Posiblemente tú ya conozcas el patrón. Un niño inteligente y dotado de dones sale de su casa y se dirige a la escuela. Ahí hace nuevas amistades. Pasan la mayor parte del tiempo de fiesta en fiesta, persiguen chicas y adoptan nuevas filosofías.
El hijo se ve atraído hacia un popular culto religioso. Eventualmente, se muda con su novia y tienen un hijo, sin estar casados aún. La madre del joven solamente puede sentarse desesperada, con el corazón quebrantado por las elecciones de su hijo y sintiéndose incapacitada. Lo único que puede hacer es orar.
Ésa es la historia de muchos católicos hoy en día – y talvez tu historia. Los padres de familia piensan que están solos al enfrentar este tipo de problemas, pero este patrón no es nuevo. Existe desde hace siglos, y en el caso arriba mencionado, incluso hace más de un milenio.
Es la historia del siglo IV de Santa Mónica y su joven y caprichoso hijo, Agustín. La fiesta de Santa Mónica se celebra en agosto y siempre vale la pena recordar cómo ella logró que su hijo regresara al camino de la fe.
Santa Mónica y su matrimonio
Santa Mónica fue criada como cristiana, pero tal a como mucha gente hoy en día, se casó con una persona que no compartía esa fe. En su casa, el hombre, Patricio, era un político ateo. Tuvieron tres hijos juntos pero su matrimonio no fue fácil.
Patricio era un hombre violento y regularmente abusaba de ella. Incluso le fue infiel a lo largo de su matrimonio. Pero Mónica permaneció paciente. Otras esposas con problemas matrimoniales iban a ella en busca de consejo y así se convirtió en una fuente de consuelo para cualquiera que estuviese sufriendo al atravesar dificultades en su matrimonio.
Santa Mónica sirvió a su esposo con amor desinteresado y devoto, y oraba por él todos los días. Eventualmente, sus oraciones dieron frutos. Un año antes de la muerte de Patricio, él se convirtió al catolicismo, debido, en su mayoría,a las oraciones de Santa Mónica y a su poderoso ejemplo.
Santa Mónica y su hijo San Agustín
Aunque Santa Mónica se vio muy complacida con la conversión de su esposo, a ella aún le preocupaba su hijo Agustín. Aunque él era brillante y estaba dotado de dones, pasaba la mayor parte de su tiempo en las calles con amigos, robando comida y viviendo promiscuamente. Incluso tuvo un hijo fuera de matrimonio.
Aun así, Santa Mónica se negaba a renunciar a su hijo, de la misma manera en la que se había comprometido a su esposo. Ella oraba intensa y diariamente por Agustín, ayunaba por su bien y le rogaba a Dios que le ayudara a regresar al camino de la fe.
Cuando San Agustín viajó a Roma y Milán por motivos de educación, Mónica le siguió y continuó orando por él.
El encuentro con un hombre lleno de santidad
Mientras se encontraban en Milán, ella conoció a San Ambrosio, el obispo local quien más tarde sería canonizado. Ambrosio se convirtió en su guía espiritual. Él observó su anhelo incesante por su hijo y las horas que pasaba orando por él. San Ambrosio le prometió a Santa Mónica:
“Te aseguro que el hijo de tantas lágrimas no perecerá”.
La predicción de San Ambrosio estuvo en lo cierto
Agustín y Ambrosio establecieron amistad e iniciaron discusiones acerca de la cristiandad. Ambrosio fue el primer pensador de alto nivel que Agustín conocía.
Como resultados de sus diálogos, Agustín finalmente decidió convertirse al catolicismo. San Ambrosio bautizó a un San Agustín de 32 años, que eventualmente crecería para llegar a ser uno de los pensadores con más influencia en la historia occidental, y uno de los más grandes santos en la Iglesia Católica.
Misión cumplida
Mónica apenas y pudo contener su entusiasmo luego del bautizo de Agustín. Ella y su hijo comenzaron a compartir bellas conversaciones acerca de Dios y del cielo.
Cuando ella yacía en su lecho de muerte, contenta al haber visto tanto a su esposo como a su hijo regresar a la fe, sintió como la entera misión de su vida había sido completada.
En la actualidad, la Iglesia celebra a Santa Mónica y a San Agustín uno al lado del otro en el calendario litúrgico, con sus festividades siendo el 27 y 28 de agosto respectivamente.
Santa Mónica y el poder de la oración
Santa Mónica ejemplifica el poder de la oración de un padre de familia. Ella no fue capaz de convencer a Agustín con palabras, y de hecho, cuando trataba de hablar con él acerca de religión, él la apartaba.
A través de su intercesión diaria y comprometida, por más de quince años, Agustín fue capaz de encaminarse hacia la Iglesia.
Tres cosas que podemos aprender de Santa Mónica
1.- No dejar de orar por tu hijo.
Cuando Mónica se quejaba de que Agustín no escuchaba sus reprimendas por no querer convertirse en católico, San Ambrosio la alentaba:
“Habla menos con Agustín acerca de Dios y más a Dios acerca de Agustín”.
Ella tomó el consejo y nunca se dio por vencida, incluso cuando los momentos parecían más oscuros. Eventualmente, su persistencia rindió frutos.
Jesús cuenta en su Evangelio el ejemplo de una viuda que estaba molesta porque un juez se rehusaba a escuchar su caso. La viuda siguió yendo al juez para pedirle, una y otra vez, que la escuchara hasta que él finalmente accedió diciendo:
“Es cierto que no temo a Dios y no me importa la gente, pero esta viuda ya me molesta tanto que le voy a hacer justicia; de lo contrario acabará rompiéndome la cabeza”.
Jesús explicó la parábola diciendo:
“¿Se han fijado en las palabras de este juez malo? ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos, si claman a él día y noche, mientras él deja que esperen?”. (Lc 18,1-8)
En otras palabras, Dios ama la oración persistente. Él nunca se cansa de tus peticiones, incluso si son las mismas todos los días.
Joan Hamill sabe esto por experiencia propia. Joan oró semanalmente durante 15 años por diferentes miembros de su familia para que regresaran a la Iglesia. “Oró por la intercesión de Santa Mónica por nuestros familiares” dice Hamill. “Como resultado, dos de mis hermanos regresaron a la Iglesia, al igual que mi hermana y mi cuñado”. Así que no dejes de orar por tu hijo.
Como Santa Mónica y la viuda persistente, ten confianza en que Dios recompensará tu perseverancia. Mientras más fuerte es la oración, más probable es que Dios la escuche.
2.- Orar para que un “Ambrosio” aparezca en la vida de tu hijo.
Quizás haya muchos obstáculos entre tú y tu hijo y puede que él no escuche la verdad que proviene de tus labios. Es entendible.
Ora a Dios para que ponga a alguien en su camino, alguien con la combinación adecuada de personalidad, intereses, motivos y corazón.
De la misma manera en la que Ambrosio ayudó a Agustín, así necesitarás a alguien que empuje o guie a tu hijo.
Además, ten en mente que mientras tú oras para que alguien entre en la vida de tu hijo, otros padres están orando por la misma cosa para sus hijos. ¡Y puede que tú seas esa persona! Aún si tu hijo te saca de sintonía, no te cierres a ayudar a otros jóvenes a regresar a la fe.
¡Tú puedes ser el San Ambrosio de alguien más!
3.- Pedir la intercesión de Santa Mónica por tu hijo.
Una encuesta reciente les preguntó a los padres de familia católicos “Cuando oran, ¿qué tan a menudo piden la intercesión de…” y listaban varias opciones.
Las respuestas más frecuentes fueron:
– ¡Dios Padre! (74% oraban siempre a Él o por lo menos la mayoría del tiempo);
– ¡Dios Hijo, Jesucristo! (59%);
– ¡Dios Espíritu Santo! (45%).
Pero, ¿sabes cuál fue la opción menos frecuente? Los santos. Sólo uno de cada cinco padres de familia católicos pide regularmente la intercesión de los santos. Eso significa que la mayoría de los padres de familia católicos están perdiendo uno de los apoyos espirituales más grandes que tenemos disponibles.
Para los católicos, los santos no están muertos ni se han ido. Santa Mónica no cesó de existir cuando murió en el año 387. Su cuerpo puede que haya dejado de funcionar cuando su alma partió, pero permanece viva en Cristo, residiendo con Él en el cielo por toda la eternidad.
Y porque la Iglesia es un cuerpo indivisible (1 Cor 12:12) que ni la muerte ni la vida pueden separar (Rom 8,38), aún podemos conectarnos con estos hombres y mujeres santos que ya han pasado a la siguiente vida y pedir sus oraciones.
Entre todos los santos en el cielo, pocos conocen el dolor inmenso de tener un hijo caprichoso como Santa Mónica. Acércate a ella y pídele que ore por tu hijo, de la misma manera en la que oró por San Agustín.
Usualmente le pedimos a nuestros amigos en la tierra que oren por nosotros, pero podemos hacer lo mismo con los santos. De hecho, las oraciones de los santos son generalmente más poderosas que las nuestras aquí en la tierra ya que ellos están más cerca de la mente y el corazón de Dios – ¡los santos ya están en el cielo!
Así que la próxima vez que ores, pídele brevemente a Santa Mónica así
Oración a Santa Mónica por un hijo descarriado o rebelde
Santa Mónica, necesito tus oraciones. Tú sabes exactamente cómo me siento y porque tú misma te sentiste así.
Estoy herida, me siento incapacitada y desesperada. Quiero desesperadamente que mi hijo regrese a Cristo en su Iglesia pero no puedo hacerlo solo.
Necesito de la ayuda de Dios. Por favor únete en mis peticiones de la gracia poderosa del Señor en la vida de mi hijo.
Pídele al Señor Jesús que ablande su corazón, prepare un camino para su conversión, y para que active el Espíritu Santo en su vida.
Amén.
De todas estas maneras, Santa Mónica ofrece no solamente ejemplo sino también ayuda para atraer a nuestros hijos de regreso a la Iglesia.