Santo Domingo, hombre orante


DOMINGO, «HOMBRE ORANTE», SEGÚN LOS TESTIGOS DE CANONIZACIÓN


El proceso de canonización de nuestro padre Santo Domingo de Guzmán es introducido por el Papa Gregorio IX en un documento-carta fechado en Roma el 13 de julio de 1223, nombrando tres comisarios de Bolonia y otros delegados de Tolosa1 , para que recibieran las declaraciones, probablemente mediante un formulario de unas veinticinco (25) preguntas2 . En total son nueve (9)los delegados de Bolonia y veintisiete (27) los de Tolosa. Podemos recoger algunas de sus afirmaciones juramentadas:

1.1-TESTIGOS DE BOLONIA:
Los testigos bologneses declaran unánimemente que Domingo era un «hombre orante» y que era constante de día y de noche en su oración:

®Fr. Ventura de Verona: declara que la oración de Domingo estaba siempre acompañada de gemidos y llantos, pidiendo especialmente por los pecadores .

®Fr. Guillermo de Montferrato: declara que Domingo dedicaba más tiempo a la oración que al descanso .

®Fr. Amizo de Milán: declara que Domingo tenía la costumbre de ocultarse en la iglesia para orar sin que nadie lo viera.

®Fr. Bonviso de Piacenza: declara que Domingo se escondía en la iglesia después de completas y durante el descanso de los frailes para dedicarse a orar. Igualmente afirma que la oración de Domingo se reflejaba en ciertos signos que aparecían en su rostro. Narra también el suceso del refectorio del Convento de San Sixto, cuando Domingo oró intensamente, levantando las manos y orando alegremente al Señor, pidiendo pan para sus frailes que no tenían qué comer .

®Fr. Juan de Navarra: declara que Domingo era asiduo en la oración de día y de noche, que castigaba su cuerpo con fuertes disciplinas y que se hacía disciplinar con una cadena de hierro de tres ramificaciones.

®Fr. Rodolfo de Faenza: declara que Domingo pernoctaba con frecuencia en la iglesia, acompañando su oración con lágrimas. Así mismo afirma que en las oportunidades en que le acompañó en la oración le vio orar erguido, de puntillas y con las manos alzadas en actitud casi de éxtasis .

®Fr. Esteban de España: declara que después de completas y de la oración común, Domingo se quedaba rezando en la iglesia, prorrumpiendo en llanto con gemidos y sollozos y que jamás había visto un hombre tan piadoso .

®Fr. Pablo de Venecia: declara que cuando le acompañaba en los viajes le vio orar, predicar y entregarse totalmente a la meditación de las cosas de Dios .

®Fr. Frugerio de Penna: declara que Domingo era un hombre fervoroso en la oración tanto cuando se encontraba de viaje como en el convento y que pernoctaba orando con gemidos y lágrimas .

Todos estos testigos coinciden en la asiduidad de la oración de Domingo.
Ellos, como frailes conventuales Bolonia habían disfrutado de su presencia, conocían muy bien sus cualidades y prácticas, con las cuales acompañaba su oración. Queriendo descubrir la intimidad de su padre, habían acechado sus movimientos durante la jornada y a lo largo de su itinerancia misionera, movidos de santa curiosidad. Observaron, ocultos en la penumbra de la iglesia y el claustro conventual al santo, dedicado a la oración con flexiones corporales, gesticulación manual, exclamaciones, sollozos, lágrimas y golpes de disciplina. La conclusión de su testimonio es que Domingo de Guzmán era ante todo un «Homo Orans», un «Hombre Orante»; de día y de noche, en el convento y en sus viajes, en la meditación y en la predicación, dejándose invadir totalmente por Dios, siendo siempre un «Orantem Dominum».

1.2-TESTIGOS DE TOLOSA:

Por solicitud del Papa, son veintisiete (27) los delegados de Tolosa, quienes prestaron juramento acerca de la vida, conducta, santidad y milagros de Domingo. Es lógico que un proceso de canonización necesitara tener la versión de otros testigos, distantes del último lugar en el cual había permanecido nuestro padre. Aunque estos delegados de Tolosa no son tan explícitos como los testigos de Bolonia, y no están bajo el factor determinante de haber convivido con Fr. Domingo en el tiempo precedente a su muerte, coinciden, sin embargo, con aquéllos, en que Domingo era «fervens in oratione».

®Don P. Abad de Boulbonne: de la Orden Cisterciense, afirma que Domingo «ardía de celo por la salvación de las almas, era ferviente en la oración y predicación...amante de la pobreza, sobrio, benigno con los demás, casto, humilde, paciente, valiente en las persecuciones, alegre en las tribulaciones, religioso, consuelo de sus frailes... amigo de todos los religiosos, enamorado de la fe y de la paz»1 . Este testimonio resalta en primer lugar el apostolado y la oración, como aspectos primordiales observados en Fr. Domingo, por un testigo ajeno a la vida conventual de los Frailes Predicadores.

®B. Othe:declara que «yendo con él y otros por el bosque, se quedaba de último y, cuando se le buscaba, se hallaba muchas veces arrodillado" confirmando así los testimonios de Bolonia referentes a la oración de Fr. Domingo mientras se encontraba de viaje o yendo de camino.

®G. de Vamola, Don G., Abad de Narbona y el Maestro B. de Bauelanis: afirman y confirman así que Domingo era ferviente en la oración y predicación, humilde, amante de la pobreza, celoso de la causa de la fe y de la paz . El mismo Abad de Narbona dijo a su vez, que «Domingo sirvió de ejemplo en todo a los frailes, en los dichos y hechos, comida y vestido y en toda buena costumbre. Que no conoció hombre tan asiduo en la oración ni que derramara tantas lágrimas...cuando se hallaba en oración daba tales clamores que se oían en todas partes; y en su clamor decía: «Señor, apiádate de tu pueblo, qué será de los pecadores?»

®Beceda, monja de Santa Cruz: presenta uno de los testimonios más expresivos, manifestando haber encontrado a Fr. Domingo frecuentemente en el suelo, descubierto, y que, cuando le cubría con una manta, al regresar le encontraba orando nuevamente en pie o postrado

Además de quienes figuran en el listado de los veintisiete juramentados, se mencionan otros 300 testigos, quienes, con juramento, confirmaron lo dicho por aquéllos y dijeron además que en todos los lugares donde había permanecido Fr. Domingo corría pública voz y fama acerca de su santidad y virtudes.

En conclusión, los delegados de Tolosa coinciden con los de Bolonia, destacando en Domingo al «Hombre Orante» que acompañaba su oración con los sentimientos más profundos del alma, expresados en la conmoción interna de su espíritu que se desahogaba en lágrimas, gemidos, genuflexiones, clamor, sonrisa y movimiento de las manos.

Lo más impactante de todos estos testimonios es la respuesta de los declarantes al ser interrogados sobre cómo sabían de estas características de Domingo, afirmando así la secuencia pedagógica de la oración Dominicana: «porque lo vi», «porque lo observé orando muchas veces», «porque compartí con él», «porque los frailes lo aprendimos de él», «porque los frailes lo seguimos haciendo en recuerdo de él», «porque cada vez que oramos lo sentimos a él presente en medio de nosotros».

Así, ver a Domingo orando, compartir con él la oración, aprender a orar con él, seguirlo haciendo en su nombre y sentirlo presente cuando oramos, es el proceso para que todo dominico sea un «Homo Orans» como Domingo y seamos así hoy y ahora testimonio vivo del «Oranten Dominum» que habla con Dios y de Dios, contempla a Dios y lo predica y predica al Dios que contempla, haciendo de la oración la fuente de la predicación y de la predicación un motivo permanente de oración.


2.- Silencio. Oración

2.1. La oración individual tan frecuente en el santo no está aludida en las constituciones que él mismo escribió. Lo que indica que esa oración era algo tan connatural a la vida del fraile que no necesitaba que se hablara sobre ella, estableciendo el tiempo que a ella habría que dedicar.

2.2. Noches en oración, liturgia con sus frailes; leer y rumiar el evangelio de san Mateo o las cartas de san Pablo: contacto continuo con la Palabra de Dios y con el mismo Dios que nos ha dado su Palabra. Quería que en las comunidades se generara un ambiente adecuado para la contemplación. El fraile que quebrantara habitualmente el silencio debería ser corregido con penas graves. El silencio será para los dominicos, el "pater praedicatorum" y hablarán de la "sanctisima silentii lex", en expresión exagerada, pero que manifiesta que, sin silencio, no hay predicación porque no hay contemplación. No hay oración, reflexión, estudio.

2.3. Oración hecha siempre desde su humildad, por una parte, y desde la grandeza del proyecto de la predicación que le excedía. Por eso mortificaba su cuerpo, para ayudarse a ser pura oblación a esa causa, sin reservarse nada para él. El cuerpo tenía que acostumbrarse a no exigirle nada, a estar también al servicio de la predicación y de la oración. Oración y penitencias.

2.4. Es oración de todo su ser: del alma y cuerpo. Pone todo su cuerpo a contribución de la Oración. Es la integridad de la persona de Domingo quien ora. De ahí los conocidos modos de orar, o su oración canto cuando viaja o en la liturgia coral. Es un modo vivencial de superar el maniqueísmo cátaro, que excluía al cuerpo de cualquier acción buena.

Podemos ver varias cosas a ejemplo:
La oración de Santo Domingo se reflejaba en su cuerpo al que sometía de distintas maneras. Es por ello que la iglesia recomienda Ayuno aunado a la oración.
Se reflejaba en su cara, en sus movimientos. Oraba con todo su ser: alma y cuerpo.
Pedía por todos y todo y en todo tiempo.
Y estaba centrada en el silencio. Oraba a solas haciendo un silencio a su alrededor,

Un buen ejemplo de cómo la oración obra empezando por uno mismo.
Gracias, Santo Domingo por enseñarnos y orar por nosotros los pecadores.