Como sucede a menudo con los Santos del primer siglo, no hay muchas fuentes históricas sobre la vida de San Apolinar, el primer obispo de Rávena. Vivió en tiempos del Imperio Bizantino de Oriente. El encuentro con el apóstol Pedro parece ser decisivo en su vida. Algunas fuentes, sin embargo, datan la figura histórica del Santo más tarde, alrededor del 150-200.
Seguir a Jesús hasta el fin del mundo
Apolinar es un joven de grandes esperanzas, que vive en Antioquía con su familia de religión pagana. Un día alguien llega a su ciudad para hablar de una nueva forma de amarse los unos a los otros, así como Dios nos ama a nosotros. Su nombre es Pedro y sus palabras son las de Jesús, el Hijo de Dios a quien vio morir con sus ojos y luego resucitar para redimir a la humanidad, y de quien recibió el encargo de construir su Iglesia. Por esta razón, Pedro viaja por todas partes y en torno al año 44 llega precisamente a Siria. Apolinar fue fulgurado por la Palabra y decide seguirlo a Roma. Desde allí, Pedro lo envía a Classe, cerca de Rávena, donde la marina romana tenía una base con cientos de marineros, en su mayoría de tierras orientales. Algunas fuentes también describen una misión evangelizadora en Mesia y Tracia que duró unos 3 años.
Primer obispo de Rávena, para la ira de los paganos
Apolinar es despierto, coge las cosas al vuelo y, sobre todo, habla bien. Logra llevar a muchos a la fe cristiana, obteniendo la conversión de familias enteras. Por eso Pedro le confía la construcción de la Iglesia de Rávena, de la que de hecho es nombrado pastor, es decir, primer obispo. Cuando llega a la ciudad cura a la esposa del tribuno, pero tan pronto como las autoridades se enteran, le piden que sacrifique ídolos a los dioses. Apolinar se niega: responde que los ídolos estaban hechos de oro y plata, materiales preciosos que hubiera sido mejor dar a los pobres, y así, es golpeado brutalmente.
A pesar de este difícil debut, gobernaría esta iglesia durante unos 30 años, construyendo la reputación de "sacerdote" y "confesor" por la que es recordado.
El martirio y la difusión del culto
Apolinar interpreta perfectamente la misión pastoral del obispo, logrando conquistar a la fe las almas de muchos. Era normal que en un momento dado terminara en la mira de los paganos. Estamos bajo el reinado de Vespasiano, en el año 70 d.C. Incluso lo intiman a que no predique, pero él se niega a obedecer. Un día, al regresar de una visita a una leprosería, lo golpean tan fuerte que muere siete días después.
El martirio y la difusión del culto
Apolinar interpreta perfectamente la misión pastoral del obispo, logrando conquistar a la fe las almas de muchos. Era normal que en un momento dado terminara en la mira de los paganos. Estamos bajo el reinado de Vespasiano, en el año 70 d.C. Incluso lo intiman a que no predique, pero él se niega a obedecer. Un día, al regresar de una visita a una leprosería, lo golpean tan fuerte que muere siete días después.
En el lugar de su martirio – el actual San Apolinar en Classe – se construye una basílica consagrada en el año 549. Su culto se extiende rápidamente, incluso más allá de las fronteras de la ciudad: llega a Roma gracias a los papas Simmaco y Honorio I, mientras que el rey franco Clovis le dedica una iglesia cerca de Dijon.