Beato Ignacio Maloyan

11 de Junio


En la aldea de Kara-Kenpru, cerca de Diyarbakir, en Turquía, beato Ignacio Maloyan, obispo de Mardin, en Armenia, y mártir durante el genocidio de los cristianos perpetrado en aquella región por los perseguidores de la fe. Habiendo rehusado abrazar ninguna otra religión, tras consagrar el pan para la refección espiritual de sus compañeros de cautiverio, fue fusilado junto con un ingente número de cristianos, derramando su sangre para la obtención del fruto de la paz eterna.

Shoukrallah Maloyan nació en Mardin, Armenia, Turquía en el seno de una familia católica-armenia. A los 14 años fue enviado al convento de Bzommar, Líbano, donde fue ordenado sacerdote y formó parte de la comunidad, y adoptó el nombre de Ignatius, en recuerdo del san Ignacio de Antioquía. Trabajó como sacerdote en las parroquias de Alejandría y El Cairo, donde tuvo una buena reputación.

El Patriarca de los caldeos Boghos Bedros XII, lo designó como su ayudante en 1904. Debido una enfermedad que le afectó a la vista y a los pulmones, tuvo que regresar a Egipto y allí permaneció hasta 1910.

La diócesis de Mardín, en Armenia estaba en un estado de anarquía, así que el Patriarca lo envió allí para que restaurara el orden. En 1911 fue nombrado arzobispo de Mardin de los armenios. Asumió el control de la nueva situación y planeó la renovación de la arruinada diócesis, unido especialmente a una gran devoción del Sagrado Corazón.

Al estallar la I Guerra Mundial, los armenios residentes en Turquía (aliada con Alemania), comenzaron a ser perseguidos y en 1915 empezó una auténtica exterminación de armenios. Ignatius informó a sus sacerdotes de la situación peligrosa. Los soldados turcos detuvieron al obispo Maloyan y lo encadenaron con otras 27 personalidades católica armenias y después detuvieron a otros sacerdotes y laicos armenios.
El jefe de policía le pidió a Ignacio que renunciara a su fe y se convirtiera al Islam, a lo que se negó, ya que nunca traicionaría a Cristo y a su Iglesia. Fue golpeado sin piedad, y en cada golpe Ignacio decía: “Oh Señor ten misericordia de mí, oh Señor dame fuerza” y recibió la absolución de los sacerdotes presentes. Le clavaron un dedo.
Su madre le visitó e imploró por su vida, pero el obispo valeroso le animó. Los soldados juntaron a 447 armenios y los llevaron al desierto y el obispo animó a sus feligreses para que fuesen fieles en su fe. Se reunió con todos ellos, consagró un trozo de pan, y lo repartió entre todos los que iban a sufrir el martirio. Un soldado testigo dijo que “en esa hora, vi una nube que cubría a los presos de donde salía un olor perfumado”.
Todos murieron delante del obispo Maloyan, que tuvo que volver a la cárcel, se volvió a negar renegar de su fe, entonces le pegaron un tiró y murió diciendo: “Mi Dios tiene misericordia de mi”. SS. Juan Pablo II reconoció como auténtico martirio la muerte del obispo Ignacio, y lo beatificó el 7 de octubre de 2001.