9 de Enero
Los santos Julián y Basilisa (muertos en torno al año 304 de nuestra era) fueron una pareja de esposos, martirizados en Antioquía o, más probablemente, en Antínoe (Egipto), durante el reinado del emperador romano Diocleciano.
Aunque pronto fueron venerados como santos por diferentes confesiones cristianas, lo cierto es que no hay datos históricos fehacientes sobre la existencia de la pareja y, frecuentemente, se ha confundido este San Julián mártir con San Julián de Cilicia, ya que en el Martirologio romano se hace referencia a ocho santos con este nombre que se celebran durante el mes de enero. La información sobre su vida proviene de las actas del martirio.
Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios del cielo”, afirmó San Julián ante el juez que lo condenó a morir degollado. Él y su esposa Santa Basilisa vivieron un amor virginal aprobado por el mismo Jesucristo.
Él murió mártir. Ella falleció después, tras sobrevivir a la persecución. Ambos vivieron entre los siglos III y IV. La fiesta de estos esposos se celebra el 9 de enero.
San Julián era hijo único de una noble y rica familia. Tuvo una profunda formación en la fe cristiana. A los 18 años sus padres querían que se casara con una joven noble llamada Basilisa, pero Julián había prometido a Dios mantenerse virgen.
Después de mucho ayuno y oración, Julián entendió que Dios tenía un camino especial trazado para él, y que al lado de Basilisa como esposa podría vivir su promesa de virginidad. San Julián y Santa Basilisa descubrirán juntos, posteriormente, las implicancias de ese camino de amor virginal.
La tradición cuenta que el Señor Jesús se les apareció personalmente para darles la autorización de casarse y vivir el matrimonio en completa castidad.
Como muchos santos de los primeros siglos, los nuevos esposos repartieron sus bienes entre los pobres. Luego se retiraron a vivir en dos casas a las afueras de la ciudad, las que se convertirían en monasterios. A San Julián acudían los varones y con Santa Basilisa iban las mujeres. Mucha gente los buscaba a fin de pedir consuelo espiritual y orientaciones para vivir más cristianamente.
El grupo de hombres nombró a San Julián como superior, o abad, de su comunidad. El Santo los dirigió con cariño y prudencia. Era el que más trabajaba, el que más ayudaba y oraba con mucho fervor, dando el ejemplo a sus hermanos. Dedicaba muchas horas a la lectura de textos religiosos antiguos y a la meditación. Fue también un asceta, por lo que vivió en permanente ayuno.
Cuando se trataba de reprender a algún hermano, lo hacía sin altanería, sin malos modos y siempre en privado. La amabilidad o fraternidad fue el sello de su gobierno espiritual. Los monjes se sentían muy cómodos con él, y preferían el desierto y la disciplina antes quee una vida de comodidades mundanas.
Santa Basilisa, a su vez, era seguida por una multitud de muchachas que se quedaban edificadas con su ejemplo de virtud. Muchas de ellas abrazaron la vida religiosa y vivieron en paz bajo su dirección.
Cabe recordar que eran tiempos de la persecución de Diocleciano y Maximiano, y que todo cristiano corría peligro de ser castigado, incluso con la muerte. Cuando encarcelaron a Julián, terminaron llevándose a todos los que vivían con él en el monasterio.
Ante el juez, San Julián proclamó: “Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús, que es muchísimo más importante y poderoso que el emperador, me dará las fuerzas y el valor para soportar los tormentos”.
San Julián fue condenado a muerte, pero antes fue azotado. Uno de los verdugos, al retirar rápidamente el fuete, se hirió a sí mismo en uno de los ojos con la punta de hierro del látigo. En ese momento, el Santo pidió a Dios que curase al verdugo, y efectivamente se produjo el milagro.
Al final, los verdugos le cortaron la cabeza y uno de ellos llamado Celso, hijo de Marciano, se convirtió al cristianismo al ver la valentía y la alegría con las que murió este amigo de Cristo. Estos acontecimientos se dieron alrededor del año 304. Santa Basilisa, en cambio, murió por causas naturales.
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