Santa Catalina de Alejandría, mártir



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Catalina nació en Alejandría en el año 283. Su padre se llamaba Costa y era de familia noble. Catalina era su hija única. Al igual que su madre, tenía los cabellos rubios, era muy viva, animosa y muy bella. Le fue dada un aya cristiana y desde muy joven le pusieron maestros que la enseñasen. Solía  hacer con cortezas de árboles juguetes, que regalaba a niños pobres. 

Cuando creció, escribió mucho en tablas y pergaminos y daba los escritos a otras jóvenes. Estudió filosofía y se hizo una mujer culta. Con todo su corazón anhelaba por el Salvador de los hombres y por que se dignase conmoverla a ella también, y tuvo muchas visiones e ilustraciones. Desde entonces, concibió un odio mortal a los ídolos y derribó, enterró e hizo pedazos todos los idolillos que pudo haber; por la cual y por sus extraordinarios y profundos discursos contra los ídolos tuvo que estar en la cárcel de su padre.

Ella fue instruida en todas las ciencias de su tiempo. Cuando tuvo ocho años, la llevó su padre consigo a Alejandría, donde conoció al que había de ser su esposo. Catalina recibió en el bautismo una sabiduría inefable. Hablaba cosas admirables, pero guardó secreto, como los demás cristianos, acerca de su religión. No pudiendo su padre soportar durante más tiempo su aversión al paganismo ni sus palabras y profecías, la hizo encarcelar, pues creía que así no podía tener trato ninguno con los que pensaban como ella. Por otra parte, la amaba mucho porque era hermosa y discreta. Los siervos y criados que la servían eran remudados con frecuencia, porque entre ellos, solía haber algún cristiano. 

Ya antes se le había aparecido Jesús como Esposo suyo celestial y su imagen no se apartaba nunca de su alma; así es que ella no quería oír hablar siquiera de ningún hombre. Su padre quiso casarla con un joven de Alejandría llamado Maximino, el cual procedía de estirpe regia y era sobrino del gobernador de Alejandría, que no teniendo hijos le había instituido heredero. Mas Catalina no quiso saber nada de él. Intentaron seducirla, pero ella se mostró animosa y rechazó burlándose aquellas tentativas. En lo cual se condujo con tal discreción y prudencia, que los más teniéndola por necia se ablandaban y la dejaban. Antes de estas tentativas, cuando ella tenía doce años, su madre murió en sus brazos. Al ver que iba a morir ésta, le dijo Catalina que era cristiana, y la instruyó y la decidió a recibir el bautismo. Catalina roció con un ramo agua de una copa de oro sobre la cabeza, la frente, la boca y el pecho de su madre.

El padre de Catalina la envió a Alejandría, a casa de un pariente suyo, esperando que allí aceptaría al que él le había designado por esposo. Este salió a su encuentro en un barco, y Catalina decía cosas admirables y muy profundas y cristianas y contrarias a los ídolos. El prometido alguna vez la tapó la boca entre irritado y en broma, pero ella se sonreía y seguía hablando con viveza e inspiración. Desembarcaron en un lugar en el cual la condujo el futuro a una casa que era mansión de placeres mundanos, con el intento de hacer mudar de opinión; pero ella siguió en su propósito sin dejar su aire afable y lleno de gracia y dignidad. Entonces sólo tenía trece años. En Alejandría vivía en casa del padre de su pretendiente, en un gran palacio con muchos departamentos. Allí moraba también el joven, pero separadamente, loco de amor y poseído de inquietud. Pero ella siempre hablaba de su otro Esposo, por lo cual se intentó seducirla y obligarla a que mudara de opinión, y le fueron enviados hombres sabios para que la apartaran de la fe cristiana; pero ella los confundió a todos.


Por entonces, se hallaba en Alejandría el patriarca Teonás, quien con su grandísima mansedumbre había conseguido que los paganos no persiguieran a los cristianos; pero éstos vivían muy oprimidos, tenían que proceder siempre con la mayor cautela y guardarse de hablar contra los ídolos. De aquí surgió una tolerancia muy peligrosa respecto de los paganos y tibieza en los cristianos, por lo cual dispuso Dios que Catalina, con luz interior e inflamado celo, reanimase a muchos. Catalina fue un día a casa de Teonás.

Él le dio el Sacramento para que se lo llevara a su casa; y ella lo llevó en un vaso de oro sobre su pecho. La sacratísima sangre no la recibió. Había por allí muchos infelices, que parecían solitarios, prisioneros y atormentados duramente en trabajos de construcción, de sacar piedras de canteras y transportarlas.  A éstos les fue dada secretamente la sagrada comunión. Durante  una gran fiesta pagana, Catalina fue obligada por sus parientes a ir al templo de los ídolos, pero no sólo no fue posible reducirla a ofrecerles sacrificios, sino que cuando la solemnidad era mayor, Catalina, arrebatada de santo entusiasmo, se acercó a los sacerdotes y derribó el altar de los perfumes y echó por tierra los vasos, clamando contra las abominaciones de la idolatría. 

Se levantó entonces un gran tumulto; apoderáronse de ella, la tuvieron por loca furiosa y la condujeron al peristilo del templo para interrogarla; pero ella clamaba con mayor vehemencia. Fue conducida a la cárcel, y en el camino llamó a todos los confesores de Cristo, invitándolos a unirse con ella para derramar su sangre por aquel que nos ha redimido con la suya. Fue encarcelada, azotada con escorpiones y arrojada a las bestias feroces. Catalina era instada y violentada a que sacrificara a los ídolos y a que aceptara aquel matrimonio que ella tanto aborrecía. Ya antes, después de la muerte de su madre, la había llevado muchas veces su padre a las escandalosas fiestas de Venus, pero ella siempre había estado allí con los ojos cerrados. 

En Alejandría estaba adormecido el celo de los cristianos. Halagaba mucho a los paganos que Teonás consolase a los esclavos cristianos que eran maltratados por sus crueles amos, y que les exhortase a servirlos con fidelidad, con lo que se mostraban los paganos tan aficionados a él, que muchos cristianos débiles sacaron de aquí la consecuencia que no sería cosa tan mala el paganismo. Por esta razón suscitó Dios a aquella esforzada, animosa e inspirada doncella, para que con sus palabras, con su ejemplo y su glorioso martirio convirtiera a muchos que de otro modo no se habrían salvado. Era tan poco el cuidado que tenía en ocultar su fe, que iba por las plazas públicas buscando a los esclavos trabajadores cristianos para consolarlos y exhortarlos a mantenerse firmes en la fe,; pues conocía que muchos se habían entibiado y apostataban a causa de aquella tolerancia. 

Había visto a tales apóstatas tomar parte en aquel sacrificio en el templo, por lo cual sentía tan vivo dolor y santa indignación. Las bestias a las cuales había sido arrojada después de azotada, le lamieron las heridas y ella se vio repentinamente curada en la cárcel. Su prometido quiso hacerle allí violencia, pero tuvo que salir confundido y anonadado. Vino su padre y la sacó de la cárcel, conduciéndola de nuevo a casa del joven, donde fueron empleados todos los medios imaginables para inducirla a la apostasía. Las doncellas paganas que habían sido enviadas a ella para que la convencieran, ella las ganó para Cristo; y los filósofos que disputaron con ella, se dieron por vencidos. El padre salió fuera de sí y atribuyó todo aquello a encantamiento, por lo cual mandó azotar y encarcelar otra vez a su hija. 

La mujer del tirano, que había ido a visitarla, se convirtió y con ella un oficial. Cuando ésta vino a la cárcel, se apareció un ángel que tenía una corona suspendida sobre la cabeza de Catalina, y otro con una palma delante de ella. .
Conducida Catalina al circo, fue puesta en un lugar elevado entre dos anchas ruedas guarnecidas de dientes y puntas agudas de hierro. Cuando empezaron a dar vueltas las ruedas cayó un rayo e hizo pedazos la maquinaria, lanzando los pedazos en diferentes direcciones e hiriendo y matando a unos treinta paganos. 

Luego hubo una gran tempestad de viento y granizo, pero ella estaba sentada muy tranquila entre los restos de las ruedas con los brazos extendidos. Fue de nuevo conducida a la cárcel y oprimida durante muchos días. Varios hombres quisieron apoderarse de ella, pero ella los rechazaba con la mano y ellos se quedaban como estatuas, sin movimiento. Llegábanse otros, y ella con sólo mostrarles con la mano a los que se habían quedado petrificados, los rechazaba de sí. Todo se atribuyó a artes mágicas y Catalina fue conducida otra vez al lugar de las ejecuciones. Se arrodilló en el tajo, con la cabeza vuelta hacia un lado y fue decapitada. Saltó de la herida extraordinaria cantidad de sangre; la cabeza se desprendió por completo del cuerpo. Arrojaron el cuerpo en un horno encendido, pero las llamas se revolvieron contra los verdugos, mientras que una nube de humo cubría su cuerpo. 

Sacáronle de allí y lo arrojaron a bestias hambrientas para que lo despedazasen; pero ellas no le tocaron. Al día siguiente los verdugos llevaron el cuerpo a una cueva llena de inmundicia entre césped de saúco. Por la noche, se aproximaron dos ángeles con vestiduras sacerdotales, que cubrieron el cuerpo con cortezas de árbol y se lo llevaron. Catalina fue martirizada el año 299, a la edad de dieciséis años. Entre las muchas doncellas que la acompañaron, llorando, al lugar del suplicio, algunas fueron después infieles; pero la mujer del tirano y el oficial padecieron valerosamente y murieron por Cristo. Los ángeles llevaron el cuerpo de esta santa virgen a una cumbre inaccesible del monte Sinaí. La superficie de esta cumbre  tenía extensión suficiente nada más que para una casa pequeña. 

El santo cuerpo permaneció oculto en este lugar por espacio de muchos siglos hasta que fue mostrado en una visión a un monje del monte Horeb. Vivían allí varios monjes, bajo la obediencia de un abad. El monje manifestó al abad la visión que había tenido, y se vio que al mismo tiempo otro monje había tenido la misma revelación. Les mandó el abad bajo obediencia que fueran a buscar el cuerpo de la Santa. Fueron conducidos en brazos por los ángeles a lo alto de la cumbre, los cuales abrieron el sepulcro y tomando uno de los monjes la cabeza de la Santa y el otro el cuerpo, fueron conducidos de nuevo en brazos de los mismos ángeles al pie de la montaña. Allí en la falda del monte Sinaí levantaron una capilla para que descansara el sagrado cuerpo. El monasterio de estos monjes fue posteriormente destruído.

Santa Catalina mártir es patrona de la elocuencia, de los filósofos y de los predicadores.


Oración de Santa Catalina antes del Martirio

"Dios mío, escúchame y, por tu amor, concede a cuantos se acuerden de mí, la abundancia de pan y la salud de su cuerpo. Aleja de nosotros toda enfermedad, todo desastre y concede a cuantos veneren mi martirio no morir de repente ni perder ningún miembro...

Que las mujeres que están en cinta no aborten ni mueran en el parto.
Que nuestro pueblo y nuestro país no pase necesidad.

Que los consuelos del cielo desciendan sobre nosotros y concede a mis devotos la remisión de los pecados. Si alguno se acuerda de tu sierva Catalina en la hora de la muerte, concédele que tus ángeles le conduzcan al santo reposo del paraíso."