San Gregorio de Langres

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Obispo, 4 de enero
Por: . | Fuente: ACI Prensa


Martirologio Romano: En Dijon, ahora en Borgoña (Francia), san Gregorio, que, después de haber regido la región de Autun, fue ordenado obispo de Langres. († c.539)

Noble de nacimiento, Gregorio gobernó durante cuarenta años el distrito de Autun, con el cargo de "conde" y se distinguió por su sentido de justicia. Era ya entrado en años, cuando murió su esposa Armentaria y él decidió realizar su deseo de abandonar el mundo y entregar su vida a Dios.

Elegido obispo de Langrés por el pueblo y el clero, San Gregorio fue un ejemplo de fidelidad a sus deberes pastorales. Hacía grandes penitencias en lo referente a la bebida y la comida. Con frecuencia pasaba una parte de la noche en oración, sobre todo en el bautisterio de Dijon, donde habitaba. San Gregorio, murió en Langrés, en 539. Según su deseo, sus restos fueron trasladados al santuario de San Benigno. Aun en los milagros que realizó después de su muerte, parece haber tenido predilección por los prisioneros de la justicia humana.


San Gregorio de Langrés, obispo. 4 de enero.

San Gregorio y el ángel.
Fue Gregorio nacido en la ciudad gala de Autun, y vino al mundo en el marco de una familia senatorial romana, que le educó para el gobierno en el mundo. Joven se casó con una noble de origen romano llamada Armentaria. Tuvo varios hijos, entre ellos San Tetric (20 de marzo), el cual tuvo una hija también llamada Armentaria, que sería la madre del obispo e historiador San Gregorio de Tours (17 de noviembre).

Y es el mismo Gregorio turonense quien más datos da de su bisabuelo: Fue gobernador de Autun cuarenta años, era un gobernador justo y preocupado por la prosperidad ciudadana. Permaneció en el mundo hasta que su amada esposa falleció. Entonces lo dejó todo por servir a Jesucristo como monje. Pero al monasterio fueron el pueblo y clero a buscarle para entronizarle obispo de Langrés. El día de su toma de posesión como obispo, le trajeron a una posesa para que la librase del demonio, pero Gregorio se negó por humildad. Tanto insistieron, que la tocó con la cruz de su báculo y la posesa quedó libre. Gregorio atribuyó el milagro a la virtud de la Santa Cruz. Y en adelante, cuando le pedían un milagro, solo daba su báculo, al que el pueblo besaba y veneraba como remedio a los males.

Fue obispo austero, que no comía sino pan de centeno, comida de pobres, y mezclaba agua con vino, para no tomarlo tal cual. Era como un padre del desierto, dado a la penitencia y la oración, pero en medio de la ciudad. Una noche, estando en una casa que poseía en Dijon, se puso en oración y entró en éxtasis y así se levantó y caminando atravesó la puerta del baptisterio de la basílica, donde los ángeles que entonaban los salmos, le abrieron las puertas. Un diácono le siguió y el vio reverenciar las santas reliquias que allí había. Gregorio terminó su oración y volvó a casa, sin darse cuenta de lo ocurrido. Su nieta Armentaria cayó enferma de fiebres. Al tercer día de estar orando constantemente, la niña se arrastró hacia la cama de su abuelo y al acostarse, sanó inmediatamente. Fue Gregorio obispo amante de la pureza, la disciplina monástica y la caridad. Visitaba con frecuencia a los presos, dándoles consuelo y predicándoles a Cristo, logrando la conversión y la libertad de muchos. Trasladó las reliquias de San Benigno (1 de noviembre) y fundó dos abadías.

Falleció sobre 540, en vísperas de la Epifanía del Señor, luego de 33 años de obispo y a los 90 de edad. Tuvo unas fiebres leves y falleció dulcemente. Por la habitación se extendió un olor a rosas y su cuerpo ya parecía resucitado, tomando un blanco como de lirio. Había dejado dicho que quería ser enterrado al norte del cementerio, junto a los pobres, pero los clérigos, luego de los funerales, le llevaron a la basílica de San Juan, para enterrarle más dignamente, en el altar. Pero según avanzaba la comitiva el ataúd se hacía más pesado, tanto que al pasar por la prisión, tuvieron que detenerse. Los presos clamaron desde las ventanas: "¡Ten piedad de nosotros, Señor, por nuestro padre ahora que ya posee el reino celestial! ¡Ven a visitarnos, por favor, ten piedad de nosotros!" Y de pronto se rompieron las rejas y las cadenas, y los presos salieron libres, corriendo a venerar a su santo obispo. Luego un juez, rindiéndose ante el milagro, les conmutó las penas por castigos simbólicos.

En la sede le sucedió su hijo San Tetric, el cual, viendo la constante veneración del pueblo y los milagros que ocurrían ante la tumba, elevó las reliquias al centro del ábside de la basílica, pudiendo comprobarse que el cuerpo estaba incorrupto y el rostro mostraba gran felicidad.

Fuente:
-"Dix mille saints: dictionnaire hagiographique". A. SIGIER. 1991.