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Sacerdote y Mártir
Martirologio Romano: En distintos lugares de España, Beatos Fortunato Velasco Tobar y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión;asesinados por odio a la fe ( 1934-1936)
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
El benjamín de nuestros sacerdotes mártires. Aun, despiden sus manos aroma de sagrado crisma. Es de la última hornada presbiteral.
Era de mediana estatura, bien parecido, afable, nerviosillo, de marcada inclinación a la vida activa, con ribetes de cándido, si no de superiores, sí regulares, suficientes disposiciones, piadoso, discreto, amante de la Congregación y celoso de la honra de la misma. Hubiera sido un buen misionero.
Las primicias de su sacerdocio rindiólas apenas en Madrid. Que en Guadalajara no llevaba más de dos meses.
Y fue en el clásico barrio de Antón Martín (Colegio de San Blas, travesía del Fúcar) y en el suntuoso palacio del Duque del Infantado (Colegio de Niñas huérfanas de Militares) donde su candor primaveral se derramó al par del óleo de su apostólico, celo, en pláticas y exhortaciones.
En las páginas de la popularísima revista Reina de las Misiones quedan iluminadas viñetas de sus fervores mariano- misionales. Con esmero y cariño llevaba él la parte técnica de aquella publicación, cuando la obediencia le envió a la noble ciudad de Alvar Fáñez, el prima del Cid, su redentor de la morisma, para suplir ausencias de los que cuidaban aquella pimpollada de futuros misioneros paúles, trasplantada prudencial y providencialmente a clima más benigno, ya que en ella los aires soplaban tan recio que se echaba claramente de ver que un, día fatal, cualquiera, podían ajar todos sus pétalos a medio abrir.
El ambiente era de los que prueban el temple de las al mas. Y el P. Vilumbrales dio sobradas muestras de que el suyo era de los más puros. Atemperándose, como exigían los más elementales postulados de la prudencia, a las circunstancias, ni un solo día- dejó de atender debidamente a su capellanía.
Era mucha sensatez la de aquel joven sacerdote, que tan bien sabía hermanar la igualdad de ánimo con la valentía y el hervor guerrero. En pocos días ¡cuántos años vivió!
La espiga se ponía rápidamente en sazón, por la sobreabundancia del calor divino. Y es que la hora de la siega se echaba encima.
Lo hemos oído relatar varias veces, con dejos de alma sumamente edificada:
¡Aquello parecía un infierno! Tiros, blasfemias, ayes desgarradores, gritos descompasados, ¡y el Padre, confesando tan tranquilo a tantísimas personas que venían corriendo a ponerse a bien con Dios, para morir, y sabiendo él que los milicianos rojos se iban haciendo dueños de la ciudad! ¡Qué unción en sus palabras, qué fuerza y aliento daba para el martirio, qué cosa tan de santo!
¿Verdad que este párrafo parece sólo propio de los tiempos pasados, de hace siglos, quizá de los primeros, los más heroicos del Cristianismo? ¿Y que el aludido varón ejemplar debe de ser algún santo famoso en los anales de la Historia?
Pues no que no; que se refiere a nuestros tiempos, no menos heroicos por ser nuestros, y hablan de quien a nuestra vera pasó y aun pudo ser tanta la dicha que no pasara de largo y hasta se honrara con nuestra amistad.
Era, era, sí, el P, Vilumbrales copia fiel de antiguos heroísmos.
Y cayó en poder de los rojos, que al Fuerte lo llevaron.
Y el día 6 de diciembre de 1936, cuando la matanza general de la que en otro lugar hablamos por extenso, el P. Vilumbrales fue una de tantas inocentes víctimas.
El P. Vicente Vilumbrales de la Fuente, hijo de Andrés y Josefa, nació el 5 de abril de 1909, en Reinoso de Bureba (Burgos).
Llamado por Dios a la Congregación de la Misión, hizo sus estudios humanísticos en Tardajos y Guadalajara. Ingresó en el Seminario Interno (Noviciado) el 14 de septiembre de 1926. De Hortaleza pasó a Villafranca del Bierzo para estudiar la Filosofía y allí hizo los votos el 27 de septiembre, aniversario de la muerte de San Vicente, de 1928. Estudió Teología en Cuenca, en donde, terminado el primer curso, se ordenó de Menores el 19, 20 y 21 de agosto, y de Subdiácono, el 26 del mismo mes; de Diácono, el 2 de septiembre, y de Sacerdote el 9; todo en el año 1934. Terminó la carrera en Inglaterra.
En el otoño de. 1935 volvió a España, y, después de haber estado algunos meses sin destino fijo en Madrid, fue encargado de la revista de Misiones. A principios de 1936 marchó a Guadalajara, donde el Señor quería coronarle como mártir de la Religión y de la Patria.