San Dionisio Primer obispo de París


Primer obispo de París

Según narra san Gregorio de Tours, Dionisio, junto con otros miembros de la comunidad cristiana de Roma, fue enviado como misionero por el papa san Fabián, a mediados del siglo III, a la región de las Galias.

Fue el primer obispo de París, y sufrió el martirio, junto con dos de sus clérigos: Rústico sacerdote y Eleuterio diácono, en las afueras de la ciudad, en un monte al que se dio el nombre de Mons Martyrum (Monte de los Mártires), hoy Montmartre, hacia el año 250, en tiempos de la persecución de Decio.

Oración:
Oh Dios, que enviaste a san Dionisio y a sus compañeros a proclamar tu gloria ante las gentes, y les dotaste de admirable fortaleza en el martirio, concédenos imitarlos en su desprecio a la soberbia del mundo, para que no temamos nunca sus ataques. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.


Martirologio Romano: 
San Dionisio, obispo, y compañeros, mártires, de los cuales la tradición establece que enviado por el Romano Pontífice a la Galia (Francia), fue el primer obispo de París, y que junto con el presbítero Rústico y el diácono Eleuterio, padecieron en las afueras de esa ciudad (s. II). Dionisio: etimológicamente proviene del griego y significa: aquel que mantiene la fe en Dios.

Desciende San Dionisio de una de las más nobles familias de la ciudad de Atenas (Grecia); nació ocho ó nueve años después del nacimiento del Salvador, y sus padres le criaron y educaron cuidadosamente. Estudió en esta célebre ciudad, cuna de filósofos, científicos y pensadores, adonde concurrían de todas partes los mayores talentos.

Cuentan que en Atenas, Dionisio observó aquel milagroso eclipse de sol que sucedió en la muerte del Salvador, en el mismo plenilunio. No ignoraba Dionisio que estando la Luna llena, sin mediar algún cuerpo sólido entre la Tierra y el Sol, necesariamente tenía que ser sobrenatural aquel eclipse; y en virtud de eso, asombrado de aquel raro fenómeno, exclamó: O él Dios de la naturaleza padece, o la máquina de este mundo perece.

Instruido ya perfectamente en los misterios y en la doctrina de la religión, Dionisio fue bautizado y admitido en el número de aquellos discípulos que se distinguían más en sus estudios. Quedó gustosamente sorprendido cuando entendió que aquel milagroso eclipse, que tanto le había asombrado, había puntualmente sucedido en la muerte de nuestro Salvador.

Ocurrió por este tiempo el destierro de San Juan Evangelista, que lo estaba padeciendo por la fe en la isla de Patmos, inmediatamente le fue á visitar nuestro San Dionisio. Se tiene por cierto que, durante su misión en Éfeso, y en las conversaciones particulares que tuvo con el amado Evangelista, le dio el Señor á entender la necesidad que tenían de operarios apostólicos en las provincias más extendidas de la Europa, y que le inspiró el pensamiento de irse á ofrecer al Papa San Clemente para esta misión; y San Dionisio tomó el camino de Roma, acompañado del presbítero Rústico y del diácono Eleuterio, ambos fieles compañeros suyos en todos sus viajes y trabajos apostólicos.

Fue recibido nuestro Santo por el Papa San Clemente, con aquella caridad que une el corazón de los hombres apostólicos; y le envió a las Galias (Francia), donde dominaba la idolatría. Dionisio llegó a Francia con seis compañeros con el fin de anunciar el evangelio. Es antigua tradición de todas las iglesias de Provenza que los santos misioneros se dirigieron primeramente á Arles, donde ya había muchos cristianos bautizados por San Trófimo.

Amonestó con divina sabiduría sobre los dioses falsos, haciéndoles comprender la imposibilidad de muchos dioses; explicó con tanta elevación, y al mismo tiempo con tanta claridad, las verdades más esenciales de nuestra religión, y muchos de sus oyentes le pidieron el bautismo.

San Dionisio edificó en Francia algunas iglesias y fue martirizado en el año 117, junto con Rústico y Eleuterio, durante la persecución de Valeriano, según se cree en Montmartre; donde se eleva, en la actualidad, la ciudad de Saint-Denis, lugar en el que fueron condenados a muerte, por el gobernador de las Galias, Fescenino Sísino; luego de preguntarles con fiereza si querían renegar de su fe y así salvar su vida de los más desapiadados tormentos. Respondió San Dionisio, en nombre de todos, que ni los tormentos más horribles, ni la misma muerte serían capaces de aminorar la constancia de su fe. La réplica a esta respuesta, fue una lluvia de azotes con ramales armados de puntas de acero, hasta que se descubrieron las entrañas y se despedazaron los cuerpos de los Santos Mártires.

Al día siguiente, 9 de Octubre del año 117, pronunció sentencia el tirano, de que Dionisio y sus compañeros fuesen degollados, lo que se ejecutó en el mismo día.

Según las biografías de San Dionisio, escritas en la época, luego de ser decapitado, Dionisio anduvo durante seis kilómetros con su cabeza bajo el brazo, atravesando Montmartre, por el camino que más tarde sería conocido como calle de los Mártires. Al término de su trayecto, entregó su cabeza a una piadosa mujer descendiente de la nobleza romana, llamada Cátula, y después se desplomó, dejándola como depositaria de sus preciosas reliquias.

 La piadosa Cátula logró, a precio de dinero, los cuerpos de los dos compañeros Rustico y Eleuterio. Sobre el sepulcro de estos Santos se erigió una capilla, donde posteriormente el rey Dagoberto fundó aquel célebre monasterio de San Dionisio y aquella majestuosa iglesia, que los reyes de Francia escogieron para su sepultura, en la ciudad que actualmente lleva su nombre: Saint-Denis.

Dios misericordioso, suscita vocaciones santas en las familias cristianas, de manera que a semejanza de lo realizado por San Dionisio, puedan dar la vida por proclamar el evangelio de nuestro señor Jesucristo.

Autor: Xavier Villalta. Fuente: www.almudi.org