28 de enero
Por: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Martirologio Romano: En la ciudad de Cuenca, en Castilla la Nueva, en España, san Julián, obispo. Fue el segundo obispo de esta ciudad, una vez recuperada de manos de los musulmanes, y, egregio por su modo de vivir, se distinguió por repartir entre los pobres los bienes de la Iglesia, trabajando con sus manos para obtener el sustento diario (c. 1207).
Fue el segundo obispo de Cuenca -desde el 1198 al 1208-, después de D. Juan Yáñez.Nació a mediados del siglo XII.
En familia noble burgalesa, cuando Burgos era la cabeza de Castilla. Inicia su educación en la escuela catedralicia de la época, donde se refugia la ciencia junto al clérigo del monasterio, aplicándose con esmero a las artes liberales.
En Palencia cursa estudios superiores. Estudioso, serio y formal, impresiona a los profesores y se hace notar entre los alumnos por su ciencia y piedad.
Terminados sus estudios es nombrado profesor de filosofía y teología cuando solamente tiene 24 años. Esta situación es un caso excepcional en el centro que el obispo Poncio convirtió en Estudio, Alfonso VIII elevó a la categoría de Universidad y el papa Urbano VI enriqueció con todos los privilegios de la universidad de París.
En la docencia quemará diez años de su vida. Ocupa una habitación funcional que es a la vez lugar de reposo-estudio-oratorio, y allí hace además cestillos que son parte de su limosna a los pobres: los da para que con su venta se ayuden a vivir.
A los 35 años se retira a Burgos con la intención de prepararse al sacerdocio abandonando la fama, el honor y prestigio que se ha bien ganado con la docencia. Vive con el fiel criado Lesmes a orillas del Arlanzón en intensa vida de oración, mortificación y estudio hasta que en 1166 es ordenado sacerdote. Los alrededores de la capital burgalesa son los primeros beneficiados de su apostolado.
Pero al poco tiempo decide ampliar el campo de su predicación. Con un crucifijo, una estampa de la Virgen y una muda está convertido en misionero tierras abajo hasta la Córdoba averroista ¡Cuánto bien hizo con su bien formada cabeza! Está misionando en Toledo cuando el arzobispo Don Martín López le nombra arcediano de la catedral.
La excursión misionera ha durado veinte años. Ahora, en la nueva situación, alterna las tareas de gobierno con la predicación, la administración de los sacramentos, y la santa manía de fabricar cestillas para los pobres, junto a la oración y penitencia que ama vivamente y a las que se dedica de modo especial una temporada en determinados días cada año.
Alfonso VIII lo obliga a aceptar la diócesis de Cuenca a la muerte de su primer obispo. En 1196 es consagrado obispo vencida su resistencia. Y comienza un nuevo cargo pastoral en la hosca y brava sierra, el altozano de la Alcarria y los llanos de la Mancha donde ha de cuidar del complejo mosaico de musulmanes, judíos y cristianos que su diócesis encierra.
Se preocupó de modo exquisito de los sacerdotes que son su mano larga para llevar a Cristo al pueblo. La caridad con los pobres, y la atención a los descarriados destacan bases que consiguen para Dios una parcela cristiana. Los biógrafos hacen sobresalir dos momentos de su vida de pastor en los que demostró virtudes heroicas: la hambruna y la peste que sufrió el pueblo y en las que su generosidad y entrega no tuvo límite a favor de sus fieles.
Murió en el 1208.
Sus atributos son con propiedad episcopales, la mitra y el báculo al que se añade un cestillo testigo de su caridad. Ordinariamente se le representa sentado ante su mesa de trabajo.
A lo largo de su vida se complementan lo intelectual y lo pastoral, la teoría se hace práctica, el espíritu informa a la vida, y las palabras no se quedan huecas sino que se colman con las obras. Fue el hombre de Dios que sirvió a la Iglesia estando donde se le necesitaba y en el momento oportuno.
Pero al poco tiempo decide ampliar el campo de su predicación. Con un crucifijo, una estampa de la Virgen y una muda está convertido en misionero tierras abajo hasta la Córdoba averroista ¡Cuánto bien hizo con su bien formada cabeza! Está misionando en Toledo cuando el arzobispo Don Martín López le nombra arcediano de la catedral.
La excursión misionera ha durado veinte años. Ahora, en la nueva situación, alterna las tareas de gobierno con la predicación, la administración de los sacramentos, y la santa manía de fabricar cestillas para los pobres, junto a la oración y penitencia que ama vivamente y a las que se dedica de modo especial una temporada en determinados días cada año.
Alfonso VIII lo obliga a aceptar la diócesis de Cuenca a la muerte de su primer obispo. En 1196 es consagrado obispo vencida su resistencia. Y comienza un nuevo cargo pastoral en la hosca y brava sierra, el altozano de la Alcarria y los llanos de la Mancha donde ha de cuidar del complejo mosaico de musulmanes, judíos y cristianos que su diócesis encierra.
Se preocupó de modo exquisito de los sacerdotes que son su mano larga para llevar a Cristo al pueblo. La caridad con los pobres, y la atención a los descarriados destacan bases que consiguen para Dios una parcela cristiana. Los biógrafos hacen sobresalir dos momentos de su vida de pastor en los que demostró virtudes heroicas: la hambruna y la peste que sufrió el pueblo y en las que su generosidad y entrega no tuvo límite a favor de sus fieles.
Murió en el 1208.
Sus atributos son con propiedad episcopales, la mitra y el báculo al que se añade un cestillo testigo de su caridad. Ordinariamente se le representa sentado ante su mesa de trabajo.
A lo largo de su vida se complementan lo intelectual y lo pastoral, la teoría se hace práctica, el espíritu informa a la vida, y las palabras no se quedan huecas sino que se colman con las obras. Fue el hombre de Dios que sirvió a la Iglesia estando donde se le necesitaba y en el momento oportuno.
Aparte quedan los fastos apócrifos que adornan su vida con prodigios sobrenaturales desde su entrada en el mundo y existentes sólo en la imaginación de quien tuvo la sana pretensión de exaltar la figura del santo. San Julián no los necesitaba.
La Venerable y Real Congregación de los Naturales y Originarios de Cuenca,
con sede en Madrid, solicitó en 1750 la reliquia del "obispo limosnero",
que estaba en poder de Isabel de Farnesio "La Parmesana”
San Julián Cuenca, a punto de plisar el primer mes del año, celebra, en la sencillez, la festividad del Glorioso Patrón San Julián, segundo Obispo de la Diócesis conquense: Aquel mozárabe toledano D. Julián Ben Tauro que, entre nosotros, cerró y abrió dos siglos hace casi ochocientos años y cuya veneración no se arrumba con el acaecer y devenir de los tiempos, sino que su figura se agranda, sin hiperbolizar, en la tierra que fuera pastor de almas.
Y mi recuerdo, siempre presente, me envuelve en el sentimiento y afecto hacia aquellos conquenses de nacimiento que, viviendo fuera de la provincia, tienen arraigo a la tierra y recuerdan en sus lugares de residencia nuestras costumbres, fiestas y tradiciones que se reavivan en los tiempos actuales por todo el ámbito. Costumbre antigua, entre los conquenses, es la de honrar a nuestro Patrón San Julián en cualquier lugar donde se hallen.
Por ello, quizás sea bueno traer a estas páginas el recuerdo de aquellos paisanos fundadores y miembros de la "Venerada y Real Congregación de los Naturales y Originarios de Cuenca" fundada el año 1748 en la capital de España, celebrando una misa el 28 de enero donde asistieron buen número de conquenses o con raíces en lo profundo de esta tierra.
Ya Sanz Serrano, hace casi treinta años, relataba este suceso donde "consta por auténticos manuscritos de aquella época que los primitivos fundadores de aquella piadosísima Hermandad religioso-social, fueron siete hijos de Cuenca (todos ellos ocupaban elevados empleos de Madrid) es decir fueron siete las firmes columnas que sostuvieron y crearon tan esclarecida y famosa Asociación en honor y gloria de San Julián".
Aquella primera celebración fue el inicio de otras más solemnes llegando a ser el monarca Fernando VI hermano mayor a perpetuidad y sus sucesores. Gran honor que los conquenses residentes en la Villa y Corte supieron reconocer.
Hay un hecho de relevante importancia en la vida de esta cofradía que merece la pena ser reconocido o recordado y que acaeció el año 1750, dos años después de su fundación.
Tuvo conocimiento, por aquel tiempo, la "Venerable y Real Congregación de los Naturales y Originarios de Cuenca" que el remate del báculo pastoral del obispo San Julián, procedente del taller de Limoges (Francia), estaba en poder de la reina viuda Isabel de Farnesio "La Parmesana", segunda esposa del primer borbón Felipe V.
Por ello, la Cofradía a través de su hermano mayor, Gaspar Vázquez Tablada, natural de El Hito, obispo que fue de Oviedo y Presidente del Consejo Supremo de Castilla solicitó que tan preciada reliquia fuese entregada a la Cofradía de conquenses, siendo concedido este gran privilegio aunque, bien es cierto, que al no disponer de capilla propia se tomó la decisión que el báculo del "obispo limosnero" fuese puesto al cuidado y custodio del hermano mayor.
Descripción de la reliquia
Quizás la descripción más exacta de la preciadísima reliquia nos la hizo tiempo antes, un primero de septiembre de 1695, el secretario del Cabildo de la Catedral de Cuenca, Zubiaurre y Ontiveros con motivo del reconocimiento del cuerpo del patrón de la diócesis: "Dentro de ella un remate de un báculo pastoral, insignia episcopal, de cañones unidos de bronce esmaltado de azul y oro; el primero con flores grandes de oro en campo azul, y al fin de dicho primer cañón seis hojas al aire doradas; y el segundo cañón unido a este, que sirve de remate, y cayado formado de una sierpe labrada escamada de esmalte azul, y oro menudo, y en el hueco del cayado una efigie poco más de medio cuerpo de un Ángel dorado a dos haces y en el ropaje al pecho tres granices de esmalte azul".
Era por aquella fecha obispo de Cuenca Alonso Antonio San Martín, hijo natural del rey Felipe IV y de Tomasa Aldama, y este obispo fue quien recogió el báculo de la caja mortuoria para llevárselo entonces a la reina madre Mariana de Austria
Fácil es deducir, pues, cómo pasado el tiempo llegó el Báculo de San Julián a poder de la reina Isabel de Farnesio.
Mientras la Venerable Hermandad en Madrid continuó celebrando con esplendor la festividad de santo, instalando la reliquia de bronce en el Colegio Imperial de Jesús en una arqueta de madera con herrajes y custodiada bajó cuatro llaves, hecho que se efectuó con gran brillantez el día 29 de marzo de 1767, coincidiendo con la fiesta dominical, dando cuenta de ello, dos días más tarde a los capitulares del Ayuntamiento de Cuenca e invitándoles a formar parte de la congregación, reflejándolo en el libro de cuentas: "Ya venido el Sto. Báculo para la mayor decencia se hizo a la Caja una Cubierta de raso liso blanco, guarnecido con encaje de oro y un paño de tafetán blanco con espiguilla de oro que todo costó según la adjunta cuenta de el Mercader 3.1-5 rs. Quizás sea bueno recordar también que ese año de 1767 se creó con los naturales de esta provincia el Regimiento Provincial de Cuenca cuyo cuartel estaba en la antigua Glorieta.
Cuando este acontecimiento se producía, un suceso vino a complicar la satisfacción de nuestros paisanos afincados en Madrid. Carlos III el 31 de marzo de escaño comunicaba al Papa las expulsión de los jesuitas, cuyos principales inspiraciones fueron Campomanes y Aranda, promulgando a los dos días la Pragmática Expulsión, motivo suficiente para tener que buscarse nuevo lugar para la contemplación y veneración del cayado episcopal que actualmente ocupa un lugar destacado, junto con el díptico bizantino, en el Museo Diocesano de Arte Sacro, inaugurado en 1983 y situado en los bajos del Palacio Episcopal.
Fue la parroquia madrileña de San Sebastián en el altar de San Francisco, el recinto sagrado conseguido para colocar la reliquia.
Gracias a la amabilidad de Dimas Pérez Ramírez, archivero diocesano, he tenido la suerte de consultar el Libro de Cuentas de la Cofradía, donde aparecen datos referidos a los costes de su colocación y altar del santo obra dirigida por el arquitecto Martínez de Arce.
Figuraba en el altar dorado la imagen de San Julián con cestilla y una estatua de San José al lado del evangelio y la del fiel San Lesmes en el de la epístola.
La fiesta principal de San Julián en Madrid la celebraban los conquenses el día 5 de septiembre, coincidente con la fecha que fue canonizado, teniendo también actos el 28 de enero en recuerdo del día que se produjo su óbito.
Desde 1768, siendo hermano mayor el marqués de Monterreal, se colocaba en el altar mayor de la iglesia de San Sebastián, una estatua pequeña del santo patrón con el fin de no mover de su sitio la imagen principal para evitar deterioros y molestias. Había función con Música de Capilla e incluso en vísperas, escuadra de alabarderos, se llevaba el retrato del rey que cedía la Real Academia; se colocaban carteles anunciando la fiesta, tomándose el final de la misa un desayuno para los sacerdotes y congregantes que concurrían al acto.
Un detalle curioso era que el día 5 de septiembre la Congregación entregaba una ayuda a persona originaria de Cuenca en apuros económicos, calamidades, presidio, etc., conjugando la caridad con el estrechamiento de lazos de paisanaje.
Afortunadamente y pasados muchos años continúa esta añeja tradición, extendida ahora a otras ciudades, recogido el testigo por un grupo de conquenses residentes en Madrid que se reúnen para oír misa concelebrada por varios sacerdotes paisanos entonando al final el Himno a San Julián "Henchidos de alegría...", tal como he tenido ocasión de presenciar durante varios años, gracias a la invitación del hoy presidente de la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid, mi buen amigo y colega Jesús López-Solórzano.
Este ejemplo sirve de satisfacción a las personas que llevamos fuertemente arraigado las manifestaciones conquenses.
El Báculo de San Julián
Antonio Rodríguez Saiz (EL DÍA DE CUENCA 27-01-1991)La Venerable y Real Congregación de los Naturales y Originarios de Cuenca,
con sede en Madrid, solicitó en 1750 la reliquia del "obispo limosnero",
que estaba en poder de Isabel de Farnesio "La Parmesana”
San Julián Cuenca, a punto de plisar el primer mes del año, celebra, en la sencillez, la festividad del Glorioso Patrón San Julián, segundo Obispo de la Diócesis conquense: Aquel mozárabe toledano D. Julián Ben Tauro que, entre nosotros, cerró y abrió dos siglos hace casi ochocientos años y cuya veneración no se arrumba con el acaecer y devenir de los tiempos, sino que su figura se agranda, sin hiperbolizar, en la tierra que fuera pastor de almas.
Y mi recuerdo, siempre presente, me envuelve en el sentimiento y afecto hacia aquellos conquenses de nacimiento que, viviendo fuera de la provincia, tienen arraigo a la tierra y recuerdan en sus lugares de residencia nuestras costumbres, fiestas y tradiciones que se reavivan en los tiempos actuales por todo el ámbito. Costumbre antigua, entre los conquenses, es la de honrar a nuestro Patrón San Julián en cualquier lugar donde se hallen.
Por ello, quizás sea bueno traer a estas páginas el recuerdo de aquellos paisanos fundadores y miembros de la "Venerada y Real Congregación de los Naturales y Originarios de Cuenca" fundada el año 1748 en la capital de España, celebrando una misa el 28 de enero donde asistieron buen número de conquenses o con raíces en lo profundo de esta tierra.
Ya Sanz Serrano, hace casi treinta años, relataba este suceso donde "consta por auténticos manuscritos de aquella época que los primitivos fundadores de aquella piadosísima Hermandad religioso-social, fueron siete hijos de Cuenca (todos ellos ocupaban elevados empleos de Madrid) es decir fueron siete las firmes columnas que sostuvieron y crearon tan esclarecida y famosa Asociación en honor y gloria de San Julián".
Aquella primera celebración fue el inicio de otras más solemnes llegando a ser el monarca Fernando VI hermano mayor a perpetuidad y sus sucesores. Gran honor que los conquenses residentes en la Villa y Corte supieron reconocer.
Hay un hecho de relevante importancia en la vida de esta cofradía que merece la pena ser reconocido o recordado y que acaeció el año 1750, dos años después de su fundación.
Tuvo conocimiento, por aquel tiempo, la "Venerable y Real Congregación de los Naturales y Originarios de Cuenca" que el remate del báculo pastoral del obispo San Julián, procedente del taller de Limoges (Francia), estaba en poder de la reina viuda Isabel de Farnesio "La Parmesana", segunda esposa del primer borbón Felipe V.
Por ello, la Cofradía a través de su hermano mayor, Gaspar Vázquez Tablada, natural de El Hito, obispo que fue de Oviedo y Presidente del Consejo Supremo de Castilla solicitó que tan preciada reliquia fuese entregada a la Cofradía de conquenses, siendo concedido este gran privilegio aunque, bien es cierto, que al no disponer de capilla propia se tomó la decisión que el báculo del "obispo limosnero" fuese puesto al cuidado y custodio del hermano mayor.
Descripción de la reliquia
Quizás la descripción más exacta de la preciadísima reliquia nos la hizo tiempo antes, un primero de septiembre de 1695, el secretario del Cabildo de la Catedral de Cuenca, Zubiaurre y Ontiveros con motivo del reconocimiento del cuerpo del patrón de la diócesis: "Dentro de ella un remate de un báculo pastoral, insignia episcopal, de cañones unidos de bronce esmaltado de azul y oro; el primero con flores grandes de oro en campo azul, y al fin de dicho primer cañón seis hojas al aire doradas; y el segundo cañón unido a este, que sirve de remate, y cayado formado de una sierpe labrada escamada de esmalte azul, y oro menudo, y en el hueco del cayado una efigie poco más de medio cuerpo de un Ángel dorado a dos haces y en el ropaje al pecho tres granices de esmalte azul".
Era por aquella fecha obispo de Cuenca Alonso Antonio San Martín, hijo natural del rey Felipe IV y de Tomasa Aldama, y este obispo fue quien recogió el báculo de la caja mortuoria para llevárselo entonces a la reina madre Mariana de Austria
Fácil es deducir, pues, cómo pasado el tiempo llegó el Báculo de San Julián a poder de la reina Isabel de Farnesio.
Mientras la Venerable Hermandad en Madrid continuó celebrando con esplendor la festividad de santo, instalando la reliquia de bronce en el Colegio Imperial de Jesús en una arqueta de madera con herrajes y custodiada bajó cuatro llaves, hecho que se efectuó con gran brillantez el día 29 de marzo de 1767, coincidiendo con la fiesta dominical, dando cuenta de ello, dos días más tarde a los capitulares del Ayuntamiento de Cuenca e invitándoles a formar parte de la congregación, reflejándolo en el libro de cuentas: "Ya venido el Sto. Báculo para la mayor decencia se hizo a la Caja una Cubierta de raso liso blanco, guarnecido con encaje de oro y un paño de tafetán blanco con espiguilla de oro que todo costó según la adjunta cuenta de el Mercader 3.1-5 rs. Quizás sea bueno recordar también que ese año de 1767 se creó con los naturales de esta provincia el Regimiento Provincial de Cuenca cuyo cuartel estaba en la antigua Glorieta.
Cuando este acontecimiento se producía, un suceso vino a complicar la satisfacción de nuestros paisanos afincados en Madrid. Carlos III el 31 de marzo de escaño comunicaba al Papa las expulsión de los jesuitas, cuyos principales inspiraciones fueron Campomanes y Aranda, promulgando a los dos días la Pragmática Expulsión, motivo suficiente para tener que buscarse nuevo lugar para la contemplación y veneración del cayado episcopal que actualmente ocupa un lugar destacado, junto con el díptico bizantino, en el Museo Diocesano de Arte Sacro, inaugurado en 1983 y situado en los bajos del Palacio Episcopal.
Fue la parroquia madrileña de San Sebastián en el altar de San Francisco, el recinto sagrado conseguido para colocar la reliquia.
Gracias a la amabilidad de Dimas Pérez Ramírez, archivero diocesano, he tenido la suerte de consultar el Libro de Cuentas de la Cofradía, donde aparecen datos referidos a los costes de su colocación y altar del santo obra dirigida por el arquitecto Martínez de Arce.
Figuraba en el altar dorado la imagen de San Julián con cestilla y una estatua de San José al lado del evangelio y la del fiel San Lesmes en el de la epístola.
La fiesta principal de San Julián en Madrid la celebraban los conquenses el día 5 de septiembre, coincidente con la fecha que fue canonizado, teniendo también actos el 28 de enero en recuerdo del día que se produjo su óbito.
Desde 1768, siendo hermano mayor el marqués de Monterreal, se colocaba en el altar mayor de la iglesia de San Sebastián, una estatua pequeña del santo patrón con el fin de no mover de su sitio la imagen principal para evitar deterioros y molestias. Había función con Música de Capilla e incluso en vísperas, escuadra de alabarderos, se llevaba el retrato del rey que cedía la Real Academia; se colocaban carteles anunciando la fiesta, tomándose el final de la misa un desayuno para los sacerdotes y congregantes que concurrían al acto.
Un detalle curioso era que el día 5 de septiembre la Congregación entregaba una ayuda a persona originaria de Cuenca en apuros económicos, calamidades, presidio, etc., conjugando la caridad con el estrechamiento de lazos de paisanaje.
Afortunadamente y pasados muchos años continúa esta añeja tradición, extendida ahora a otras ciudades, recogido el testigo por un grupo de conquenses residentes en Madrid que se reúnen para oír misa concelebrada por varios sacerdotes paisanos entonando al final el Himno a San Julián "Henchidos de alegría...", tal como he tenido ocasión de presenciar durante varios años, gracias a la invitación del hoy presidente de la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid, mi buen amigo y colega Jesús López-Solórzano.
Este ejemplo sirve de satisfacción a las personas que llevamos fuertemente arraigado las manifestaciones conquenses.