9 de Abril
(Toledo, 950-Briviesca, 1050)
Era una andalusí hija del emir de Toledo, que practicando la caridad cristiana, llevaba alimentos a los prisioneros cristianos de su padre; descubierta, los alimentos que ocultaba entre sus ropas se convirtieron en rosas. Según la leyenda, fue martirizada y elevada a los altares. Es patrona de las mujeres que buscan milagros relacionados con la fertilidad y la sanación de enfermedades ginecológicas.
Según el Martirologio Romano, Santa Casilda de Toledo «ayudó con misericordia a los cristianos detenidos en la cárcel y después, ya cristiana, vivió como eremita».
Hagiografía
«En los aledaños de Briviesca resuena siglos ha un nombre de mujer que es la flor de la gracia; en castellano se dice poesía: en árabe Casilda. Fue una princesa mora llena de guapura y de melancolía. Nació en Toledo, hija del sultán, medio siglo antes que Alfonso VI recristianara la imperial ciudad. Vivía la princesa ocultamente su cristianismo y se derramaba como un perfume de caridad entre los cautivos cristianos. Como un día la sorprendiera el rey, su padre, Casilda declaró que a los prisioneros les llevaba "rosas" y, el pan, por milagro, se hizo rosas...»
El nombre de Casilda significa en árabe «poesía», «cantar» o «aquella que canta con alegría». Pudo haber nacido entre los años 1007 y 1025, y era hija de un emir musulmán de Toledo (España) cuyo nombre no se sabe con exactitud, pero los reyes de Toledo fueron primero Ismail al-Zafir (periodo 1032-1043), y sucedido por su hijo Al-Mamún de Toledo (periodo 1043-1075).
Debido a la enfermedad de su hija, el emir gestionó un permiso de tránsito temporal con el rey castellano, para que su hija acudiera a unos pozos medicinales, gracias a los que se curó. El lugar, al poco tiempo se convirtió en un lugar de peregrinaje. Con el tiempo, terminó por erigirse en la Patrona de la Bureba, y el Santuario, dedicado en su origen al mártir San Vicente, tomó el nombre de Santa Casilda cuya vida fue entendida como “poesía” para Dios; desde entonces es muy venerada en Burgos. El 21 de agosto de 1750 las reliquias de «la virgen mora que vino de Toledo» fueron colocadas en una nueva urna, obra de Diego de Siloé, rematada por su propia imagen yacente.
La tradición local afirma que la mujer que pruebe el agua y eche una piedra al lago, tendrá asegurada su descendencia