Santa Teresa Benedicta de la Cruz

(Edith Stein)

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Biografía


Monja Mártir, 9 de agosto
Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Santa (Edith Stein), Santa

Monja Mártir

Fuente: catholic.net

Martirologio Romano: Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith) Stein, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas y mártir, la cual, nacida y educada en la religión judía, después de haber enseñado filosofía durante algunos años entre grandes dificultades, recibió por el bautismo la nueva vida en Cristo y la desarrolló bajo el velo de religiosa, hasta que, en tiempo de un régimen hostil a la dignidad del hombre y de la fe, fue desterrada y encarcelada, muriendo en la cámara de gas del campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia (1942).

Etimológicamente: Teresa = Aquella que es experta en la caza, es de origen griego.

Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. "Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña". Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.

El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios. "Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar".

Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización "Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto". Más tarde escribía: " como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas".

En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. "Retorno al objetivismo". Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo de formación profesional.

Al estallar la primera guerra mundial escribía: "ahora ya no tengo una vida propia". Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia, donde obtuvo el doctorado "summa cum laude" con una tesis "Sobre el problema de la empatía ".

Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. "Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, come si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido". En las últimas páginas de su tesis de doctorado escribió: "ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la misericordia divina". ¿Cómo llegó a esta afirmación?

Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.

Con gran sorpresa encontró una creyente. "Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo". Más tarde escribirá: "lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada".

En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: "Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto".

Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: "Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación". Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío.

Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.

En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".

Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: "mi anhelo por la verdad era ya una oración".

En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. "Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios". 

Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada.

Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. "Mamá, soy católica". Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió: "mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño" (cf. Jn 1, 47).

Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. 

"Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros otras muchas cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe "salir de sí mismo", en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir". 

Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible "practicar la ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas". Encuentra siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más importantes del año eclesiástico.

En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: "Potencia y acción". Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su vida.

En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser "instrumento de Dios". "Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él ".

En 19331a noche se cierne sobre Alemania. "Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío". El artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que continuara su actividad docente. "Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había convertido en una extranjera en el mundo".

El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. "Solamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella".

Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos mujeres. "¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha hecho Dios? " . Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. "No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios". Cada semana escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa.

El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.

Escribe en 1938: "bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto".

 El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. "Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios... fue lo ultimo que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta".

En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: "que ya sólo en amar es mi ejercicio ".
La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. "Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios ". Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.

"Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo " (31.10.1938).

El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.

"Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo... ".

Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. "Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea". Ante "la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos..., nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio".

En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la cruz) sólamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)". Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: " La ciencia de la Cruz ".

El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: "Ven, vayamos, por nuestro pueblo".

Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y las deportaciones de los judíos. "Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así... cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos". El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: "para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios".

Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.

Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a "una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo ".


Santa Teresa Benedicta de la Cruz O.C.D.


Religiosa y Mártir
Nombre Edith Stein
Nacimiento 12 de octubre de 1891
BreslaviaFlag of the German Empire.svg
Fallecimiento 9 de agosto de 1942
AuschwitzFlag of the NSDAP (1920–1945).svg
Venerado en Iglesia Católica
Beatificación
1 de mayo de 1987, por el Papa Juan Pablo II en Colonia, Alemania
Canonización 11 de octubre de 1998 por el Papa Juan Pablo II
Festividad 9 de agosto
Patronazgo Europa; Día Mundial de la Juventud; judíos convertidos

Edith Stein, llamada Santa Teresa Benedicta de la Cruz O.C.D. (Breslavia, Alemania (hoy Polonia) 12 de octubre de 1891 - Auschwitz, 9 de agosto de 1942), filósofa, mística, religiosa carmelita, mártir y santa alemana de origen judío. Es copatrona de Europa.
Beatificada en 1987 y canonizada en 1998 por el Papa Juan Pablo II.

Biografía y obras

Edith Stein nació en la ciudad alemana de Breslavia (hoy Wrocław, Polonia e históricamente, en alemán, Breslau) en el seno de una familia judía, el día del Yom Kipur. Era la última de un total de once hijos. Su padre era comerciante. Edith era agraciada. En 1916 ingresa a la Universidad de Gotinga, donde estudió filosofía. Atraída por la fenomenología, se convirtió en discípula del célebre filósofo Edmund Husserl. Publica su tesis de doctorado como "Sobre el problema de la Empatía", lo que originará su programa filosófico temprano. Posterior a su tesis, vienen los escritos "Causalidad Sentiente" e "Individuo y Comunidad", en donde busca justificar filosóficamente la nueva psicología naciente.

La última obra correspondiente a su primer período es "Una investigación sobre el estado", culmen de su proyecto para elaborar una antropología fenomenológica que vaya del hombre singular a la persona como comunidad.
Dentro de esta primera etapa en su pensamiento filosófico, vale también la pena resaltar su obra "Introducción a la Filosofía". Si bien no pertenece propiamente al ciclo de obras anterior y es de difícil catalogación, es una obra sumamente original. En ella se descubren los principales problemas de la filosofía de la naturaleza: el movimiento, las nociones de tiempo y espacio o qué es un objeto material y físico. En diálogo con Kant y con Husserl, y demostrando profundos conocimientos de las ciencias duras de su época (física, biología, filosofía de la ciencia) Edith Stein establece una diferencia fundamental entre los problemas de la naturaleza y los problemas de la subjetividad. A partir de la segunda parte (encargada de estudiar la subjetividad), formulará una antropología propiamente dicha y resaltará las características del hombre como la libertad, la conciencia, y la capacidad reflexiva.

En esta obra hablará de las estructuras de la personalidad y empleará el escrito como preámbulo a una obra de su etapa posterior: "La estructura de la persona humana", que es un curso que ella impartió en el Instituto de Pedagogía Científica en Münster, Westfalia (1932/33).
En Gotinga, se acerca por primera vez al cristianismo y al estallar la primera guerra mundial, en 1914, Edith siguió un curso de enfermería y sirvió como enfermera en un hospital austríaco.

El hospital donde servía fue cerrado en 1916, y Edith reanudó sus estudios filosóficos con Husserl, y obtiene el doctorado en Friburgo.
Varios de los filósofos discípulos de Husserl se convierten al cristianismo. En 1921, de visita en la casa de Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl, en Bergzabern, Edith visita la biblioteca y lee la autobiografía de Santa Teresa de Ávila. Según la propia Edith (que lo confesaría después), esta obra fue determinante para su conversión definitiva al cristianismo. En enero de 1922, Edith fue bautizada, y el 2 de febrero del mismo año, recibió la confirmación.

A partir de su conversión al Cristianismo inicia una nueva etapa en su pensamiento filosófico. Se dedicará al intenso estudio de las obras de Santo Tomás de Aquino y del Beato Duns Escoto. Sin negar su primera etapa como fenomenóloga estrictamente husserliana, y tomando como base filosófica sus primeras obras filosóficas de antropología, escribirá "Potenz und Akt" una primera obra de metafísica y ontología en la que dialogará con el pensamiento de Hedwig Conrad-Martius. Esta obra es un estudio profundo acerca de los primeros principios metafísicos del ser: el acto y la potencia y de qué manera se desvelan éstos en el ser humano.
Posteriormente escribirá "Ser Finito y Ser eterno" (Endliches und Ewiges Sein), su obra magna, en la que desarrollará toda una metafísica inspirada en la filosofía de Santo Tomás y la fenomenología de Husserl, resultando así, una de las últimas tomistas más originales de la historia de la filosofía.

En 1933, después de dar cursos y conferencias sobre el tema de la mujer y la pedagogía, ingresa al Convento de las Carmelitas Descalzas de Colonia, donde toma el hábito de dicha orden, con el nombre de Sor Teresa Benedicta de La Cruz. El 31 de diciembre de 1938 es enviada al Carmelo de Echt (Holanda), donde parece estar fuera de peligro por no ser conocida de la población ni de los ocupantes alemanes.

Arresto y muerte

Sin embargo, como represalia por la pastoral de los obispos holandeses contra la deportación de judíos practicada por los nazis, es arrestada el día 2 de agosto de 1942 por la Gestapo junto a su hermana Rosa (también convertida al catolicismo), y llevada con otros religiosos y religiosas al campo de concentración de Amersfoort, dos días más tarde al de Westerbork (Holanda). Es enviada al campo de exterminio nazi de Auschwitz. La llevaron a la barraca 36, siendo marcada con el Nº 44.074 de deportación, para morir, como judía y mártir de la fe cristiana a los 51 años de edad, víctima del Zyklón B: ácido cianhídrico; de la ducha anunciada, en vez del agua deseada, emanó el tóxico Zyklón B de la muerte casi instantánea. Su cuerpo sin vida fue calcinado con leña en agosto de 1942. Las cenizas o huesos de la Hna. Edith se arrojaron en el campo adyacente.
Mujer de singular inteligencia y cultura, ha dejado numerosos escritos de elevada doctrina y de honda espiritualidad.

Beatificación y canonización

En 1962 se inició su proceso de beatificación. Teresa Benedicta de la Cruz, considerada por el catolicismo mujer hija de Israel, Mártir por la fe en Cristo y Víctima del exterminio judío, fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia, el 1 de mayo de 1987. Su fiesta se celebra en el Carmelo Teresiano y en la Iglesia Católica el 9 de agosto.
El Papa Juan Pablo II canonizó a la judía, filósofa, monja, mártir y beata, Teresa Benedicta de la Cruz de la Orden del Carmelo, el 11 de octubre de 1998 en la Basílica de San Pedro en Roma. Fue también este Papa quien la declaró co-patrona de Europa el 12 de julio de 1999, en el marco de la apertura del Sínodo de Europa.

Bibliografía

Giuseppe Pulina, L'angelo di Husserl. Introduzione a Edith Stein, Zona, Civitella in Val di Chiana 2008, ISBN 978-88-95514-47-5
MacIntyre, Alasdair. Edith Stein, Un Prólogo Filosófico, 1913 - 1922. ISBN 978-84-936102-3-4 Editorial Nuevo Inicio, Granada, 2008.
Michel Dupuis, 16 días con Edith Stein, Ciudad Nueva, ISBN 84-9715-023-6
Eduardo González Di Pierro, De la persona a la historia. Antropología fenomenólogica y filosofía de la historia en Edith Stein, Editorial Dríada, México, 2005 ISBN 970-93504-7-1
Alasdair MacIntyre, Edith Stein. A Philosophical Prologue. 1913-1921, ISBN 0-7425-4995-X
Alasdair MacIntyre (2008). Edith Stein, Un Prólogo Filosófico, 1913 - 1922. Editorial Nuevo Inicio. ISBN 978-84-936102-3-4.
Urbano Ferrer (ed.) (2008). Para comprender a Edith Stein. Ediciones Palabra. ISBN 978-84-9840-239-1.
Ezequiel García Rojo, Edith Stein. Existencia y pensamiento. Editorial de Espiritualidad,. ISBN 84-7068-251-2. [www.editorialdeespiritualidad.com]
Ezequiel García Rojo, Una mujer ante la verdad. Aproximación a la filosofía de Edith Stein. Editorial de Espiritualidad. ISBN 84-7068-275-X. [www.editorialdeespiritualidad.com]
Salto Sánchez del Corral, Ana: La Dignidad Humana: Dignidad de la Mujer. Madrid, PPC, 2007.
De la publicación de las traducciones al español de las Obras Completas se encargan Julen Urkiza y Francisco Javier Sancho, y se están editando bajo los sellos de Editorial de Espiritualidad, Editorial Monte Carmelo y Ediciones El Carmen.


BEATA TERESA BENEDICTA
DE LA CRUZ
(EDITH STEIN)





Beata Teresa Benedicta de la Cruz

Su vida

Nació en Breslavia -hoy Wroclaw- capital de la Silesia, una región de Alemania que pasó a Polonia después de la Segunda guerra mundial, el 12.10.1891.
Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Edith fue la última de once hijos. Su padre murió el 1893 y su madre hubo de cargar con la dirección de la serrería y la educación de sus hijos.
La pequeña Edith escribió de sí misma que ella de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo.
En 1913 ingresó en la universidad de Gottingen y se dedicó al estudio de la fenomenología. Aquelío era su vida: sus libros, sus compañeros, y, sobre todo, el célebre profesor E. Husserl. Durante este tiempo llega a un ateísmo casi total.

Estalla en 1914 la primera Guerra Mundial y Edith trabaja como enfermera en un hospital de cuatro mil camas. A esta obra se entrega de lleno.
El estudio de fenomenología hecho con seriedad le lleva al conocimiento profundo de la Iglesia católica y se bautiza el 1.1.1922. El Dios o el Absoluto llena toda su alma: "Cristo se elevó radiante ante mi mirada; Cristo en el misterio de la Cruz'. Su encuentro definitivo fue en 1921 leyendo la Autobiografía de Santa Teresa.
Al ser bautizada el 1.1.1922 recibió el nombre de Teresa Edwig.
A sus 42 años, el 15.4.1934, fiesta del Buen Pastor, viste el hábito carmelita en el convento de Colonia.
Su familia rompe con ella. El 21.4.1935, domingo de Pascua de Resurrección, emite sus votos religiosos y tres años después, aquel mismo día, sus votos perpetuos. Su vida será ya una "Cruz" convertida en "Pascua".

Pronto se enrarece la atmósfera en Alemania. Los nazis odian al puebo judío. Ella presagia la suerte que le espera. Quieren salvarla haciendo que huya a Holanda. El 22.8.1942 miembros de las SS se presentan en el convento y apresan a Sor Bendicta y a Su hermana Rosa.
Después de varios tormentos, el 9.8.1942, en el horno de gas del "infierno de Auschwitz", moría la mártir de la Cruz, Sor Bendicta.
Fue beatificada el 1.5.1987 en Colonia. Su fiesta se celebra el 9 de agosto.

Su espiritualidad
Además de en su vida-siempre auténtica y generosa, tanto cuando era creyente y practicante judía como cuando se alejó de la fe, y, sobre todo, cuando se convirtió después y abrazó la vida del Carmelo- su espiritualidad se manifiesta, sobre todo, en sus maravillosos y profundos escritos. Estos son los principales: Ser infinito y eterno; La ciencia de la Cruz; Caminos para el conocimiento de Dios; Teresa de Jesús; El Misterio de Navidad; Las Bodas del cordero; La oración de la Iglesia; Ave Crux... Todas ellas arrancan del primer encuentro que tuvo con Cristo.
Amó muchísimo al Carmelo y a la Madre del Carmelo. Escribió sobre su vocación cosas preciosas...

Alguien ha escrito de la misión de Edith Stein:
"Su figura, su oración y su trabajo, su silencio y su pasión, su postrera marcha hacia el oriente, no desaparecerán fácilmente de la memoria de las generaciones venideras, irradiando siempre espíritu de fortaleza y despertando anhelos por ahondar en la fe, en la esperanza y en el amor".

 Su mensaje que procuremos vivir con intensidad la sinceridad y honradez. que estemos dispuestos a oír la voz del Señor aunque haga cambiar nuestra vida. que nos enamoremos de la cruz como medio de salvación. que seamos fieles hasta el final aunque sea con el martirio. Su oración Señor, Dios de nuestros padres en la fe, infúndenos copiosamente la ciencia de la cruz, con la que enriqueciste de modo admirable a la Beata Teresa Benedicta en la hora del martirio; concédenos, por su intercesión, buscarte sin descanso a ti que eres la suma de la Verdad, y mantener con lealtad hasta la muerte la alianza eterna de amor, sellada con la sangre de tu Hijo para la salvación de todos los riombres. Amén.

Image of floral bouquet


Santa  Teresa Benedicta de la Cruz 
EDITH STEIN


"El camino de la fe nos da más que el camino del pensamiento filosófico: nos da a Dios, cercano como Persona, a Dios que ama y se compadece de nosotros, y os da esa seguridad que no es propia de ningún otro conocimiento natural. Pero el camino de la fe es oscuro"(Endliches und ewiges sein,58). Edith Stein recurrió este camino oscuro, sin retroceder, segura como un niño que se abandona en las manos de su padre. Y por el camino oscuro de la fe llegó "a la perfección más elevada del ser, la que al mismo tiempo es conocimiento, don del corazón y acción libre"(ibid.,421).

Nacida en Breslau el 12 de octubre de 1891, día del Kippur, día festivo pare los hebreos, fue la última entre siete hermanos, estudió filosofía, primero en su ciudad natal, y luego se trasladó a Gottinga para seguir a Edmund Husserl, genio filosófico e iniciador de la fenomenología. En su escuela, Edith tampoco se interesaba ya por la religión. Del hebraismo practicado en su infancia apenas le quedaba la huella moral. A través de los estudios de fenomenología empezaba gradualmente a descubrir las dimensiones del mundo religioso, del cristianismo, hasta llegar a hacerse católica. Decisiva para este paso fue la lectura de la autobiografía de Santa Teresa de Avila. En la noche misteriosa de junio de 1921, cuando era huésped en casa de una amiga filósofa, llegaba a una profunda intuición de Dios-Verdad. Todo entonces pare ella se convirtió en luz: recibiría el bautismo el 1 de enero de 1922, y entonces también iba a comprender que estaba llamada al Carmelo.

Sin embargo, transcurren doce años de espera, de aprendizaje, de viajes para dictar conferencias, de estudios y de maduración interior, antes de entrar en el Carmelo de Colonia. Y tal vez no hubiera logrado hacerse religiosa, si la situación política misma de Alemanía con sus crecientes medidas antisemíticas no le hubieran hecho imposible la continuación de su seguimiento del Instituto de Pedagogía Cientifica de Munster.

A pesar de la oposición de la familia, Edith se hace carmelita con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Muy pronto va a sentir el peso de esta "Cruz" sobre sus espaldas. Después de descubierto su origen no ario, ya no hay seguridad pare ella tras los muros del monasterio. En la noche de Año Nuevo de 1939 se refugía en el Carmelo de Echt, en Holanda. Parece un lugar tranquilo. Sin embargo algo le hace presentir que no escapará al destino de su pueblo. Efectivamente, mientras escribe su libro sobre la doctrina de san Juan de la Cruz, significativamente titulado Scientía crucis, dos of iciales de las fuerzas de ocupación llegan al monasterio. Tiene que salir y seguirlos, junto con su hermana Rosa, también ella convertida, que había venido a Echt.

Antes de la deportación a Auschwitz, Edith pudo todavía enviar un par de mensajes al Carmelo. Luego, con el convoy que las llevo a Auschwitz, las hermanas Stein entraron en la sombra de la muerte El holocausto de Edith se consumó el 3 de agosto de 1942 en las cámaras de gas. E1 Papa Juan Pablo, quien ya en 1987 II reconoció la santidad de esta hija de la Santa Madre Teresa y el martirio de esta hija del pueblo hebreo vuelta al seno de la Iglesia, procedió a su canonización en Roma el 11 de octubre de 1998.

Esta rápida mirada biográfica nos permite ver que en la vida de Edith Stein hay tres etapas distintas, la primera de las cuales abarca la infancia, la adolescencia, el estudio y el trabajo filosófico como asistente de Husserl. Treinta años importantes también por el desarrollo humano y religioso que culmina con la conversión. La segunda etapa comprende doce años de intensa vida cristiana, de maduración interior e intelectual, de preparación paciente y escondida en el Carmelo, en absoluta fidelidad a la gracia de la vocación. Con su entrada en el Carmelo de Colonia iniciaba la tercera etapa que a través del sufrimiento, la conformación con Cristo hasta llegar a las cumbres de una mística de la cruz, culmina con la ofrenda suprema, en la "casa blanca" del campo de exterminio, de su vida por la Iglesia, por la salvación del pueblo hebreo. Estas tres etapas están marcadas en ella por un gran deseo de totalidad, por una profunda exigencia de absoluto, por una búsqueda constante y apasionada de la verdad -de Dios-, motivo por el cual cada paso suyo hacia adelante en sus investigaciónes y en su acercamiento a la fe ha incluido casi por necesidad también una orientación hacia las opciones más radicales del cristianismo: la vida monástica, para vivirla a la luz de las aspiraciones más atrevidas.

1. La búsqueda de la verdad
A pesar de la educación religiosa de su infancia, Edith pierde bien pronto su fe hebrea bajo el influjo de la enseñanza racional de la escuela. Es un hecho que se nota también en otros jóvenes hebreos, como en Simon Weil y en Franz Rosenberg, y no ha de atribuirse solamente a dificultades encontradas en el seno de la familia. La religión hebrea se le presentaba tan solo en forma de idealismo ético, hasta el extremo de creerse con derecho a demostrar sus defectos y debilidades. Semejante posición critica lleva a Edith a la neutralización del pensamiento de Dios y al rechazo de toda práctica religiosa. A1 mismo tiempo se concentra en la búsqueda de principios y valores intelectuales, considerados por ella más elevados que los de la fe hebraica.

Esta búsqueda, que llevó adelante sola, creaba dentro de ella un estado de tensiones crecientes, de fatigas angustiosas para llegar a soluciones en torno a los cuestionamientos e interrogantes existenciales que rodean todos los años de su estudio hasta el momento de la conversión.
En este difícil camino encuentra a Edmund Husserl. Al leer sus "Logische Untersunchungen" (Investigaciones lógicas), entrevé en la ciencia fenomenológica el sistema filosófico más válido y conveniente que le iba a sostener en su búsqueda de la verdad, abriéndole nuevos horizontes de conocimiento a los que jamás se cerró. La veremos en Gottingen formándose en la escuela del gran filósofo alemán. Pronto se convertirá en su alumna más dotada, y luego de haber terminado brillantemente los estudios con el doctorado summa cum laude él la tomará como su asistente y colaboradora.

La adquisición del método fenomenológico incidió positivamente en sus investigaciones acerca de la esencia de las cosas, liberándola de preconceptos de estrechez y llevándola a una actitud de libertad de prejuicios ("voraussetzungslosigkeit" ), sin la cual no hubiera podido abrirse al pensamiento de Dios con esa indispensable objetividad de juicio que le es tan característica. Con todo, no fue la actividad mental de la joven la que la llevó, a descubrir el mundo de la fe ese "mundo perfectamente nuevo" que le había quedado 'totalmente desconocido", como ella escribe. Y no fue el ambiente, ni tampoco los amigos y compañeros del círculo husserliano: Max Scheler y Adolf Reinach, convertidos hacía poco tiempo. Dice ella de Scheler:

"no me llevó, sin embargo, a la fe; tan sólo me abrió un nuevo campo de fenómenos frente a los cuales no podía permanecer insensible. No por nada se había repetido tanto ( en la escuela de Husserl ) que era preciso contemplar cualquier cosa sin preconceptos, arrojando fuera todas las lentes: así caerían las barreras de los prejuicios racionalistas en medio de las cuales había crecido sin saberlo, y el mundo de la fe se abría improvisamente ante mí". (Aus dem Leben einer judischen Familie, 57 ).

Pero el nuevo conocimiento suscita en Edith interrogantes acosadores. Era desea llegar a la claridad en la problemática religiosa, quiere entender cuál es la relación que puede haber (que debe haber) entre ella y Dios. Leerlo en clave de ideas le resulta absurdo a su naturaleza cada vez más inclinada a referirlo todo a la realidad concreta. ¿Imaginarlo como una relación idealista o romántica? Esto había que descartarlo a priori en ella, sedienta siempre de llegar a la posesión de la esencía más profunda de las cosas, fuera de la cual nada tenía valor para ella. Pero entonces, no sería más fácil proseguir en la línea de la ausencia de Dios? Edith no era la persona que buscara los caminos más fáciles. Su programa vital incluía siempre la opción de los caminos más arduos.

En medio de luchas, crisis nerviosas, contradicciones, rupturas, y hasta momentos dramáticos y señalados por padecimientos interiores, Edith empezaba a evaluar tres aspectos posibles para vivir su fe: el hebraismo, el protestantismo y el catolicismo, confrontándolos rigurosamente, sometiéndolos a selección, buscando cómo desligarlos de los impulsos externos del círculo de los amigos.

El hebraismo
Una conocida de Edith, la señora Filomena Steiger de Friburgo, recuerda haberla visto llevando en sus manos el Antiguo Testamento, en el cual, sobre todo en los libros de los Profetas, buscaba la respuesta a una fuerte inquietud interior. También su amiga la filósofa hebrea Gertrud Koebner, recuerda los serios esfuerzos de Edith para acercarse a la religión de sus padres. Pero sopesándolo todo, Edith se convence de que el hebraismo no es la dimensión conveniente a su espíritu. Sin embargo, no lo rechazaría nunca, como fácilmente solía acaecer con otros hebreos convertidos al cristianismo. Seguiría respetándolo siempre.
 
El protestantismo
Edith entró en contacto con el protestantismo no solamente por la amistad con Adolf Reinach y con Edvige Conrad Martius, en cuya casa se reunían los colegas del círculo huserliano, sino también cuando vivió en Gottingen, pequeña ciudad con numerosas iglesias evangelicas y con gente que no ocultaba su credo luterano. Además, la predilección de Edith por la música religiosa de Bach hubo de crear en ella alguna idea acerca del sentimiento y del misticismo protestante. Pero mucho más importante es su encuentro con la actitud cristiana frente al dolor, a las atrocidades de la guerra del 1914-1918, y la constatación de la fuerza de la esperanza cristiana nacida de la cruz de Cristo.

En 1917 se encontraba en Friburgo, como asistente de Husserl. Un día cualquiera le llegó la noticia de la muerte de Adolf Reinach, caído en el campo de batalla. Su esposa y otros amigos le pidieron a Edith que viniera a poner en orden lo que había dejado -sus diversos escritos filosóficos- el finado. Edith vacila. Teme que no será capaz de decir cosa que pueda consolar a la viuda, creyéndola desesperada por la pérdida de su compañero. 

Se encuentra con la joven viuda Reinach. Al verla, queda impresionada de su comportamiento resignado, casi sereno, en el que inmediatamente intuye la fuerza de la fe cristiana. De repente se le abre la puerta de un reino hasta ahora desconocido: el reino de la esperanza cristiana. 

Cuando refiriò esta experiencia al jesuita P Hirschmann muchos años después, confesaba:
"Fue mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que ella comunica a quien la lleva. Por primera vez vi delante de mí a la Iglesia, nacida del dolor del Redentor, en su victoría sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en que se hizo pedazos mi incredulidad y brilló la luz de Cristo, Cristo en el misterio de la Cruz".

Son palabras dichas años más tarde, cuando Edith sintió todo el peso de la cruz sobre su pueblo perseguido. En 1917 Edith había tenido ante todo la experiencía de que todos sus argumentos racionales, ateos, son nada en comparación con la fe cristiana. 
Al situarse a sí misma frente a esta mujer profundamente cristiana, comprendió que el cristianismo le podía ofrecer valores-guías esenciales en la búsqueda de la verdad. 
Intuyó cuánta es la importancia que asume en la vida la fe en Dios para liberar al hombre de las angustias existenciales, pare experimentar aquella "paz trascendental", que en la fenomenología husserliana deriva de manera exclusiva de la acción de Dios en el alma.

 La viuda Reinach le había enseñado con su actitud serena y confiada que esta "paz trascendental" se identifica en la fe cristiana con la fuerza de la cruz de Cristo aceptada en la esperanza de resucitar a la vida inmortal. Sólo el contacto con Cristo muerto en la cruz permite al hombre encontrar la paz interior y sublimar el sufrimiento.

Sin embargo, Edith no llega a una decisión. Se ha iniciado un largo período de luchas, de crisis que comprometen al máximo su inteligencía y Su voluntad, hay momentos dramáticos de conflicto con el pasado y con sí misma, hasta el punto de sentir que se hunde en un ''silencio de muerte" . 

A veces trata de rehuir a la acción del Espíritu Santo. "Puedo adherir a la fe, buscarla con todas mis fuerzas, sin que sea necesario que yo la practique" ( Psychische Kausalitat, 43 ) . Por lo demás, está convencida: "Cuando un creyente recibe una orden de Dios -bien sea inmediatamente en la oración, o bien a través del representante de Dios-, debe obedecer" (Untersuchung uber den Staat, 401).

El catolicismo.
Durante unos tres o cuatro años Edith encuentra todas sus fuerzas intelectuales en una profunda reflexión. Lee numerosos libros de espiritualidad cristiana, libros de santos y de autores católicos. Tratando de encontrar un camino liberador en su interior o también por interés pedagógico y cultural. Así se compra un día el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Empieza a sumergirse en los "ejercicios" por puro interés psicológico. Pero al cabo de algunas pocas páginas se da cuenta de la imposibilidad de una lectura de esta suerte. 

Acaba por "hacer" los Ejercicios, ella, todavía atea, pero sedienta de Dios, como refiere el padre Erich Przywara que la había atendido en los últimos años de 1922-1930. Pero tampoco Ignacio logra darle la última seguridad, por más que no pueda excluirse su influjo positivo en el sentido de que la condujo hacia una dirección interior y espiritual capaz de orientar todo el ser de manera consciente, vital, como arrojándole una primera luz para su decisión. 
Esta, efectivamente, la tomó Edith luego de la lectura de la autobiografía de Santa Teresa de Avila.

En junio de 1921 se dirigió a Bergzabern, a la casa de la amiga Edvige Conrad-Martius, donde se reunía a menudo el grupo de ex-alumnos husserlianos. No iban a Friburgo, donde Husserl enseñaba en la universidad, porque sentían a su vez que lo seguían en su viraje hacia el "idealismo trascendental" En la biblioteca de la amiga Edith descubrió el Libro de la Vida de la gran mística española. La lectura de las páginas autobiográficas la afectaron profundamente.
Cerró el libro y exclamó: "Aquí esta la verdad", esa "verdad" que ella tan apasionadamente iba buscando por años.

Se dice que en una sola noche Edith había leído y asimilado todo el texto teresiano. Mas siempre resulta poco probable, aun para una inteligencia elevada como la de Edith, que en el espacio de pocas horas logre penetrar con una fuerza tan intuitiva en el mundo espiritual y en todo el itinerario ascensional de la Santa, como para poder reaccionar inmediatamente y decidir su conversión al catolicismo. Quizás es más verosímil que en esa noche culminó una precedente lectura del Libro de la Vida con particular sensibilidad con respecto a los capítulos teresianos referentes a la experiencia de Dios .

Con la afirmación "Dios es verdad" como punto terminal de largos sufrimientos en el camino de la búsqueda de Dios, Santa Teresa de Avila enriqueció efectivamente a la Stein con la dimensión esencial de la existencia humana, tan intensamente buscada: todo viene a concentrarse en el "andar un alma en verdad delante de la misma Verdad.(V. 40,3). 

En aquella noche Edith finalmente pudo decir con la Reformadora del Carmelo: "Esta verdad que digo se me dio a entender es en sí misma verdad, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad". (V.40,4). Su conversión al catolicismo es la plena y consciente aceptación de la única Verdad, experimentada místicamente por Santa Teresa y buscada por ella en una large lucha dentro de su inconsciente.
 
Inmediatamente la Santa española empezó a ser para Edith el modelo de su nueva vida de fe, y quiso seguirla, con la intención de hacerse carmelita. En su auténtica necesidad de encaminarse siempre por los caminos más radicales, la opción por el Carmelo parece la única respuesta que podía satisfacer su deseo de totalidad. Tenía treinta anos, llena de energía, de entusiasmo, quería constituir a la fe como parte integral de su vida. Así, su camino de fe coincidía prácticamente con su camino vocacional.


Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)


Edith Stein nació en Breslavia, capital de la Salesia prusiana, el 12 de Octubre de 1891, undécima hija de una familia judio-alemana profundamente religiosa.

Desde la infancia Edith manifiesta una inteligencia brillante y vivaz. Aunque criada en los valores del judaismo, a los catorce años abandona la fe de sus padres y se declara atea. 
En 1911 se inscribe para estudiar Psicología e Historia en la Universidad en Cottinga. Descubre la corriente fenomenológica y en 1913 entra a estudia con el propio Edmundo Husserl, fundador de la Fenomenologia. Con su fama de filósofa brillante, Edith se convierte en la asistente de Russerl en su cátedra en la universidad de Friburgo. La amistad que anuda en Gottinga con los filósofos Maz Scheler (católico) y Adolfo Reinach (protestante) le sacude el mundo de sus prejuicios racionalistas.
 En 1921, tras leer la autobiografia de Santa Teresa de Avila, se convierte al cristianismo, recibiendo el bautismo en 1922. De 1923 a 1931 enseña filosofía en Speyer. 
En 1933 es llamada a enseñar en el Instituto Pedagógico de Munster. actividad que al año tiene que suspender debido a las leyes raciales de la Alemania de entonces.

En 1933 entra como novicia al Carmelo Descalzo de Colonia y, al hacer sus votos religiosos, toma el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz. Dado que en los libros de la policia hitleriana aparece como "no aria", la presencia de Sor Teresa Benedicta en el Carmelo de Colonia pone en peligro a todas las demás hermanas, por lo que sus superiores deciden enviarla a Echt, en Holanda, ciudad en la que las Carmelitas Descalzas tienen un monasterio. Sor Teresa Benedicta parte de Alemania el 31 de DIciembre de 1938 en plena noche. Pero ni siquiera en Holanda está segura. En la tarde del 2 de Agosto de 1942 dos agentes de la Gestapo llamaban al portón del Carmelo de Echt en busca de Sor Edith Stein. Primero la llevaron al campamento de Westerbork en el norte de Holanda, y luego la trasladaron al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. El 9 de Agosto, junto a otros deportados, sor Edith Stein-Teresa Benedicta de la Cruz cruzaba el umbral de la cámara de gas y sellaba la propia vida con el martirio.

Un puñado de cenizas y tierra oscura pasada a fuego en los hornos crematorios de Auschwitz es todo lo que queda de Sor Edith Stein, entrerrado en el pavimento de la iglesia de San Miguel de Breslavia (hoy Wroclaw), confiada a los salesianos, a pocos pasos de la mansión de la calle San Miguel, numero 38, que fuera la casa de la familia Stein.

En Mayo de 1987 fue proclamada beata, canonizada el 11 de Octubre de 1998 y en 1999 declarada co-patrona de Europa juntamente con Santa Brigida de Suecia y Santa Catalina de Siena. Judia, filósofa, feminista, atea, religiosa, teóloga, mistica y mártir, el Papa Juan Pablo II dejó dicho de ella que "lleva en su intensa vida una síntesis dramática de nuestro siglo".<

MISA DE CANONIZACIÓN DE LA BEATA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II 
Plaza de San Pedro
Domingo 11 de octubre de 1998

1. «En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!» (Ga 6, 14).

Las palabras de san Pablo a los Gálatas, que acabamos de escuchar, reflejan bien la experiencia humana y espiritual de Teresa Benedicta de la Cruz, a quien hoy inscribimos solemnemente en el catálogo de los santos. También ella puede repetir con el Apóstol: «En cuanto a mí ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!».
¡La cruz de Cristo! En su constante florecimiento, el árbol de la cruz da siempre nuevos frutos de salvación. Por eso, los creyentes contemplan con confianza la cruz, encontrando en su misterio de amor valentía y vigor para caminar con fidelidad tras las huellas de Cristo crucificado y resucitado. Así, el mensaje de la cruz ha entrado en el corazón de tantos hombres y mujeres, transformando su existencia.

Un ejemplo elocuente de esta extraordinaria renovación interior es la experiencia espiritual de Edith Stein. Una joven en búsqueda de la verdad, gracias al trabajo silencioso de la gracia divina, llegó a ser santa y mártir: es Teresa Benedicta de la Cruz, que hoy, desde el cielo, nos repite a todos las palabras que marcaron su existencia: «En cuanto a mí ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!».

2. El día 1 de mayo de 1987, durante mi visita pastoral a Alemania, tuve la alegría de proclamar beata, en la ciudad de Colonia, a esta generosa testigo de la fe. Hoy, a once años de distancia, aquí en Roma, en la plaza de San Pedro, puedo presentar solemnemente como santa ante todo el mundo a esta eminente hija de Israel e hija fiel de la Iglesia.
Como entonces, también hoy nos inclinamos ante el recuerdo de Edith Stein, proclamando el inquebrantable testimonio que dio durante su vida y, sobre todo, con su muerte. Junto a Teresa de Ávila y a Teresa de Lisieux, esta otra Teresa se añade a la legión de santos y santas que honran la orden carmelitana.
Amadísimos hermanos y hermanas, que habéis venido para esta solemne celebración, demos gracias a Dios por la obra que realizó en Edith Stein.

3. Saludo a los numerosos peregrinos que han venido a Roma y, de modo particular, a los miembros de la familia Stein, que han querido estar con nosotros en esta feliz circunstancia. Un saludo cordial va también a la representación de la comunidad carmelitana, que se convirtió en la «segunda familia» para Teresa Benedicta de la Cruz.

Doy mi bienvenida, asimismo, a la delegación oficial de la República federal de Alemania, encabezada por el canciller federal saliente Helmut Kohl, a quien saludo con cordialidad y deferencia. Saludo, igualmente, a los representantes de los estados del norte del Rin Westfalia y Renania-Palatinado, así como al alcalde de la ciudad de Colonia.
También de mi patria ha venido una delegación oficial guiada por el primer ministro Jerzy Buzek, a la que saludo cordialmente.

Quiero reservar una mención especial a los peregrinos de las diócesis de Wrocław, Colonia, Münster, Espira, Cracovia y Bielsko-Żywiec, aquí presentes junto con sus cardenales, obispos y sacerdotes. Se unen a la gran multitud de fieles que han venido de Alemania, de Estados Unidos y de mi patria, Polonia.

4. Queridos hermanos y hermanas, Edith Stein, por ser judía, fue deportada junto con su hermana Rosa y muchos otros judíos de los Países Bajos al campo de concentración de Auschwitz, donde murió con ellos en la cámara de gas. Hoy los recordamos a todos con profundo respeto. Pocos días antes de su deportación, la religiosa, a quienes se ofrecían para salvarle la vida, les respondió: «¡No hagáis nada! ¿Por qué debería ser excluida? No es justo que me beneficie de mi bautismo. Si no puedo compartir el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida, en cierto sentido, queda destruida».

Al celebrar de ahora en adelante la memoria de la nueva santa, no podremos menos de recordar, año tras año, la shoah, ese plan cruel de eliminación de un pueblo, que costó la vida a millones de hermanos y hermanas judíos. El Señor ilumine su rostro sobre ellos y les conceda la paz (cf. Nm 6, 25 ss).
Por amor a Dios y al hombre, una vez más elevo mi apremiante llamamiento: ¡Que nunca más se repita una análoga iniciativa criminal para ningún grupo étnico, ningún pueblo, ninguna raza, en ningún rincón de la tierra! Es una llamada que dirijo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad; a todos los que creen en el Dios eterno y justo; a todos los que se sienten unidos a Cristo, Verbo de Dios encarnado. Todos debemos ser solidarios en esto: está en juego la dignidad humana. Existe una sola familia humana. Es lo que la nueva santa reafirmó con gran insistencia: «Nuestro amor al prójimo .escribió. es la medida de nuestro amor a Dios. Para los cristianos, y no sólo para ellos, nadie es .extranjero.. El amor de Cristo no conoce fronteras».

5. Queridos hermanos y hermanas, el amor a Cristo fue el fuego que encendió la vida de Teresa Benedicta de la Cruz. Mucho antes de darse cuenta, fue completamente conquistada por él. Al comienzo, su ideal fue la libertad. Durante mucho tiempo Edith Stein vivió la experiencia de la búsqueda. Su mente no se cansó de investigar, ni su corazón de esperar. Recorrió el camino arduo de la filosofía con ardor apasionado y, al final, fue premiada: conquistó la verdad; más bien, la Verdad la conquistó. En efecto, descubrió que la verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el Verbo encarnado fue todo para ella. Al contemplar, como carmelita, ese período de su vida, escribió a una benedictina: «Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente, busca a Dios».
Edith Stein, aunque fue educada por su madre en la religión judía, a los catorce años «se alejó, de modo consciente y explícito, de la oración». Quería contar sólo con sus propias fuerzas, preocupada por afirmar su libertad en las opciones de la vida. Al final de un largo camino, pudo llegar a una constatación sorprendente: sólo el que se une al amor de Cristo llega a ser verdaderamente libre.

La experiencia de esta mujer, que afrontó los desafíos de un siglo atormentado como el nuestro, es un ejemplo para nosotros: el mundo moderno muestra la puerta atractiva del permisivismo, ignorando la puerta estrecha del discernimiento y de la renuncia. Me dirijo especialmente a vosotros, jóvenes cristianos, en particular a los numerosos monaguillos que han venido durante estos días a Roma: Evitad concebir vuestra vida como una puerta abierta a todas las opciones. Escuchad la voz de vuestro corazón. No os quedéis en la superficie; id al fondo de las cosas. Y cuando llegue el momento, tened la valentía de decidiros. El Señor espera que pongáis vuestra libertad en sus manos misericordiosas.

6. Santa Teresa Benedicta de la Cruz llegó a comprender que el amor de Cristo y la libertad del hombre se entrecruzan, porque el amor y la verdad tienen una relación intrínseca. La búsqueda de la libertad y su traducción al amor no le parecieron opuestas; al contrario, comprendió que guardaban una relación directa.

En nuestro tiempo, la verdad se confunde a menudo con la opinión de la mayoría. Además, está difundida la convicción de que hay que servir a la verdad incluso contra el amor, o viceversa. Pero la verdad y el amor se necesitan recíprocamente. Sor Teresa Benedicta es testigo de ello. La «mártir por amor», que dio la vida por sus amigos, no permitió que nadie la superara en el amor. Al mismo tiempo, buscó con todo empeño la verdad, sobre la que escribió: «Ninguna obra espiritual viene al mundo sin grandes tribulaciones. Desafía siempre a todo el hombre».

Santa Teresa Benedicta de la Cruz nos dice a todos: No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad. El uno sin la otra se convierte en una mentira destructora.

7. La nueva santa nos enseña, por último, que el amor a Cristo pasa por el dolor. El que ama de verdad no se detiene ante la perspectiva del sufrimiento: acepta la comunión en el dolor con la persona amada.

Edith Stein, consciente de lo que implicaba su origen judío, dijo al respecto palabras elocuentes: «Bajo la cruz he comprendido el destino del pueblo de Dios. (...) En efecto, hoy conozco mucho mejor lo que significa ser la esposa del Señor con el signo de la cruz. Pero, puesto que es un misterio, no se comprenderá jamás con la sola razón».
El misterio de la cruz envolvió poco a poco toda su vida, hasta impulsarla a la entrega suprema. Como esposa en la cruz, sor Teresa Benedicta no sólo escribió páginas profundas sobre la «ciencia de la cruz»; también recorrió hasta el fin el camino de la escuela de la cruz. Muchos de nuestros contemporáneos quisieran silenciar la cruz, pero nada es más elocuente que la cruz silenciada. El verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace fecundo al dolor y el dolor hace profundo al amor.

Por la experiencia de la cruz, Edith Stein pudo abrirse camino hacia un nuevo encuentro con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Padre de nuestro Señor Jesucristo. La fe y la cruz fueron inseparables para ella. Al haberse formado en la escuela de la cruz, descubrió las raíces a las que estaba unido el árbol de su propia vida. Comprendió que era muy importante para ella «ser hija del pueblo elegido y pertenecer a Cristo, no sólo espiritualmente, sino también por un vínculo de sangre».
8. «Dios es espíritu, y los que lo adoran, deben adorarlo en espíritu y verdad » (Jn 4, 24).
Amadísimos hermanos y hermanas, estas palabras las dirigió el divino Maestro a la samaritana junto al pozo de Jacob. Lo que donó a su ocasional pero atenta interlocutora lo encontramos presente también en la vida de Edith Stein, en su «subida al monte Carmelo». Ella percibió la profundidad del misterio divino en el silencio de la contemplación. A medida que, a lo largo de su existencia, iba madurando en el conocimiento de Dios, adorándolo en espíritu y verdad, experimentaba cada vez más claramente su vocación específica a subir a la cruz con Cristo, a abrazarla con serenidad y confianza, y a amarla siguiendo las huellas de su querido Esposo: hoy se nos presenta a santa Teresa Benedicta de la Cruz como modelo en el que tenemos que inspirarnos y como protectora a la que podemos recurrir.

Demos gracias a Dios por este don. Que la nueva santa sea para nosotros un ejemplo en nuestro compromiso al servicio de la libertad y en nuestra búsqueda de la verdad. Que su testimonio sirva para hacer cada vez más sólido el puente de la comprensión recíproca entre los judíos y los cristianos.
¡Tú, santa Teresa Benedicta de la Cruz, ruega por nosotros! Amén.

Edith Stein
Fuente: corazones. org



Fiesta: 9 de agosto
Ver también sus escritos: Cartas y documentos
Ed. Monte Carmelo
El Misterio de la Navidad
-Edith Stein
Cruz: única esperanza
a href="http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10427">Libro recomendado

Consideró su conversión a la fe católica como una conversión también hacia una mas profunda identificación con su identidad judía.
Su testimonio ilustra dos temas inseparables: La unidad entre el judaísmo y la fe católica y el valor del sufrimiento."Sta. Edith Stein vio en el holocausto un aspecto del sufrimiento expiatorio... un valor redentivo para todo el mundo (y) un vínculo específico entre su sacrificio y la gracia especial necesaria para propiciar la conversión de los judíos" Salvation is from the Jews, de Roy Schoeman. La santa murió con un grupo compuesto casi enteramente de judíos bautizados.


Teresa Benedicta de la Cruz,
(Edith Stein)- Biografía

Nació el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).

Ella era la menor de los 11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y su madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus hijos.

Edith escribió de sí misma que de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los problemas que la rodean.

En plena adolescencia deja la escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la vida. Surgen sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del hombre en general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia su búsqueda, motivada por un sólo principio: "estamos en el mundo para servir a la humanidad".

Fue una brillante estudiante de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) para ser su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.

Siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento existencial. Fue así que decidió enlistarse en la Cruz Roja como enfermera durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?"

Todo esto revela la búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero que, sin embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe la “medalla al valor".

Otras características humanas de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba preparando su alma para un día reinar en ella.

En el año 1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la viuda, Ana Reinach, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacia sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes vacíos y lagunas. Edith buscaba más.

Fue por tanto de gran impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino que tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente de esta paz y de esta fe. Mientras estaba en casa de la viuda Reinach, Edith tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió a la gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón femenino: "ésta es la verdad".

La fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis a las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma.

Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.

Unos pocos meses más tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa Misa, busca al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para recibir el sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente: ‘Haga la prueba.”

El día 1 de enero de 1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de inmensas gracias. Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad como Judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.

Después de su bautismo emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa. Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: "Un cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno? Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la obediencia".

Es difícil a una mujer tan acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.

Vida Apostólica
Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.

Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.

Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.

También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.

Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron. Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden benedictina.

En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.

"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.

Su FamiliaEn este momento, sería oportuno destacar lo que significa todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su mamá. Más que su profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue la incomprensión de su mamá, lo que le causó un verdadero martirio interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y se niega a escuch
ar sus explicaciones. Edith abraza este profundo sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios, costara lo que costara.

Entrada al Convento de Colonia
El 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.

Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de aflicción.”

Y también: “Hay una vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención.”

El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.

Es durante estos años que concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: Ser Finito y Eterno. En esta obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía.

Una vez mas, la situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del Carmelo de Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, --junto con su hermana Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había convertido al Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al Convento Carmelita de Holanda.

Es aquí donde Edith empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: La Ciencia de la Cruz. Hecha por obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del horror de la guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la situación del pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la oportunidad de responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del sufrimiento.

Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.”

El pueblo sufría y la Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el amado.” Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:

“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”

Como Católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.

Ella escribe: “Y es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
En 1942 empiezan las deportaciones de judíos. Luteranos, calvinistas y católicos acuerdan leer el mismo día un texto conjunto de protesta en sus servicios religiosos. La Gestapo amenaza a todas las autoridades cristianas de Holanda con extender la orden de deportación a los judíos conversos a sus credos. Los calvinistas y los luteranos dan marcha atrás, pero Pío XII se mantiene firme. El texto de condena se lee en todas las iglesias católicas de Holanda. La venganza se cumple unos días mas tarde. Las SS invaden el convento del Carmelo de Echt y se llevan a dos monjas judías conversas: Edith y Rosa Stein.
No era la primera vez que la Iglesia protestaba y sufría. Ya el día de la Pascua de 1939, la encíclica de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había leído desde todos los púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y católicos comprometidos habían sufrido graves consecuencias.
Esta condenaba ocurrió antes que Francia e Inglaterra se decidieran contra Hitler.
Esta vez las fuerzas Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones de los obispos católicos de Holanda en contra de las deportaciones de los judíos, declaran a todos los católicos-judíos “apartidas”. A la vista de los graves peligros que corren en Holanda, la comunidad del Carmelo comienza los trámites para que Edith y Rosa puedan emigrar a Suiza, pero los intentos no dan resultado. El 2 de agosto del año 1942, miembros de la SS se presentan en el convento y apresan a la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas al campo de concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana Teresa cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo: “¡Ven, hagámoslo por nuestro pueblo!” Estas palabras eran eco de unas que había escrito mucho antes pero con la misma dedicación y determinación:

“Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”

En la Cima de la CruzAl ser tomadas del Convento de Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de concentración de Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible situación, una gran paz emanaba de Edith Stein.

En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.

Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobreviventes dan testimonio de la paz interior de la santa:

“Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”

Otro dice:

“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”

Y finalmente otro:

“Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”

Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas pleno a su vida, entregándose por todos, por amor..

Sin duda podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida, la Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa de Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.”

Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.

Su último testamento:
El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración: "No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza

De los escritos espirituales de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein Weke, II. Band, Verborgenes Leben ‘Vida Escondida’ Freiburg-Basel-Wien 1987, S. 124-126)
Ave Crux, spes unica
“Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.

El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida.

Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido obediente hasta la muerte de Cruz.
Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios.

Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión terrena.
Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado; Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.

El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz, incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo.
Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a lo alto, hasta el seno de la Trinidad.

El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta los confines de la tierra.


Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.

El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote. ¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza!


RESPONSORIO 1Co 1, 24b
R. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; * Pero para los llamados, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
V. El deseo de mi corazón y mi plegaria pidiendo su salvación suban hasta el Señor. * Pero para los llamados.