San Felipe Apóstol

Mayo 3
(Siglo I)
San Felipe Apóstol era originario de Betsaida de Gallilea. Según parece, formaba parte del reducido grupo de judíos piadosos que seguían a San Juan de los apóstoles, pero San Juan habla de él varias veces y narra, en particular, que el Señor llamó a Felipe al día siguiente de las vocaciones de San Pedro y San Andrés. Un siglo y medio más tarde, Clemente de Alejandría sostuve que Felipe fue el joven que respondió al llamado del Señor, con estas palabras: "Permite que vaya, primero, a enterra a mi padre". A lo cual contestó Cristo: :Deja que los muertos entierren a los muertos; tú ven a predicar el reino de Dios" (Luc. 9:50). Es probable que Clemente de Alejandría no tuviese más argumento que el hecho de que el Señor había dicho en ambos casos: "Sígueme". De todas maneras, tanto en el evangelio de San Lucas como en el de San Mateo, el incidente parece haber tenido lugar algún tiempo de que Cristo había empezado su vida pública, cuando ya los apóstoles estaban con él. Por otra parte, consta que San Felipefue llamado antes de las bodas de Caná, a pesar de que, como lo dijo el mismo Cristo, Suhora no había llegado aún, es decir, todavía no había empezado su vida pública.

Su primer encuentro con Jesús ocurrió al día siguiente del que tuvieron Juan, Andrés, Simón Pedro y Santiago. Sorprende la ausencia de preámbulos para el llamamiento que le hará Jesús: "Al día siguiente determinó (Jesús) encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Sígueme" . Y le siguió. No fue insensatez por parte suya, sino generosidad y quizá sentirse respaldado por el ejemplo de sus amigos y convecinos seguidores de aquel desconocido de Nazaret. Había escuchado las palabras del Bautista, junto a la voz del cielo que nombraba a Jesús como el Hijo amado, pero seguir a Jesús como discípulo no era fácil. Ya conocemos la exigencia de la llamada contenida en el consejo-mandato de seguir a Jesús que lleva a dejar todo y convertirse en discípulo de un maestro sin títulos y sin más autoridad que la recomendación del Bautista junto a su prestancia personal. No parece su caso como el de Juan y Andrés que buscan al "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo", ni recibe las explicaciones de Pedro y Santiago por parte de sus hermanos. Pero un leve dato ilumina lo que debió ocurrir para que Jesús le llamase sin excesiva preparación, y lógicamente sin imprudencia, lo dice el evangelio de Juan: "Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro" , y también de Juan y Santiago. Luego era amigo de los cuatro primeros.

Pero no queda aquí la cosa, pues el mismo Felipe es protagonista de un suceso que llenó de gozo a Jesús cuando ya estaba cercana la Pascua en que viviría su Pasión y muerte. Ya Lázaro había sido resucitado y el nombre de Jesús estaba en todas las bocas; muchos iban tras Jesús, la oposición de los importantes era más intensa. Muchos contaban los milagros del Señor, otros sus palabras y sus discusiones en el Templo y unos griegos que habían subido a adorar a Dios durante la fiesta desean ver y hablar con Jesús. No es fácil saber si eran judíos que vivían en Grecia o griegos que conocían y aceptaban la fe de los judíos, o si incluso eran prosélitos, pero no les resultaba fácil acercarse a Jesús para poder hablar en un aparte en confianza sin el tumulto de la muchedumbre, cuando se dan cuenta de que uno de los íntimos de Jesús es Felipe que les inspira confianza y, como es natural, acuden a él: "éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. Fue Felipe y se lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron y se lo dijeron a Jesús" . Es lógico que sea así, pues cuando hay lazos de lengua, de aficiones y de amistad las barreras son menores para todo, también para acercarse a Dios.

Fue invitado, junto al apóstol San Bartolomé a las bodas de Caná. El territorio de su apostolado fue Frigia y especialmente la ciudad de Hiesapólis, dondee sufrió el martirio. Sus restos fueron trasladados a Roma donde reposan, junto con los de Santiago el Menor, en la Iglesia de los Santos Apóstoles. Porta una cruz de plata, como símbolo de la Santa Madre Iglesia. Manto azul y en su credo se alude: "Creo que ha de venir a juzgar a vivos y muertos"

Al igual que la mayoría de los apóstoles poco se conoce con certeza sobre su vida con posteridad a Pentecostés. Los testigos de la tradición lo confunden a veces con Felipe el Diácono. Según el testimonio de Eusebio en su Historia eclesiástica habría muerto en Hierápolis al norte de la actual Asia Menor, lo mismo que dos de sus hijas vírgenes. Papías, obispo de Hierápolis, las había conocido y escuchado de ellas el relato de la resurrección de un muerto. Según otra tradición de la que se hace eco el Breviario romano, había predicado el evangelio primero en la Escitia y en Lidia, antes de pasar a Frigia, donde todos los documentos colocan su martirio en Hierápolis bajo Domiciano crucificado cabeza abajo y rematado luego a pedradas . Una inscripción de su posible tumba en Hierápolis dice: al glorioso apóstol y teólogo Felipe...

Sus reliquias habrían sido trasladadas a Roma, donde se veneran junto a las de Santiago el Menor en la iglesia de los Doce Santos Apóstoles.

La fiesta del Apóstol se celebra en la Iglesia Romana el 3 de Mayo (junto con la de Santiago el Menor), y en la Iglesia Griega el 14 de noviembre.
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Muerte de San Felipe

El apóstol San Felipe, después de haber predicado veinte años en Escytia y sufrido muchas persecuciones y hecho numerosos milagros que convirtieron a gran cantidad de personas, convocó un día a todos los obispos y presbíteros de la región, y les dijo:

- El Señor quiere que emplee en vuestra formación los siete días que me quedan de vida.

Al cabo de estos siete días, los infieles se apoderaron de él, que ya tenía 87 años de edad, y, para que muerte se pareciese a la del Maestro cuya doctrina constantemente predicaba, lo crucificaron. Así fue como este santo apóstol salió de este mundo y entregó su alma al Señor. Sus dos hijas, ambas vírgenes y santas, fueron enterradas una a su derecha y la otra a su izquierda.

San Isidoro, en el Libro de la vida, nacimiento y muerte de los Santos, dice: "Felipe primeramente convirtió a los galos, llevando a la luz de la verdad y al apacible puerto de la fe, tanto a aquellas gentes bárbaras como a las de los pueblos vecinos, sacándolas a todas ellas de las tinieblas en que se hallaban sumergidas y a punto de ser engullidas por las encrespadas aguas del error.

Después terminó su vida en Hierápolis, ciudad de la provincia de Frigia, muriendo apedreado y crucificado; allí descansan él y sus hijas".
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