Pasto, Quito hasta que finalmente llegó a Lima.

En la “Ciudad de los reyes” se encontró con San Martín de Porres y se puso al servicio de un ganadero como pastor, sin dejar de rezar el Rosario. Tomó los hábitos en 1622 y más adelante fue designado como portero, donde brindó ayuda y consuelo a los pobres, los enfermos, explotados y oprimidos. Hasta él llegaban personalidades de la nobleza, como el virrey de Lima, para recibir sus consejos.

Recorría las calles de Lima pidiendo limosna para los pobres y cuando no podía salir, enviaba a su burrito, al que había amaestrado.

Cuando ya se acercaba el tiempo de partir a la Casa del Padre, sus hermanos empezaron a preocuparse de lo que sería de sus desvalidos y Juan los tranquilizó diciéndoles: “Con que tengan a Dios, sobra todo lo demás”.

Partió a la casa del Padre en septiembre de 1645 y fue canonizado por Pablo VI en 1975.

San Juan Macías nace en Ribera de Fresno (Badajoz) el año 1585. Huérfano a los cuatro años, desde muy niño fue dedicado al oficio de pastor. Su vida esta marcada por una primera educación familia de especial devoción a la Virgen María, particularmente mediante el rezo del Rosario. Las largas horas cuidando ovejas le permiten adquirir hábitos contemplativos. Piensa mucho en el texto del Apocalipsis: "vi un cielo nuevo y una tierra nueva" y lo identifica con las Américas, hacía poco descubiertas. Emigra a América del San Juan MacíasSur. En una nave mercante llega a Cartagena de Indias (Colombia) y más tarde a Lima. Allí pide el hábito de hermano cooperador, en el convento de Santa María Magdalena, en 1622, cuando contaba treinta y siete años. Su vida se distingue por una gran pobreza, humildad y caridad, es una persona sencilla y siempre abierta al cambio de vida. Aprende de los acontecimientos y de la lectura de la Palabra de Dios. Su oración es muy profunda: en ella la Virgen María y San Juan Evangelista le ayudan a encontrarse permanentemente con Cristo. Es un hermano muy respetuoso de los consensos comunitarios e incansable trabajador.

Fue portero del convento durante veinticinco años. Desde ese puesto ejercita una increíble obra de beneficencia material y espiritual con limosnas y con el rosario ofrecido por los pecados propios por los demás y en sufragio por las almas del purgatorio. Tuvo también mucho influjo en la ciudad con sus consejos. Aquella portería de la Magdalena se convierte en lugar de comunión y participación de pobres y enfermos. Allí Juan Macías ora con ellos, les imparte catequesis y les ayuda en sus necesidades. Su acción va más allá del recito conventual. Es capaz de amaestrar un borriquillo que con él pide limosna. Más de una vez, sin guía alguna, se dirige a las casas de los necesitados llevándoles alimento. Contemporáneo de San Martín de Porres y Rosa de Lima, es también evangelio viviente del Señor Jesús. También como San Martín, sufre con valentía injurias y calumnias por su caridad heroica con los necesitados.

San Juan Macías murió en Lima el 15 de septiembre de 1645. Su cuerpo se venera en la basílica del Rosario. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1813 y canonizado por Pablo VI el 28 de septiembre de 1975.

Semblanza Espiritual

San Juan MacíasDesde niño era muy modesto y amigo de las cosas religiosas, frecuentaba las iglesias y oía con gran atención los sermones, que a su manera contaba a otros niños. Atendiendo la portería con humildad, San Juan Macías procuró ocultar siempre la estimación que de su santidad hacían todos, dentro y fuera del convento, lo mismo los grandes señores que los pobres a quienes en la portería daba sustento. Teníase por indigno de tratar con los demás religiosos, estimando no solamente a los sacerdotes, sino también a los novicios y conversos como si cada uno fuera su superior. Las reprensiones las llevaba con mucha paz sintiéndose mortificado cuando era alabado.

Su obediencia era tan pronta que, sin formar juicio de lo que le mandaban, inmediatamente lo cumplía. Bastaba con que el superior le hiciese la más mínima señal o indicación para dejar hasta los mismos ejercicios espirituales y hacer lo que le mandaban.

Su caridad con los pobres fue grande en socorrerlos y consolarlos, para lo cual se daban ayuda los nobles de la ciudad y de otras partes. En cada pobre veía a Jesucristo. Socorría a todos, en su portería o enviando un criado a las familias necesitadas. Esta caridad que con los pobres ejercitaba, dándoles limosna, la ejercitaba también con los ricos aconsejándoles y consolándolos.